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Las Nieblas de Avalón

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Marion Zimmer Bradley <strong>Las</strong> <strong>Nieblas</strong> <strong>de</strong> <strong>Avalón</strong><br />

Libro IV El Prisionero en el Roble<br />

—Es precisamente así—dijo Kevin—. Como os dije cierta vez, señora: los días <strong>de</strong> <strong>Avalón</strong> han terminado. El<br />

Nazareno ha vencido: tendremos que a<strong>de</strong>ntrarnos más y más en las brumas, hasta no ser más que una leyenda<br />

y un sueño. ¿Queréis llevaros la Regalía Sagrada a esa tiniebla, protegiéndola cuidadosamente para el<br />

amanecer <strong>de</strong> otro día que jamás llegará? Aunque <strong>Avalón</strong> perezca, creo que los objetos sacros tienen que<br />

permanecer en el mundo, al servicio <strong>de</strong> lo divino, cualquiera que sea el nombre que se dé a los dioses. Y por<br />

lo que he hecho la Diosa se ha manifestado, al menos una vez, en ese otro mundo, <strong>de</strong> un modo que jamás<br />

será olvidado. El paso <strong>de</strong>l Grial será recordado, Morgana mía, cuando vos y yo seamos sólo leyendas para<br />

contar junto al fuego. No creo que eso sea en vano. Tampoco tendríais que pensarlo vos, que llevasteis ese<br />

cáliz. Y ahora haced conmigo lo que queráis.<br />

Morgana inclinó la cabeza. El recuerdo <strong>de</strong> ese momento <strong>de</strong> éxtasis y revelación, en que había ofrecido el<br />

Grial bajo la forma <strong>de</strong> la Diosa, la acompañaría hasta la muerte; para quienes habían experimentado esa<br />

visión la vida ya no volvería a ser la misma. Pero ahora tenía que enfrentarse a Kevin como Diosa<br />

vengadora, la Parca, la Cerda furiosa capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>vorar a su cría, el Gran Cuervo, la Destructora...<br />

No obstante, la Diosa había recibido mucho <strong>de</strong> él. Le tendió la mano... y se <strong>de</strong>tuvo, pues bajo los <strong>de</strong>dos vio<br />

otra vez lo que había visto antes: una calavera.<br />

«Está con<strong>de</strong>nado y ve su muerte. Yo la veo también... Pero no ha <strong>de</strong> sufrir ni será torturado. Dijo la verdad:<br />

ha hecho lo que la Diosa le or<strong>de</strong>nó y yo <strong>de</strong>bo hacer lo mismo.»<br />

Afirmó la voz antes <strong>de</strong> hablar. Se oyeron truenos lejanos.<br />

—La Diosa es misericordiosa. Llevadlo al robledal, corno ha sido or<strong>de</strong>nado, pero allí matadlo con celeridad,<br />

<strong>de</strong> un solo golpe. Enterradlo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l roble gran<strong>de</strong>, que en a<strong>de</strong>lante será evitado por todos los hombres.<br />

Kevin, último <strong>de</strong> los Mensajeros <strong>de</strong> la Diosa, te maldigo con<strong>de</strong>nándote a olvidarlo todo, a renacer sin<br />

sacerdocio y sin iluminación; que todo lo que hayas hecho en tus vidas anteriores que<strong>de</strong> borrado; que tu alma<br />

regrese a los que sólo han nacido una vez. Cien veces volverás, arpista Kevin, siempre buscando a la Diosa<br />

sin hallarla. Pero te digo que, finalmente, si Ella quiere volverá a encontrarte.<br />

Kevin la miró a los ojos, esbozando esa sonrisa dulce y extraña; luego dijo, casi en un susurro:<br />

—Adiós, pues, Dama <strong>de</strong>l Lago. Decid a Nimue que la amé... O tal vez se lo diga yo mismo. Pues creo que<br />

pasará mucho tiempo antes <strong>de</strong> que vos y yo nos reencontremos, Morgana.<br />

Otra vez un trueno lejano subrayó sus palabras. Morgana, estremecida, lo vio alejarse cojeando, sin mirar<br />

atrás, apoyado en los brazos <strong>de</strong> sus custodios.<br />

«¿Por qué me siento avergonzada? Fui misericordiosa. Podría haberlo hecho torturar. También a mí me<br />

consi<strong>de</strong>rarán débil y traidora por no haberlo hecho pedir a gritos la muerte... ¿Soy débil por no permitir que<br />

torturaran al hombre que una vez amé? ¿Será su muerte tan fácil que la Diosa busque venganza contra mí?<br />

Sea, aunque yo <strong>de</strong>ba enfrentarme a la muerte que no or<strong>de</strong>né para él.»<br />

Y contempló las nubes <strong>de</strong> tormenta con una mueca <strong>de</strong> dolor. «Kevin ha sufrido toda la vida. No sumaré a su<br />

<strong>de</strong>stino otra cosa que la muerte.» En el cielo estalló un relámpago. Morgana se estremeció... ¿O era solo el<br />

viento frío que se levantaba con la tormenta? «Así perece el último <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s Merlines, con la tempestad<br />

que ahora se abate sobre <strong>Avalón</strong>», pensó.<br />

Hizo un gesto hacia Niniana.<br />

—Id a ver que mi sentencia sea cumplida al pie <strong>de</strong> la letra. Que lo maten <strong>de</strong> un solo golpe y no <strong>de</strong>jen su<br />

cuerpo sobre tierra ni siquiera una hora.<br />

Vio que su compañera la observaba, como si todos supieran que él había sido su amante. Pero Niniana se<br />

limitó a preguntar:<br />

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