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Mitos y leyendas del agua en el Perú<br />
Para usufructuar mejor el producto, la zona fue poblada de explotadores y comenzó la<br />
convivencia. Rápidamente el mestizaje y las nuevas costumbres fueron parte de la idiosincrasia<br />
de estos pueblos, construyeron sus templos y la adoración a la Pachamama, al sol y a la naturaleza,<br />
fue reemplazada por las imágenes. Se habían cristianizado.<br />
El templo era la ambición de muchos. Se dice que emplearon mucho oro en su construcción.<br />
La custodia era espléndida. El retablo contenía adornos de precioso metal y cuando los<br />
cirios se encendían, éste duplicaba la iluminación de las débiles mechas. La llave de la puerta<br />
fue también fabricada de oro y la cadenita de la que prendía era tan gruesa que tenía un peso<br />
admirable. Esta joya fue entregada al sacristán a quien se le responsabilizó de lo que ocurriera<br />
con ella.<br />
— Sacristán: esta llave ha sido hecha de oro puro para abrir la puerta de nuestro sagrado<br />
templo. Usted es el responsable de lo que ocurra. No debe desaparecer ni de día ni de<br />
noche, usted es el guardián perpetuo de este tesoro.<br />
— Juro que cumpliré con mi compromiso.<br />
Un domingo, muy temprano, las campanas de la capilla de Posic echaron al vuelo sus inarmónicos<br />
tonos, llamando a los fieles a la Santa Misa. El pueblo acudió presto a oír el sermón<br />
del día. En el momento de la Eucaristía, un aldeano irrumpió el santo sacrificio y desesperado,<br />
casi sin poder hablar por la agitación, advirtió a los presentes:<br />
— ¡Pronto escapen, los infieles atacan el pueblo!<br />
Se escuchó un extraño ruido en las inmediaciones de la población. Parecía una estampida.<br />
Gritos de guerra de raras voces, se acercaban a la plaza. Los fieles miraron por la puerta de<br />
acceso al templo y vieron absortos que las tribus salvajes que habitaban el otro lado del río<br />
Guambo, atacaban el poblado. Los gritos desesperados de mujeres y niños que pretendían<br />
escapar de la furia de los invasores inundaron el tranquilo cielo de Posic. El cura, al ver el sal-<br />
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