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31 de diciembre fun fun fun - Le chasseur abstrait

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Antece<strong>de</strong>ntes literarios:<br />

Ricardo Gabriel Zanelli<br />

ricardozanelli@hotmail.com<br />

- LA RULETA RUSA DEL TIEMPO (Cuentos, Bs. As., 2004).<br />

- Cuentos y ensayos publicados en revista Cuásar (Bs. As.): “El tiro <strong>de</strong> gracia”<br />

(1er premio 1º Concurso <strong>de</strong> cuento fantástico y ciencia ficción revista Cuásar;<br />

1991); “Un lado <strong>de</strong>l abismo” (1997); “Bioy Casares y la ciencia ficción”<br />

(ensayo; 2005); “La vizcachera” (edición virtual; 2008).<br />

- Cuentos publicados en revista Axxón (Bs. As.): “Veinte años” (2008); “El<br />

principio <strong>de</strong> incertidumbre” (2009); “El portal <strong>de</strong> las mantícoras” (2010); “El<br />

Martincito” (2011).<br />

- Cuentos publicados en revista Papirando (Río Gallegos): “El clásico”; “Los<br />

celos <strong>de</strong> Ícaro”; “Un breviario fantástico”; “Un muerto en la vía pública” (todos<br />

entre 2009 y 2011).<br />

- NAVEGANTES (Cuento) – Publicado por Casa Eolo, España (2011).<br />

- EL ORO CARMESÍ (Cuento) – Publicado por Editorial De los cuatro vientos;<br />

Bs. As.; 2003).<br />

- Mención <strong>de</strong> honor en el Concurso internacional <strong>de</strong> microficción Garzón<br />

Céspe<strong>de</strong>s (España, 2007) (Cuentos “El ansia” y “Asunto concluido”).<br />

- 2º Premio en el Concurso <strong>de</strong> ficciones breves <strong>de</strong> la Fundación Yukio Mishima (Bs. As. 1992), por<br />

el cuento “La única solución posible”.<br />

– Cuentos publicados en diario La Voz <strong>de</strong>l Interior (Córdoba): “El pasajero” y “Reflejarse”<br />

(Ambos en 1991. Ilustraciones <strong>de</strong> Peyró).<br />

LAS BESTIAS DE PAVLOV<br />

Sabía que en Viña <strong>de</strong>l Mar lo llaman el monstruo. Aparentemente por su ferocidad. Pero él se<br />

enfrentaba a uno igual cada vez que se presentaba en vivo. Aunque no pensaba que en esos casos<br />

<strong>de</strong>biera hablarse <strong>de</strong> ferocidad; era otra cosa más bien, pero no alcanzaba a <strong>de</strong>finir qué. Cuando <strong>de</strong>jó<br />

sus estudios <strong>de</strong> psicología para <strong>de</strong>dicarse a su <strong>de</strong>voción por el canto, nunca se imaginó que iba a<br />

enfrentarse a algo semejante. Es <strong>de</strong>cir, hacía años que se presentaba en público a cantar por los más<br />

diversos lugares <strong>de</strong>l mundo, ya fuera solo con su guitarra (“La guitarrita no te va a dar <strong>de</strong> comer”, le<br />

dijo su padre, ofendido por el abandono <strong>de</strong> los estudios universitarios) o con su grupo <strong>de</strong><br />

acompañamiento, y siempre acababa con la misma sensación: la extraña sensación <strong>de</strong> que,<br />

paradójicamente, no había nadie <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong>l escenario. Había, claro, una multitud, pero nadie<br />

en particular.<br />

Conocía <strong>de</strong> sobra que otros colegas habían experimentado sentimientos similares. Uno incluso<br />

había escrito un disco muy famoso acerca <strong>de</strong> que entre el artista y el público existía una pared<br />

infranqueable. Algunos le daban mayor importancia que otros. Uno le <strong>de</strong>cía: “Voy adon<strong>de</strong> me dice<br />

el manager, hago el numerito, me pongo la camiseta <strong>de</strong> la selección <strong>de</strong>l país don<strong>de</strong> esté (cuando sé<br />

dón<strong>de</strong> estoy), hago un poco <strong>de</strong> circo pa’ lo’ muchacho’, y chau. Para qué te vas a molestar. En todos<br />

lados es igual. Es sólo un trabajo. Otros van a la oficina; yo, subo a cantar”. A él le parecía<br />

<strong>de</strong>masiado pragmática esa actitud y no podía compartirla. Sabía <strong>de</strong> otro que se negaba<br />

rotundamente a cantar los viejos éxitos y se empecinaba en presentar “material nuevo”. “Cantate<br />

una que sepamos todos, che”, le gritaban, casi faltándole el respeto. Él se mantenía en sus trece.<br />

Una vez, harto, hasta llegó a mentir: “No me acuerdo <strong>de</strong> los acor<strong>de</strong>s”. Mentira: era seguro que tenía<br />

pesadillas con esos acor<strong>de</strong>s trillados. Sea como fuere, con el tiempo se quedó sin público. Éste<br />

representaba el otro extremo <strong>de</strong>l asunto. Que tampoco era su caso. Sin embargo, a la vuelta <strong>de</strong> los<br />

años, algo in<strong>de</strong>finible había ido surgiendo en su interior. In<strong>de</strong>finible, sí, pero que podía resumirlo en<br />

una simple pregunta: ¿Había alguien allí, más allá <strong>de</strong>l escenario? ¿O sólo había ese monstruo

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