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Lo que inspiran las ruinasen la poesía victoriana <strong>de</strong> Robert Browning(1812-1889) y Alice Meynell (1847-1922)Santiago ArgüelloUCA y CONICETMendoza, Argentinayagoarg@yahoo.com.arA continuación se presentan por primera vez en castellano dos poemas victorianosen los que las ruinas son tema <strong>de</strong> honda inspiración y meditación. De ellas seobtiene un po<strong>de</strong>roso símbolo: el paso <strong>de</strong>l tiempo sobre lo que el hombre tiene yhace; más aun, sobre lo que el hombre logra materializar exitosamente a partir <strong>de</strong>su po<strong>de</strong>río espiritual y material. Hasta el siglo xix, un significativo emblema <strong>de</strong>este po<strong>de</strong>río era el representado por los castillos o fortificaciones <strong>de</strong> cuño antiguo ymedieval. Son estas edificaciones las que se usan en ambos poemas para <strong>de</strong>scribirsimbólicamente el punto <strong>de</strong> partida <strong>de</strong>l proceso <strong>de</strong> <strong>de</strong>scomposición que acaba enruinas. Si ya ante el <strong>de</strong>rrumbamiento <strong>de</strong> su casa cualquier hombre queda<strong>de</strong>samparado, <strong>de</strong>svalido, pobre, mucho más ha <strong>de</strong> quedarlo cuando lo que cae essu ciudad fortificada, baluarte <strong>de</strong> sus bienes. Precisamente <strong>de</strong>l experimento <strong>de</strong>esta <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z parecen haberse servido Browning y Meynell en su lírica. En estesentido, ellos anticipan la toma <strong>de</strong> conciencia que habría <strong>de</strong> surgir en el siguientesiglo acerca <strong>de</strong>l mayor valor <strong>de</strong>l ser <strong>de</strong>l hombre que el <strong>de</strong> su tener o hacer. «¿Y si seviniera abajo todo este tinglado…?»: con esta gráfica expresión castellana podríatraducirse la inquietud <strong>de</strong> fondo que anima ambas piezas artísticas (en Meynell,incluso la propia subjetividad es lo que se plantea explícitamente como castillo).En ambos casos, el tiempo no es visto como un enemigo <strong>de</strong>l hombre que irrumpeinevitablemente para arrebatarle el bien más preciado que tiene "(o, más bien,busca), a saber, la felicidad. También en ambos casos, la respuesta final a estairrupción resulta <strong>de</strong>finida por la última estrofa. Meynell le suplica al Tiempo queperdone nuestras naturales blasfemias contra su acción natural, y que, a cambio,como recompensa, nos haga sentir la <strong>de</strong>spreocupada dicha <strong>de</strong> los niños y el gozopor la belleza que hay en el hecho <strong>de</strong> renacer a partir <strong>de</strong>l cambio y aun <strong>de</strong> lamuerte. Por su parte, la respuesta <strong>de</strong> Browning resulta más contun<strong>de</strong>nte: si paraMeynell el Tiempo (al menos en esta vida) es el absoluto al que nada ni nadiepue<strong>de</strong> escapar, para Browning hay algo que las garras <strong>de</strong>l Tiempo no alcanzan atocar jamás, ni siquiera statu viae. A eso hemos <strong>de</strong> aferrarnos. Eso es lo quenunca perecerá. Tal cosa es el amor.LyCE Estudios 15/2012: 111-131Recibido: 22/VIII/2012Aceptado: 10/X/2012

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