31 de diciembre fun fun fun - Le chasseur abstrait
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antece<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>presivos, la baja médica y los ansiolíticos prescritos, su credibilidad valía menos<br />
que nada.<br />
-Y ahora el maldito sobre esperando a que lo abra- vocifera <strong>de</strong>squiciado.<br />
Tiembla cuando, al fin, opta por recogerlo; los <strong>de</strong>dos espasmódicos apenas aciertan a sostener la<br />
nota mecanografiada, lapidaria: “Te veo, aunque te escondas.”<br />
Enloquece Sergio. Buscando cámaras, micrófonos, <strong>de</strong>smantela la casa; vacía armarios, <strong>de</strong>spega<br />
moquetas y empapelado, revisa los cacharros <strong>de</strong> la cocina y los frascos <strong>de</strong>l baño. De pasada, se ve<br />
reflejado en el espejo y se horroriza: las mejillas <strong>de</strong>macradas sin rasurar, los ojos enajenados<br />
hundidos en los párpados hinchados, orlados <strong>de</strong> violáceo. Cuando suena el teléfono se <strong>de</strong>sentien<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong> su patética imagen y chilla <strong>de</strong>saforado. Arranca el cable y se <strong>de</strong>rrumba al suelo llorando entre<br />
libros <strong>de</strong>stripados, ropa a jirones y objetos arrasados. La musiquilla <strong>de</strong>l celular le hace reaccionar; la<br />
pantalla indica un número <strong>de</strong>sconocido y por un momento duda en respon<strong>de</strong>r, pero la <strong>de</strong>sesperación<br />
y el certero pensamiento <strong>de</strong> que únicamente pue<strong>de</strong> tratarse <strong>de</strong> alguien <strong>de</strong> su absoluta confianza, a<br />
quien ha facilitado su móvil, le anima a buscarlo por entre los <strong>de</strong>strozos.<br />
-Ángela, gracias a Dios- grita histérico, sollozando, al reconocer la voz familiar- Me quieren matar.<br />
No sé qué hacer ¡Ayúdame!<br />
Ha prometido ir a verle. Se lo agra<strong>de</strong>ce mil veces, no sabe a quién recurrir. Ella le creerá, es<br />
comprensiva, solidaria... Aguarda ansioso.<br />
¿Por qué ha llamado precisamente hoy, en este momento? Des<strong>de</strong> una cafetería, dice. ¿Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
siete meses?, se interroga <strong>de</strong> repente y pasea frenético entre el estropicio <strong>de</strong>l suelo, analizando la<br />
situación<br />
¿Quién mejor que Ángela conoce mis costumbres, mi vida? No. No es posible; entré en aquella<br />
página por casualidad. ¿O no? La que siempre manejaba el or<strong>de</strong>nador era ella. Alguna vez<br />
mencionó chats <strong>de</strong> contactos, juegos <strong>de</strong> rol; le encantaban esas cosas. Sí, le gustaban mucho.<br />
No sé. Ya no estoy seguro <strong>de</strong> nada. O sí, porque ella tendría que estar trabajando a estas horas ¡y<br />
menuda es, cumplidora por encima <strong>de</strong> todo! Me odia, lo sé. Entonces… a qué viene correr a<br />
ayudarme sin preguntar nada, sin rechistar siquiera. ¿Y si ella es el ejecutor? Estoy loco. El miedo<br />
me hace <strong>de</strong>svariar; Ángela no es vengativa, me quería. Tampoco es violenta, incapaz <strong>de</strong> matar un<br />
mosquito. Habrá salido a tomar un café.<br />
La gente cambia, se <strong>de</strong>sdice al instante. La hice sufrir. ¿Tanto como para arriesgarse a per<strong>de</strong>r su<br />
bienestar cometiendo un crimen? Impensable. En el laboratorio tiene un puesto magnífico,<br />
reconocida como la químico brillante que es. Aunque el rencor es mal consejero. Y muy peligroso.<br />
Seré un histérico, pero no un mentecato; vienes a matarme, querida mía. Te he <strong>de</strong>scubierto, zanja<br />
empecinado. Olí tu perfume. Te <strong>de</strong>lató, estúpida, es la prueba <strong>de</strong>finitiva. ¿Pensabas que no me iba a<br />
percatar? ¡Error! Y si crees que me vas a encontrar <strong>de</strong>sprevenido, estás lista. Yo daré el primer<br />
golpe.<br />
Lo hace. Suena el timbre. Por la mirilla espía a Ángela. Lleva guantes marrones <strong>de</strong> cuero, una<br />
bolsa sospechosa apretada contra el pecho, y ambos <strong>de</strong>talles le reafirman en su hipótesis. Sergio