08.05.2013 Views

Las Nieblas de Avalón

Las Nieblas de Avalón

Las Nieblas de Avalón

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Marion Zimmer Bradley <strong>Las</strong> <strong>Nieblas</strong> <strong>de</strong> <strong>Avalón</strong><br />

Libro IV El Prisionero en el Roble<br />

16<br />

Ginebra, con los ojos muy abiertos en la oscuridad, esperaba oír las pisadas <strong>de</strong> Lanzarote. pero pensaba en<br />

Morgause. que había sonreído casi lascivamente al murmurar:<br />

—Ah, querida, ¡cómo os envidio! Cormac es un joven apuesto y muy fogoso, pero no tiene la gracia ni la<br />

belleza <strong>de</strong> vuestro amante.<br />

Ginebra, con la cabeza gacha, no había respondido. ¿Quién era ella para <strong>de</strong>spreciar a Morgause, si estaba<br />

naciendo lo mismo? Pero era peligroso; el domingo anterior, el obispo había predicado sobre el gran<br />

mandamiento contra el adulterio, que estaba en las mismas raíces <strong>de</strong>l modo <strong>de</strong> vida cristiano.<br />

No era el cuerpo <strong>de</strong> Lanzarote lo que <strong>de</strong>seaba. En realidad, era raro que la poseyera <strong>de</strong> ese modo que era<br />

pecado y <strong>de</strong>shonor, salvo en aquellos primeros años en que contaban con la aquiescencia <strong>de</strong> Arturo, para ver<br />

si Ginebra podía dar un here<strong>de</strong>ro al reino. Había otras maneras <strong>de</strong> encontrar placer que parecían menos<br />

pecaminosas, menos transgresoras <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos maritales <strong>de</strong> Arturo. Y aun así, lo que más <strong>de</strong>seaba era<br />

estar con él, más con el alma que con el cuerpo. ¿Cómo podía un Dios <strong>de</strong> amor con<strong>de</strong>nar ese auténtico amor<br />

<strong>de</strong>l corazón?<br />

Se oyó una pisada ligera en la oscuridad.<br />

—¿Lanzarote? —susurró.<br />

—No.<br />

La confundió el <strong>de</strong>stello <strong>de</strong> una pequeña lámpara en la oscuridad. Por un momento creyó ver la cara amada,<br />

nuevamente joven. Luego comprendió <strong>de</strong> quién se trataba.<br />

—¿Cómo te atreves? Mis mujeres no están lejos. Puedo gritar y nadie creerá que te hice venir.<br />

—Quieta —or<strong>de</strong>nó él—. Hay un puñal en vuestro cuello, mi señora. —Y mientras Ginebra se encogía,<br />

aferrada a las sábanas dijo—: Oh, no os ufanéis, señora; no he venido a violaros. Vuestros encantos son<br />

<strong>de</strong>masiado rancios para mí y han sido pala<strong>de</strong>ados en exceso.<br />

—Basta —dijo una voz ronca en la oscuridad—. ¡No te burles <strong>de</strong> ella, hombre! Sucio asunto éste <strong>de</strong> espiar<br />

en alcobas. ¡Ojalá no lo hubiera aceptado! Quietos, todos, y escon<strong>de</strong>os en los rincones.<br />

Con los ojos ya adaptados a la penumbra, Ginebra reconoció la cara <strong>de</strong> Gawaine y. más allá, una silueta<br />

familiar.<br />

—¡Gareth! ¿Qué haces aquí? —preguntó con tristeza—. Creía que eras el mejor amigo <strong>de</strong> Lanzarote.<br />

—Y lo soy —respondió, ceñudo—. He venido para que sólo se haga justicia con él. Ése —señaló a Gwydion<br />

con un gesto <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñoso— querría cortarle el cuello y <strong>de</strong>jar que se os acusase <strong>de</strong> asesinato.<br />

—Quedaos quieta —or<strong>de</strong>nó Gwydion. La luz se apagó. Ginebra sintió el pinchazo <strong>de</strong>l puñal en el cuello—.<br />

Si pronunciáis un solo sonido para darle aviso, señora, acabaré con vos aunque <strong>de</strong>ba asumir el riesgo <strong>de</strong><br />

explicar el porqué a mi señor Arturo.<br />

La punta se clavó hasta que Ginebra, con un gesto <strong>de</strong> dolor, se preguntó si le habría hecho sangre. Oía leves<br />

ruidos: roce <strong>de</strong> prendas, tintineo <strong>de</strong> armas velozmente apagados. ¿Cuántos hombres habían llegado para esa<br />

emboscada? Se retorció las manos, <strong>de</strong>sesperada. Si al menos pudiera advertir a Lanzarote... Pero se<br />

encontraba como un animal en la trampa, in<strong>de</strong>fensa.<br />

144

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!