Cuatro estaciones - Diverdi
Cuatro estaciones - Diverdi
Cuatro estaciones - Diverdi
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Volver a empezar<br />
Penderecki dirige su Sinfonía nº 4<br />
en un directo polaco de 2010<br />
siglos XX & XXI 212 / marzo 2012<br />
David Rodríguez Cerdán<br />
Penderecki ha tenido que aguantar durante años<br />
los desplantes de un sector de la crítica que no le<br />
perdona su batida en retirada de la vanguardia.<br />
Hasta algunos ultras han proclamado que el oficio<br />
de compositor le viene grande. A los segundos no<br />
hay que hacerles mucho caso, pero a los primeros<br />
conviene reorientarles hacia la palabra del propio<br />
Penderecki, quien no se cansará de repetir que tras<br />
reventar no pocas cuerdas de violín y cajas de resonancia<br />
con los modernismos que fraguó en la época<br />
de la Trenodia y los Polymorphia, acabó dándose<br />
cuenta de que por ese camino no había nada más<br />
que hacer. Así que no tardó el compositor en soltar<br />
el ariete y aparcar la bola de demolición para<br />
seguir su marcha por caminos ya desbrozados. En<br />
la Cuarta de 1989 nos encontramos al Penderecki<br />
neo-bruckneriano o neo-mahleriano de la época<br />
de síntesis; un Penderecki menor, en este caso,<br />
porque a la obra le sobra quejumbre y le faltan<br />
argumentos. No obstante, en el movimiento como<br />
de mole reptiliana que tienen sus páginas, animadas<br />
con un andante en contrapunto angular y una<br />
armonía cromática bastante primitiva (la buscada<br />
claritas de su estilo último), advertimos a un sinfonista<br />
que sabe conducirse como nadie en el modo<br />
menor y pintarnos con una frase de madera sola<br />
un mundo desolado salpicado de osarios y catafalcos,<br />
como ésos que soñaba Zdzislaw Beksinski, y<br />
que podemos vislumbrar vívidamente en el recitativo<br />
del fagot y la trompa en Tempo I sobre el olear<br />
de los chelos o en el fugato para contrabajos y<br />
rota-toms del Allegro. Aprobado raspado para este<br />
directo de 2010 dirigido por el propio autor al frente<br />
de la Sinfonía Iuventus: a los ataques les falta<br />
entereza y al empaste una pizca de cemento para<br />
autentificar la granítica sonoridad de la obra. Y si<br />
no, que se lo pregunten a Antoni Wit, que de dirigir<br />
polacos sabe un rato.<br />
KRZYSZTOF PENDERECKI (1933): Sinfonía nº 4 "Adagio"<br />
The Polish Sinfonia Iuventus Orchestra. Krzysztof<br />
Penderecki, director / DUX / Ref.: DUX 0822 (1 CD) D2<br />
La belleza tiene más nombres<br />
Cántico del Sol y La lira de Orfeo, dos obras de Sofía Gubaidulina<br />
por Nicolas Alstaedt y Gidon Kremer, respectivamente, en ECM<br />
Es casi imposible no sentir cierta sensación de<br />
deuda con la compositora ruso-tártara Sofia<br />
Gubaidulina (1931). Me la imagino vestida de hombre<br />
rana, buceando en las profundidades submarinas<br />
de la música de hoy, de las que a menudo<br />
extrae tesoros algo extraños a nuestro tiempo,<br />
mientras tantos colegas de pedante envoltorio vuelven<br />
una y otra vez a las playas de vacío. ¿Qué procedimientos<br />
emplea esta leona mística de mirada<br />
abarcadora para tener un catálogo amazónico, en<br />
el que apenas hay texto poético, serie matemática<br />
o inusitada fuente de inspiración que no haya acompañado<br />
alguna vez codo con codo a sus aletas<br />
incansables? O por decirlo sin cansinas metáforas,<br />
¿cómo puede esta humilde burra del Señor<br />
sostener tanta carga musical en sus hombros sólo<br />
medianamente recios?<br />
Gubaidulina es una artista seria, intuitiva y<br />
paciente, que defiende el arte como misión casi<br />
salvífica y cree en la comunión artística con el<br />
público. Si no fuera exagerado postularlo de cualquiera,<br />
cabría afirmar que su fluidez todo lo engloba<br />
y para despabilarla se vale de textos místicos,<br />
germánicos, egipcios, eucarísticos, eslavos, latinos<br />
y en latín, siendo el suyo un corpus oceánico<br />
y transoceánico. Pero que sea seria no quiere decir<br />
que nunca tenga humor; a veces su obra lo tiene y<br />
mucho. Un ejemplo es Rumore e silenzio, de 1974,<br />
para clave y percusión, que se sigue como una<br />
pequeña pieza teatral en la que dos instrumentistas<br />
se enzarzan en un desigual combate, se amenazan,<br />
casi se insultan, al tiempo que nos ofrecen<br />
una música refinada y original.<br />
Obsesionada por la belleza como un orden<br />
oculto que hay que descifrar, los enigmas constructivos<br />
y la potestad que pueden tener las formas<br />
de ordenar el caos, se emplea con fuerza en la doma<br />
de los materiales que serán sus obras. Los sopesa,<br />
calibra y ausculta muy de cerca, trabando entre<br />
ellos relaciones únicas, nada uniformes, casi infinitamente<br />
variadas. Una de sus grandes fuentes<br />
son las matemáticas. Soy lego en ellas; poco hablaré.<br />
Sin embargo, urge decir algo sobre una suerte<br />
de estilema en aquellos de sus frutos en los que se<br />
sirve de la llamada proporción áurea. Ella no es la<br />
45<br />
Joaquín Martín de Sagarmínaga<br />
única autora que ha apelado a las sucesiones de<br />
Fibonacci para lograr equilibrios partiendo de ciertas<br />
combinaciones numéricas. Ya Bartók, y no fue<br />
el primero, roza tal proporción en momentos de<br />
Música para arcos, percusión y celesta, una de sus<br />
obras maestras y tal vez la mejor escrita nunca<br />
para esta última. Como en Gubaidulina, lo que el<br />
oyente percibe es un incremento de la expresividad<br />
en diversos puntos de la obra, con independencia<br />
de que conozca o no el secreto de su cocinado o la<br />
extensa cultura del cocinero.<br />
En la numérica Lira de Orfeo (2006), telonera<br />
del álbum, llamará su atención la infrecuencia<br />
de las formaciones instrumentales, otra característica<br />
de su autora. Esta obra es para violín, percusión<br />
y orquesta de cuerda y le viene cual anillo al<br />
anular a un heterodoxo como Gidon Kremer quien,<br />
como a veces los demás músicos, emplea un sonido<br />
muy adelgazado no sólo en armónicos, lógicamente,<br />
sino también en ataques sul ponticello,<br />
inflexiones... Asimismo, cosa delicada, encontramos<br />
una pulida sección en pizzicati. Kremerata<br />
Baltica, un nombre que parece una de esas bobadas<br />
de Sagarmínaga, bordó análogos repertorios<br />
en el Festival de Lockenhaus, durante los áureos<br />
dos lustros y medio en que el buen Gidon fue su<br />
factótum. Mejor obra, el Cántico del Sol (1997)<br />
para violonchelo, coro de cámara, percusión y<br />
celesta, está dedicada a Rostropovich, un compañero<br />
de viaje espiritual. En sí misma, la parte de<br />
cello que defiende Nicolas Alstaedt es excelente,<br />
pero la obra trasciende mucho su canto alargado,<br />
parejo al de un cisne. Es una loa en cuatro partes<br />
al Creador y algunas de sus muestras, sobre un<br />
texto del poverello de Asís, lo que a más de uno<br />
irritará. Pero se trata de música indagadora y por<br />
momentos grandiosa, como en esa glorificación<br />
que es su segunda parte, una celeste barahúnda de<br />
infrecuente belleza, con coros raudos, nunca convencionales,<br />
que glorifican los cuatro elementos primigenios,<br />
como hace Tarkovski al final de Sacrificio,<br />
aunque preservando mejor una ambigüedad simbólica<br />
que en la partitura no se da. Glorificación de<br />
la vida es el tercer segmento, y en él asistimos a una<br />
visión que no rehuye sus propios acentos mortecinos,<br />
incluso pesantes, y que se prolonga en el<br />
cuarto a través de una larga e insistente sonoridad<br />
que parece hendir el infinito y luego traspasarlo con<br />
su silencio.<br />
SOFIA GUBAIDULINA (1931): The Lyre of Orpheus; The<br />
Canticle of the Sun<br />
Gidon Kremer, violin. Marta Sudraba, violonchelo. Nicolas<br />
Altstaedt, violonchelo. Andrei Pushkarev y Rihards Zalupe,<br />
percusión. Rotislav Krimer, celesta. Kremerata Baltica. Riga<br />
Chamber Choir. Maris Sirmais, director / ECM RECORDS /<br />
Ref.: ECM 2256 (1 CD) D1