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Marion Zimmer Bradley <strong>Las</strong> <strong>Nieblas</strong> <strong>de</strong> <strong>Avalón</strong><br />
Libro IV El Prisionero en el Roble<br />
—¡Dios nos salve <strong>de</strong> todo mal! —exclamó Ginebra.<br />
—Por supuesto, señora. Pero si no llega a ocupar el trono, ¿qué pasará?<br />
—Si Galahad muriera antes <strong>de</strong> llegar al trono (Dios lo proteja <strong>de</strong> todo daño) —dijo Arturo—. no me quedará<br />
alternativa.<br />
La sangre real es sangre real y la tuya lo es, por Pendragón y por <strong>Avalón</strong>. Si llega ese día, supongo que hasta<br />
los obispos preferirán verte en el trono a <strong>de</strong>jar este país en un caos corno el que temían a la muerte <strong>de</strong> Uther.<br />
Se levantó para poner las manos en los hombros <strong>de</strong> su hijo, mirándolo frente a frente.<br />
—Ojalá pudiera <strong>de</strong>cir más. hijo mío. Pero lo hecho, hecho está. Lamento <strong>de</strong> corazón que no hayas nacido <strong>de</strong><br />
mi reina.<br />
—También yo —se sumó Ginebra, levantándose para abrazarlo.<br />
—De cualquier modo no te trataré como a un vulgar plebeyo -—continuó Arturo—. Eres hijo <strong>de</strong> Morgana,<br />
Mordret, duque <strong>de</strong> Cornualles y caballero <strong>de</strong>l gran rey: serás la voz <strong>de</strong> la mesa redonda entre los reyes<br />
sajones. Tendrás la facultad <strong>de</strong> dictar justicia y <strong>de</strong> cobrar mis impuestos, reteniendo la porción a<strong>de</strong>cuada para<br />
mantener la casa que correspon<strong>de</strong> al canciller real. Y si lo <strong>de</strong>seas, te autorizo a casarte con la hija <strong>de</strong> uno <strong>de</strong><br />
esos reyes; <strong>de</strong> ese modo tendrías una corona, aunque no here<strong>de</strong>s la mía.<br />
Gwydion se inclinó en reverencia.<br />
—Sois generoso, señor.<br />
«Sí —pensó su madre—, y <strong>de</strong> ese modo lo mantiene don<strong>de</strong> no moleste hasta que tenga necesidad <strong>de</strong> él.»<br />
Luego levantó la cabeza.<br />
—Ya que sois tan generoso con mi hijo, Arturo, ¿puedo abusar nuevamente <strong>de</strong> vuestra bondad?<br />
Aunque <strong>de</strong>sconfiado, el rey dijo:<br />
—Pi<strong>de</strong> algo que yo pueda otorgar, señora, y será un placer satisfacerte.<br />
—Habéis nombrado a mi hijo duque <strong>de</strong> Cornualles, pero aún es poco lo que sabe <strong>de</strong> aquellas tierras. He<br />
sabido que el duque Marco reclama todo el territorio. ¿Me acompañaríais a Tintagel para investigar el<br />
asunto?<br />
Arturo se relajó. ¿Esperaba acaso que volviera sobre el tema <strong>de</strong> Escalibur «No, hermano. Cuando tienda la<br />
mano hacia esa espada lo haré en mi tierra y en nombre <strong>de</strong> la Diosa.»<br />
—Ya no sé cuántos años llevo sin visitar Cornualles —respondió Arturo—. y no puedo partir hasta pasado el<br />
solsticio <strong>de</strong> verano. Pero si permanecéis en Camelot como huéspe<strong>de</strong>s míos, iremos juntos a Tintagel. Y<br />
entonces veremos si el duque Marco u otro disputa nuestros <strong>de</strong>rechos. —Se volvió hacia Kevin—. Y ahora,<br />
basta <strong>de</strong> asuntos elevados. No podría pedirte que cantaras ante toda mi corte, señor Merlín, pero te ruego una<br />
canción aquí, en mis habitaciones y sólo para mi familia.<br />
—Será un placer —dijo Kevin—, si mi señora Ginebra no se opone.<br />
Como la reina guardó silencio, acercó el arpa a su hombro para tocar.<br />
Morgana escuchaba en silencio junto a Uriens. Gwydion también, cogiéndose las rodillas con las manos,<br />
hechizado Uriens prestaba una atención cortés. Por un momento Morgana buscó los ojos <strong>de</strong> Accolon,<br />
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