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Mitos y leyendas del agua en el Perú<br />

La triste nueva pronto se comunica a Huacachina, la bella princesa de los ojos hechiceros,<br />

quien alocada, desesperada, al amparo de las sombras que se vienen, huye sin que lo adviertan<br />

sus padres entre los cerros y cuchillos de arena, hasta caer postrada, abatida, jadeante, sudorosa,<br />

con el llanto que desbordándose del manantial inagotable de sus olas, caían en las arenas que<br />

como pañuelos de batista se extendían más allá de la Huega.<br />

Las lágrimas ruedan y siguen rodando muchos minutos, numerosos días; tiempo tal vez<br />

incontable para ella, de sus ojos inyectados por el dolor y cuando el hambre, el dolor, la tristeza,<br />

la desventura rompen el frágil cristal de su alma y la vida huye y se aleja veloz; esas abundantes<br />

lágrimas, absorbidas por las candentes arenas, surgen a flor de tierra en el inmenso hoyo<br />

amurallado por las arenas superpuestas, después de haberse saturado con las sustancias de la<br />

entraña de la tierra, que las devuelve por no poder resistir el contagio del inmenso dolor.<br />

En el día, las verdes aguas pardosas se evaporan en pequeña cantidad hacia los cielos,<br />

como si fueran llamadas por los dioses para aprender del dolor y se cuenta que todavía en<br />

las noches, cuando las sombras y el silencio han empujado a la luz, al ruido, sale la princesa,<br />

cubierta con el manto de su cabellera que se plisa u ondea en su cuerpo; con ese manto negro,<br />

muy negro, pero menos oscuro que su alma, para seguir llorando su llanto de ausencia y de pesadumbre,<br />

algunas de cuyas gotas todavía se descubren en la mañana, en los primeros minutos<br />

de la luz, hasta sobre los raros juncos que a veces brotan en la orilla de oquedad. Se ven sobre<br />

las innumerables hojas rugosas del toñuz tendido en sus ocios y se perciben sobre cada uno<br />

de los dientes de las hojas peinadas del viejo algarrobo, que extiende sus ramas levantándose<br />

sobre la cama de arena para pedir a los cielos, piedad y consuelo, destinados a la princesa de la<br />

dicha rota, del ensueño deshecho, del paraíso trunco.<br />

Fuente escrita: Relato recopilado de la Revista del Museo Regional de Ica N˚ 4, Año 1951.<br />

Escolar: Ursula Andrea Pilco Latorre, 10 años; Wanchaq, Cusco.<br />

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