31 de diciembre fun fun fun - Le chasseur abstrait
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distracción e incluso <strong>de</strong> una mal figurada pose interesante, me atrevo a mirarla un instante mínimo,<br />
justo cuando cuelga el móvil <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una conversación que me parece trivial y en la que ya<br />
percibo que está resfriada y tiene un pañolito blanco <strong>de</strong> papel arrugado, en la misma mano que<br />
sostiene el teléfono, que se pasa <strong>de</strong> vez en cuando por la nariz, lo que intuyo por el cambio a voz<br />
nasal. Así veo el rostro <strong>de</strong> una chica muy joven que apenas puedo fijar en la retina, pero que me<br />
resulta hermosísima y encantadora con su naricita sonrosada, y un flagrante escote pálido más<br />
amplio que pro<strong>fun</strong>do. Me <strong>de</strong>scubre y se cruzan un instante nuestras miradas, por lo que vuelvo a mi<br />
libro con prisa y el pulso algo alterado. Ella hace lo mismo, creo. Justo al instante <strong>de</strong>ja caer un libro<br />
que no sé dón<strong>de</strong> escondía, supongo que abrazado contra su pecho, como las mujeres <strong>de</strong> antes que<br />
<strong>de</strong>jaban caer su pañuelo, <strong>de</strong>morándose entre bolsos y carpetas en recogerlo. Yo disfrazo <strong>de</strong><br />
distracción mi <strong>de</strong>scortesía, ¿he dicho que soy muy tímido?, esbozando una extraña mueca a modo<br />
<strong>de</strong> sonrisa, tras la que siento sobre mi costado una lenta mirada <strong>de</strong> reproche. Ella cree que soy un<br />
hombre <strong>de</strong>sentendido ¿tal vez incluso “inaccesible”?, aunque la realidad es mucho más simple: sólo<br />
soy un cobar<strong>de</strong>; y se marcha. Me quedo sólo, inmóvil ante los anaqueles. Intento centrarme en los<br />
libros pero no lo consigo y entonces <strong>de</strong>cido caminar por los pasillos ojeando portadas y títulos,<br />
hacia otras secciones, con la esperanza que nunca reconoceré <strong>de</strong> encontrarla en Literatura<br />
Americana, Libros <strong>de</strong> Bolsillo, e incluso en Cocina o Plantas Ornamentales. Pero ella no está.<br />
Casualmente encuentro un libro que buscaba <strong>de</strong> Onetti y, en vez <strong>de</strong> contento por el tesoro que llevo<br />
bajo el brazo, salgo <strong>de</strong> aquella librería, a la que nunca he vuelto, pro<strong>fun</strong>damente triste.<br />
Goloso<br />
Cada mañana me compro un Donut. Lo pongo el cajón, lo miro <strong>de</strong> vez en cuando durante la jornada<br />
y a última hora, justo cuando me dispongo a salir <strong>de</strong> la oficina, lo tiro a la papelera.<br />
Las Afueras <strong>de</strong>l Paraíso<br />
Las afueras <strong>de</strong>l Paraíso no tienen horario <strong>de</strong> cierre. Están preñadas <strong>de</strong> per<strong>de</strong>dores, <strong>de</strong> vagos, <strong>de</strong><br />
parias: lixiviados <strong>de</strong> la Tierra Prometida. Aquí las sombras tienen alas y las esquinas miradas<br />
aviesas. Aquí nos reunimos cada noche la flor y nata <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sencanto, a cantar y a quemar nuestro<br />
último cartucho con el fuego <strong>de</strong> aquellos ojos que nos dieron la vida al mirarnos; -su parpa<strong>de</strong>o fue<br />
nuestro infarto-. Aquí, don<strong>de</strong> la Luna vuelve la cara y las hojas que arrastra el viento <strong>de</strong>l otoño son<br />
<strong>de</strong> afeitar, celebramos la huida <strong>de</strong> otro día con las fiestas <strong>de</strong>l silencio y la comunión <strong>de</strong> nuestra nada;<br />
-días como dagas-. Aquí nadie llega a viejo, pero ninguno es joven. Los adoquines inmisericor<strong>de</strong>s<br />
nos escupen un recuerdo por cada paso en falso. Aquí, en los arrabales <strong>de</strong>l Paraíso, la lluvia nunca<br />
es limpia y siempre cae sobre el suelo aún húmedo; si bien procura evitar aquellos charcos con<br />
vocación <strong>de</strong> espejo; -lágrimas turbias-. Un día llegó una paloma. Estaba perdida y se ofreció a<br />
alimentarnos. Pero aquí siempre rechazamos la caridad <strong>de</strong> las palomas. Los predicadores intentan<br />
venir <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace años a anunciarnos la llegada <strong>de</strong> un Salvador que nos traerá la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong> todos<br />
nuestros pecados. Pero la membrana invisible, mugrienta <strong>de</strong> nuestro lado, les corta el paso. El pan<br />
nuestro <strong>de</strong> cada día se nos acabó ayer. Mañana nos comeremos a cualquiera. Pasado a otro. Y así<br />
hasta que que<strong>de</strong> sólo uno, que se comerá a sí mismo, y quizás él, con la fuerza <strong>de</strong> todos, sea capaz<br />
<strong>de</strong> sacarnos al fin <strong>de</strong> Aquí.