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Marion Zimmer Bradley <strong>Las</strong> <strong>Nieblas</strong> <strong>de</strong> <strong>Avalón</strong><br />
Libro IV El Prisionero en el Roble<br />
¿Qué quería <strong>de</strong>ciros?<br />
Morgana respondió con sinceridad, pero también con <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> no herir sus sentimientos, sabiendo que<br />
Maline le tenía miedo y resentimiento.<br />
—Hablamos <strong>de</strong> Accolon y <strong>de</strong> Uwaine. Pero las alacenas están casi vacías. Es preciso que Avalloch salga a<br />
cazar cerdos salvajes.<br />
En aquel momento se iluminó su mente y vio lo que tenía que hacer. Durante un instante permaneció<br />
petrificada, recordando las palabras <strong>de</strong> Niniana: «Accolon tiene que suce<strong>de</strong>r a su padre», y su propia<br />
respuesta... Viendo que Maline aguardaba, se dominó rápidamente.<br />
—Dile que tiene que salir en busca <strong>de</strong> cerdos salvajes hoy mismo, si es posible, a más tardar mañana. De lo<br />
contrario la harina se nos acabará muy pronto.<br />
—Se lo diré, madre. Le gustará tener una excusa para salir.<br />
Atribulada, recordó las palabras exactas <strong>de</strong> Avalloch: «El día que yo asuma el trono <strong>de</strong> este país no habrá<br />
tolerancia para quienes siguen aquí sólo porque mi padre no pue<strong>de</strong> olvidar que un día lució las serpientes.»<br />
Ésta era, pues, su misión: asegurarse <strong>de</strong> que Accolon sucediera a su padre, no por venganza ni por beneficio,<br />
sino por el antiguo culto que ambos habían <strong>de</strong>vuelto a la región. Uriens era anciano: podía vivir un año más.<br />
cinco. Ahora que Avalloch estaba enterado <strong>de</strong> todo, trabajaría con el padre Ian para socavar cualquier<br />
influencia que ellos pudieran ejercer: así se per<strong>de</strong>ría todo lo conseguido.<br />
«¿Tengo que <strong>de</strong>círselo a Accolon y <strong>de</strong>jar que actúe llevado por la ira?» Atribulada, todavía insegura, subió<br />
en busca <strong>de</strong>l joven, que estaba en el cuarto <strong>de</strong> su padre. Al entrar le oyó <strong>de</strong>cir:<br />
—Hoy Avalloch saldrá a cazar cerdos salvajes: la <strong>de</strong>spensa está casi vacía. Iré con él. Hace mucho tiempo<br />
que no cazo en mis colinas.<br />
—No —dijo Morgana, ásperamente—. Quédate con vuestro padre, que te necesitará. Avalloch tiene la ayuda<br />
<strong>de</strong> sus cazadores.<br />
«De algún modo tengo que explicarle lo que voy a hacer», pensó. Y <strong>de</strong> pronto se <strong>de</strong>tuvo. Si se enteraba <strong>de</strong> lo<br />
que estaba planeando no acce<strong>de</strong>ría jamás, salvo en el primer arrebato <strong>de</strong> cólera, al enterarse <strong>de</strong> lo que su<br />
hermano había dicho. «Y si es menos honorable <strong>de</strong> lo que creo, si aceptara participar en esto, caería sobre él<br />
la maldición <strong>de</strong> los fratricidas. Avalloch no es pariente mío. salvo por casamiento; no hay lazos <strong>de</strong> sangre<br />
que <strong>de</strong>shonrar, porque no he tenido hijos con su padre.»<br />
—Uwaine pue<strong>de</strong> quedarse con padre —dijo Accolon—. Si todavía le estáis aplicando cataplasmas en la<br />
herida, es quien <strong>de</strong>be quedarse junto al fuego.<br />
«¿Cómo hacerle enten<strong>de</strong>r? Tiene que mantener las manos limpias y estar aquí cuando llegue la noticia.<br />
¿.Cómo darle a enten<strong>de</strong>r que esto es importante, quizá lo más importante que pueda pedirle jamás?» La<br />
urgencia y la imposibilidad <strong>de</strong> expresar sus pensamientos dieron a su voz un tono áspero.<br />
—¿Quieres hacer lo que te pido sin discusiones, Accolon? Si he <strong>de</strong> aten<strong>de</strong>r la herida <strong>de</strong> Uwaine no tendré<br />
tiempo libre para tu padre, ¡y últimamente ha quedado en manos <strong>de</strong> los sirvientes con <strong>de</strong>masiada frecuencia!<br />
—«Y si la Diosa me acompaña, antes <strong>de</strong> que termine el día tu padre te necesitará más que nunca.» Volvió<br />
parcialmente la espalda a Uriens, a fin <strong>de</strong> que sólo Accolon pudiera verla, y se tocó la media luna azul <strong>de</strong> la<br />
frente, agregando—: Como madre te lo pido: obedéceme.<br />
Él la miró, <strong>de</strong>sconcertado, interrogante, con las cejas fruncidas:<br />
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