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A cada uno le daba su globo. Hacíamos un gran círculo tomados
de la mano y durante la puesta de sol meditábamos y pedíamos por
nosotros y por el mundo. Era fascinante ver a mis sobrinos, los hijos
de Vanny: Simmy, Simón e Isaac, y a los hijos de Alan: Alexia,
Simón y Gabriela, cerrar con fuerza los ojos y concentrarse en sus
peticiones. Luego soltábamos los globos y veíamos cómo se perdían
en el cielo. Allá iban nuestros deseos. “Alguien” o “algo”, mucho más
poderoso que cualquier ser humano, se encarga.
Al siguiente día, mi mamá y yo nos levantábamos muy temprano,
antes de que saliera el sol, para cumplir una cita muy importante:
Pedro Platas nos esperaba en su casa para hacernos una limpia
y recibir como es debido a un nuevo año. En el patio de su casa
nos colocaba en medio de un círculo de flores, nos rociaba con
agua, nos pasaba yerbas por todo el cuerpo pidiendo por nuestro
futuro y finalizaba prendiendo fuego alrededor del círculo. “Es porque
tengo que rendir cuentas a los cuatro elementos: agua, tierra,
aire y fuego”, nos decía.
También en Acapulco, Lalo Lalona nos hacía limpias el primer
día de enero a primera hora, a la orilla del mar. Llevábamos miel,
rosas blancas y una manzana. Con el traje de baño puesto nos untábamos
la miel sobre el cuerpo para alejar las energías negativas,
deshojábamos las flores y nos metíamos al mar con los pétalos y
las manzanas, soltándolos al tiempo que pedíamos nuestros deseos.
Las limpias han sido una tradición en mi vida. Hoy creo firmemente
que cada uno de nosotros tenemos la capacidad de atraer
a nuestras vidas todo lo que queremos. Las limpias que me hago
ahora son en unión con la naturaleza, una comunión con los elementos
básicos, en el mar o en el bosque.
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