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INTRODUCCIÓN
En la actualidad, nos encontramos en una fase de cambios
sociales, políticos y económicos acelerados. Cambios
que han conducido a una serie de transformaciones con
efectos en el ámbito de la cultura y en el sistema educativo.
El conocimiento científico y sus aplicaciones tecnológicas
no son ajenos a esta problemática; al estar éstos en
continuo avance obligan a una constante revisión, evaluación
y actualización de las diferentes disciplinas objeto de
conocimiento en los procesos de formación profesional.
Por ende, a la mirada cautelar en la formación de profesionales,
que desde diferentes campos del conocimiento
ejercen, es urgente cuestionar la función de los docentes
en la educación superior.
Este panorama descrito anteriormente, avoca a las instituciones
de educación superior a enfrentar nuevos retos
en el cumplimiento de las funciones que le son propias
(investigación, docencia y proyección social) desde sus
diferentes frentes, como son: la formación de los profesionales
docentes, el desarrollo de programas científicos
y tecnológicos, entre otros. Dichos frentes exigen una mirada
hacia la didáctica de las ciencias. Deviene, entonces,
la ciencia de enseñar ciencias y que tiene que ver con la
planificación, la ejecución y la evaluación de esta enseñanza;
esto con base en un planeamiento teórico, cuyo
objetivo es la transmisión de conocimientos y de valores a
los individuos de una sociedad en el marco de una cultura
determinada (Estany e Izquierdo, 2001).
La didáctica de la ciencia, como disciplina centrada en
los contenidos de las ciencias desde el punto de vista de
su enseñanza y aprendizaje, se soporta en fundamentos
científicos de la historia de la ciencia, la epistemología de
la ciencia y la sociología de la ciencia. Así lo constata Adúriz-Bravo
e Izquierdo (2002), quienes señalan “los referentes
epistemológicos de la didáctica de las ciencias han
ido tomando creciente distancia de la visión heredada,
instalándose primero en la llamada nueva filosofía de la
ciencia (Kuhn, Lakatos, Toulmin, Chalmers), que aún hoy
es muy citada, y moviéndose en los últimos años hacia
las visiones más actuales”. En este sentido, la referencia
a las herramientas conceptuales de la filosofía, la historia
y la sociología de la ciencia ocupa actualmente un lugar
central dentro de la didáctica de las ciencias y genera una
cantidad importante de líneas de investigación (Seroglou
y Koumaras, 2001).
Ahora bien, la historia de la ciencia es una de las líneas de
investigación de la didáctica de las ciencias, y es, precisamente,
uno de los temas a tratar en el presente artículo.
Ella, la historia de la ciencia, se considera un elemento
fundamental que debe ser tenido en cuenta, no solamente
en la elaboración de los programas académicos de las
diferentes disciplinas, sino muy especialmente en los procesos
de formación de profesionales docentes.
Fundación Universitaria del Área Andina
1 HISTORIA DE LA CIENCIA: UNA BREVE MIRADA
Tal como se describió en la fase introductoria, la didáctica
de las ciencias establece tres campos de estudio; se incluye,
aquí, la historia de la ciencia. Es menester destacar la
importancia que tiene la comprensión de la naturaleza
de las ciencias en la educación científica; entendida ésta
como “el conjunto de ideas metacientíficas con valor para
la enseñanza de las ciencias naturales” (Adúriz- Bravo,
2005). Así, el conocimiento de la naturaleza de la ciencia
es un metaconocimiento que surge de la reflexión sobre la
propia ciencia; su principal contribución a la naturaleza de
la ciencia proviene de la epistemología, en tanto reflexión
teórica por excelencia sobre la ciencia (Adúriz- Bravo,
2005). Este autor establece tres campos o ejes temáticos
de análisis de la naturaleza de la ciencia, los cuales son:
•El eje epistemológico que determina: qué es la ciencia y
cómo se elabora.
•El eje sociológico, que caracteriza la cuestión de cómo se
relaciona la ciencia con la sociedad y la cultura.
•Y el eje histórico, que responde a cómo cambia la ciencia
en el tiempo. Este último eje, se constituye en el objeto de
estudio del presente trabajo.
Ahora que se tiene ubicado el campo de la historia de la
ciencia en un contexto mucho más amplio, es preciso interrogarse
qué estudia la historia de la ciencia y cuál ha de
ser la intencionalidad del sujeto que se acerca a ella. Con
este fin, se potencia el rol y el desempeño profesional del
“profesional docente”, que hurga en medio del pasado
para fortalecer su acción presente como docente de una
disciplina dada o un conocimiento en particular.
En primer lugar, cabe argumentar que, cuando se alude
a la historia de la ciencia, se hace referencia al campo de
la historia que estudia el desarrollo temporal de los conocimientos
científicos y tecnológicos de las sociedades.
En palabras de Barona (1994), “la historia de la ciencia
tiene como objetivo de interés tanto los sucesos científicos
como los sucesos históricos, es decir, ese conjunto de
circunstancias en que se desarrolla la labor del científico”.
Campo del conocimiento científico transmitido fundamentalmente
a través de documentos escritos, los cuales
no siempre han permitido determinar el impacto que la
ciencia y la tecnología han tenido históricamente en la
cultura, la economía y la política. Impacto que, en ocasiones,
aparece descontextualizado, o dependiendo de
quien escribe: se asumen visiones que conducen a juicios
históricos erróneos.
En segundo lugar, en relación con la intencionalidad del
sujeto que se acerca a ella, Barona indica que el historia-