Nunca lo vi al Barón Rotchilds hablando sobre cultura y <strong>de</strong>jando en secreto su proce<strong>de</strong>ncia en la Plaza <strong>de</strong> Mayo. No lo vi nunca a Gamito, el andaluz, diciendo su característica frase “<strong>de</strong>ja el caballo correr” en la Plaza Moreno <strong>de</strong> La Plata, mientras, atiborrado <strong>de</strong> alcohol, filosofaba sobre la vida a su manera. No lo oí al petizo Aujier (más conocido en los bares locales como “El político”) <strong>de</strong>cir: “pibito, traeme un cafecito” en un bar frontal a la Plaza 25 <strong>de</strong> Mayo, <strong>de</strong> Resistencia, Chaco. Y menos aún a Quique, mendigar puchos, caminar tambaleante, haciendo gestos obscenos y escupiendo a la gente frente al Monumento <strong>de</strong> la Ban<strong>de</strong>ra en Rosario. A eso le llamo exclusividad. Me pregunto si alguna vez, al padre <strong>de</strong> la plaza, el señor Carlos Siewert, se le hubiera ocurrido verla como está hoy: madura y hermosa. Plaza San Martín. Yo no lo sé, pero estoy casi seguro que el día que murió su viejo y eterno amigo Walter Roil, un viento azotó las copas <strong>de</strong> sus árboles, llenando sus veredas <strong>de</strong> hojas secas y la gente, indiferente, <strong>de</strong>cía “otra vez viento”, cuando lo que caían no eran hojas arrancadas por el viento, sino lágrimas arrancadas por la tristeza. A veces, cuando la cruzo diagonalmente, me pego una escapadita hasta el puente <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y miro si ya habrán vuelto a poner las islas pequeñas con los faros, los castillos milenarios y los barcos en la lagunita que se formaba allí, tal como estaban en las fotos viejas, pero veo que nada más hay barro, papeles y hasta botellas vacías. En fin, hay carteles azules por todas partes que me <strong>de</strong>tengo a leer. Ahí está tu historia, querida Gallegos, capítulos <strong>de</strong> tu historia. ¡Hey, General San Martín! Vos que cruzaste los An<strong>de</strong>s, no estás en la Catedral Metropolitana, estás acá, en la plaza, en la ciudad <strong>de</strong> Río Gallegos, Provincia <strong>de</strong> Santa Cruz, República Argentina. Hoy estás acá, sos riogalleguense. Después <strong>de</strong> todo, el barco que transportó tus restos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Europa a Argentina es el mismo que, cinco años <strong>de</strong>spués, trajo los materiales y la gente para comenzar a cimentar nuestra comunidad aquel 19 <strong>de</strong> <strong>diciembre</strong> <strong>de</strong> 1885, el mismo que sale en la ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> Río Gallegos, el Transporte Villarino. Reclamo el cachito <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho que tenemos sobre tu nombre. Hoy sos nuestro. Mañana… mañana ya veremos. Uno nunca sabe. Despertamos y <strong>de</strong> a poco nos van borrando los próceres para imponernos otros. Carteles azules, capítulos <strong>de</strong> tu historia. Ya quiero leerlos, ya quiero cruzar la plaza en diagonal, guardar esperanzas <strong>de</strong> que algún día jugaré con los barcos en la lagunita, divertirme con mi sobrino a encontrarle la vuelta a las estatuas y asomarme por la ventana y chusmear si por fin nevó y si por fin has vuelto a sonreír.
Juan Pablo Rochín Sánchez juanpablo_rs4@hotmail.com