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Las Nieblas de Avalón

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Marion Zimmer Bradley <strong>Las</strong> <strong>Nieblas</strong> <strong>de</strong> <strong>Avalón</strong><br />

Libro IV El Prisionero en el Roble<br />

Gareth se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—Bueno, como no parece guardarte rencor, supongo que yo también tengo que perdonarte. Ya has visto lo<br />

gran<strong>de</strong> que es su corazón.<br />

—Sí —reconoció el menor, <strong>de</strong>licadamente—, es tan —al levantar la cabeza vio a Morgause—. Madre, ¿qué<br />

hacéis aquí? ¿En qué puedo serviros?<br />

—Sólo vine a saludar a Gareth. que no me ha dirigido la palabra en todo el día —dijo ella. El gigante se<br />

inclinó para besarle la mano—. ¿Con qué bando lucharás?<br />

—Junto a Gawaine, con los hombres <strong>de</strong>l rey, como siempre —respondió su hijo—. Tienes caballo para<br />

participar, ¿verdad, Gwydion? ¿Combatirás junto al rey? Po<strong>de</strong>mos hacerte un lugar.<br />

Gwydion respondió con una <strong>de</strong> sus enigmáticas sonrisas.<br />

—Ya que Lanzarote me ha hecho caballero, supongo que tendría que combatir junto a él y Accolon, en el<br />

bando <strong>de</strong> <strong>Avalón</strong>. Pero no voy a participar, Gareth.<br />

—¿Por qué? —inquirió éste—. Es lo que se espera <strong>de</strong> los caballeros recién armados. Galahad va a participar.<br />

¿Qué pensarán <strong>de</strong> ti? Que eres cobar<strong>de</strong> y rehuyes el combate.<br />

—He luchado en los ejércitos <strong>de</strong> Arturo lo suficiente para que no me importe lo que digan. Pero si quieres,<br />

pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cir que mi caballo está cojo y que no quiero empeorar su lesión. Es una excusa honorable.<br />

—Puedo prestarte uno —adujo Gareth, <strong>de</strong>sconcertado—. Si lo que buscas es una excusa, está bien. Pero ¿por<br />

que, Gwydion? ¿O tengo que llamarte Mordret?<br />

—Pue<strong>de</strong>s llamarme como gustes, hermano.<br />

—¿Quieres <strong>de</strong>cirme por qué elu<strong>de</strong>s el combate, Gwydion.<br />

—Sólo a ti puedo permitirte <strong>de</strong>cir eso —replicó el joven—. Pero te lo diré, ya que quieres saberlo: es por tu<br />

bien, hermano.<br />

Gareth frunció el entrecejo.<br />

—Dios, ¿qué quieres <strong>de</strong>cir?<br />

—Dios no me interesa mucho. —Gwydion bajó la vista suelo—. Como ya sabes... tengo el don <strong>de</strong> la<br />

vi<strong>de</strong>ncia.<br />

—Sí, ¿y qué? ¿Soñaste acaso que yo caería ante tu lanza?<br />

—No bromees.<br />

Morgause sintió que se le helaba la sangre en las venas al verla mirada que Gwydion clavaba en su hijo. Éste<br />

tragó saliva, corno si se le cerrara la garganta ante esas palabras.<br />

-—Me pareció verte... Estabas moribundo. Yo me arrodillaba a tu lado y no me hablabas... Y entonces supe<br />

que era por culpa mía que yacías sin vida.<br />

Gareth lanzó un silbido sordo. Pero luego <strong>de</strong>scargó una palmada en el hombro <strong>de</strong> su hermano adoptivo.<br />

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