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31 de diciembre fun fun fun - Le chasseur abstrait

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La tijera <strong>de</strong> confección, penetrante, cortará el sostén, cortará la tortura <strong>de</strong>l género.<br />

Mientras esperamos que ocurra pensamos si una punta podría pinchar el cuerpo y, las<br />

gotas <strong>de</strong> sangre, lagrimosas como lágrimas <strong>de</strong> dulce licor, serían un cortejo. Son pechos<br />

<strong>de</strong> mujer. Pechos como corajes. La mujer que nos alimenta imaginariamente en la<br />

i<strong>de</strong>ntificación es primaria. Solo una mujer es ambigua como para mostrar la feroz cuchilla<br />

capaz <strong>de</strong> cortar el nudo, capaz <strong>de</strong> quitarle la vida al <strong>de</strong>seo, aunque capaz <strong>de</strong> darle vida,<br />

pues el sostén sostiene el <strong>de</strong>seo. El <strong>de</strong>seo sería solo eso, ni más ni menos que absolver<br />

la castración <strong>de</strong>l género en ambos sentidos, como género que limita el cuerpo en cuanto<br />

vestimenta, como género distintivo <strong>de</strong> lo femenino, al hacernos volver al pecho<br />

violentamente con esa espada costurera, amiga <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dales y las máquinas <strong>de</strong> coser,<br />

tan femenina.<br />

Pero al poco <strong>de</strong> mirar la placa, la tijera no ha cortado aún el sostén, sigue ahí. La<br />

fotografía es la misma. Sólo una fantasía, una proyección, ha provocado mis piernas<br />

débiles, una fantasía ha aflojado mi <strong>de</strong>seo. Ella se libera <strong>de</strong>l sostén, ella se absuelve en el<br />

sostén <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo, pero como espectador no me libero <strong>de</strong>l sostén <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo, <strong>de</strong> ver qué<br />

suce<strong>de</strong>rá cuando caiga el sostén. Estupendo sortilegio haberse imaginado tanto, si el filo<br />

no es más que un gran estímulo fijo, <strong>de</strong> papel, si la foto no muestra movimiento, no corre,<br />

no engaña, no escapa, está siempre igual. Hay algo en la fotografía que recorre el tiempo,<br />

entre el que mira y lo que es mirado. Berger lo examina:<br />

Si aceptamos que po<strong>de</strong>mos ver aquella colina, en realidad postulamos al mismo<br />

tiempo que po<strong>de</strong>mos ser vistos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ella. La naturaleza recíproca <strong>de</strong> la visión es<br />

más primordial que la <strong>de</strong>l diálogo hablado. Y muchas veces el diálogo es un intento<br />

<strong>de</strong> verbalizar esto, un intento <strong>de</strong> explicar cómo, sea metafórica o literalmente, ‛‛ves<br />

las cosas'‛, y un intento <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir como "ve él las cosas" (Berger, 1972, 5).<br />

No miramos solo una cosa, siempre miramos la reciprocidad entre las cosas y nosotros<br />

mismos. Nuestra visión está en continua actividad, en continuo movimiento. Nosotros<br />

aprendiendo continuamente las cosas que se encuentran en una circularidad cuyo centro<br />

es ella misma, nuestra visión y el tiempo que no se parcela en la fotografía, sino que<br />

corre. No se ha <strong>de</strong>sparramado nada, ni los paralelos y mortales asfó<strong>de</strong>los, ni el limón ha<br />

<strong>de</strong>rramado el planteado jugo. No ha ocurrido lo propuesto. Algo vimos entonces en esas<br />

fotografías pero que no se <strong>de</strong>ja ver. En la Edad Media, cuando los hombres creían en la<br />

existencia física <strong>de</strong>l infierno, la vista <strong>de</strong>l fuego significaba seguramente algo muy distinto<br />

<strong>de</strong> lo que significa hoy. No obstante, su i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l infierno <strong>de</strong>bía mucho a la visión <strong>de</strong>l fuego<br />

que consume y las cenizas que permanecen, así como a su experiencia <strong>de</strong> las dolorosas<br />

quemaduras (John Berger, 1972)[4].

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