31 de diciembre fun fun fun - Le chasseur abstrait
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LA VIDA ES ROSA<br />
Despierta Rosa cuando el sol se acuesta y la<br />
noche golpea su ventana; una ventana mínima,<br />
triste, con vistas a un edificio tan <strong>de</strong>slucido<br />
como el suyo, encajonado en una calle oscura,<br />
sin salida.<br />
Tampoco a ella le quedan <strong>de</strong>masiadas opciones,<br />
el <strong>de</strong>spiadado espejo se encarga <strong>de</strong> recordárselo<br />
a diario; las bodas <strong>de</strong> oro, conmemoradas el<br />
otoño anterior, no son más piadosas, aunque <strong>de</strong><br />
esos cincuenta años ejerciendo la prostitución<br />
no reniega; por eso, cuando pone el pie un paso<br />
más allá <strong>de</strong>l portal <strong>de</strong> su casa, sigue siendo Vida.<br />
<strong>Le</strong> gusta el sexo; lo <strong>de</strong>scubrió con el novio adolescente que la <strong>de</strong>sfloró entre aromas <strong>de</strong> poleo,<br />
tumbados en los juncos que ribeteaban el río. Poco tiempo pasó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquél atar<strong>de</strong>cer primaveral,<br />
hasta que <strong>de</strong>jó el pueblo. La capital ofrecía un mundo multicolor <strong>de</strong> posibilida<strong>de</strong>s para una mocita<br />
bien plantada; los hombres se volvían a su paso cimbreante, la piropeaban alabando su exuberancia,<br />
la guapura lozana <strong>de</strong>l rostro pícaro, la gracia insolente <strong>de</strong> a<strong>de</strong>manes…<br />
A la naturaleza tenía que agra<strong>de</strong>cerle su físico, y a la vida que la hubiese respetado en su espinosa<br />
carrera. Nunca topó con clientes violentos o que se largaran sin pagar el servicio, jamás se enzarzó<br />
con colegas ni <strong>de</strong>pendió <strong>de</strong> chulos. Empezó en el oficio por todo lo alto, en locales <strong>de</strong> postín, en<br />
hoteles <strong>de</strong> categoría, igual que los caballeros que la solicitaban. Pasó <strong>de</strong> vivir <strong>de</strong> pensión a<br />
compartir piso con dos amigas <strong>de</strong> faena, hasta que se encumbró lo suficiente para in<strong>de</strong>pendizarse en<br />
un apartamento coquetón y céntrico.<br />
También tenía que agra<strong>de</strong>cer que conociera el amor; se lo profesaba Serafín, el canoso propietario<br />
<strong>de</strong> un club que se prendó <strong>de</strong> ella sin condiciones, sin afearle su quehacer. La amaba con una pasión<br />
arrebatada que no podía correspon<strong>de</strong>r. Y lo intentó, Dios sabe que lo intentó, aunque nada le<br />
prometió ni él lo <strong>de</strong>mandó. Pero al fin la realidad cayó por su propio peso: no era ella mujer <strong>de</strong> un<br />
solo hombre ni él tenía suficiente fuelle para encandilarla. Nunca <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> ser amigos, sabía que<br />
podía contar con él para todo y eso le hacía sentirse segura. <strong>Le</strong> <strong>de</strong>bía mucho a Serafín, se preocupó<br />
<strong>de</strong> cultivarla, la enseñó a sacar el mejor partido <strong>de</strong> sí misma haciéndola todavía más <strong>de</strong>seable;<br />
también fue su enamorado el que le puso el nombre <strong>de</strong> guerra: Vida; la llamaba así, aseguraba que<br />
le revivía cuando la tenía en sus brazos.<br />
Las hojas <strong>de</strong>l calendario, incongruentemente, no son concientes <strong>de</strong>l paso <strong>de</strong>l tiempo, no entien<strong>de</strong>n<br />
<strong>de</strong> meses ni estaciones y caen indolentes sin aguardar a que sea otoño. Para Vida hace rato que llegó<br />
el <strong>de</strong>clive en forma <strong>de</strong> pliegues ceñidos a la cintura, <strong>de</strong>splomes que arruinan papada, pechos y culo,<br />
arrastrándola sin compasión cuesta abajo en su oficio. Se acabaron los clubes <strong>de</strong> categoría y los<br />
hoteles lujosos y el apartamento coquetón, los taxis… Ahora se conforma con salir cuando la luz se<br />
disipa y subir a un autobús que la <strong>de</strong>ja a las afueras <strong>de</strong> la ciudad.<br />
Su clientela, antaño elegante, en la actualidad se nutre <strong>de</strong> camioneros sudorosos y barrigudos a los<br />
que alivia, sin <strong>de</strong>snudarse, en la cabina <strong>de</strong>l camión o en el retrete <strong>de</strong> la gasolinera; a veces ni<br />
siquiera a cubierto, los apaña a mano o <strong>de</strong> rodillas en cualquier rincón discreto. Cobra poco por los<br />
servicio, lo justo para ir tirando. Pero lo cierto es que no le falta trabajo, tiene buena reputación,<br />
saber hacer y entusiasmo, sigue gozando <strong>de</strong>l trato con hombres, <strong>de</strong> dar placer y recibirlo. <strong>Le</strong> agrada<br />
pensar que gracias a su labor, las novias que llegaron al altar inmaculadas fueron muchas, también<br />
las esposas que vieron aparecer a sus maridos <strong>de</strong> buen humor, sosegados y, quizás, hasta se libraron<br />
<strong>de</strong> un pescozón, y tales conjeturas le hacen sentirse satisfecha.<br />
Regresa al barrio con la luna en retirada. En el portal queda Vida y sube Rosa las escaleras, sin<br />
prisa, que las piernas varicosas ya pesan, y se acuesta cuando el sol <strong>de</strong> mediodía asoma a su triste, a<br />
su mínima ventana sin más vista que el edificio <strong>de</strong>slucido.<br />
FIN