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Documento completo - InfoAndina

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Por fin llegó el agua del río Huancané a la plaza principal de Hatun Soras, a los pies del<br />

noble, de la doncella y de toda su corte. Al frente, el mancebo y sus cientos de trabajadores,<br />

con los rostros desencajados, las ropas raídas, la mayoría sin ojotas, unos con los chullos a la<br />

pedrada, otros con una bola de coca en una de sus mejillas, todos los hombres y mujeres con<br />

los bordes de sus labios con un verdor petrificado por el zumo de la coca. El mozo dice: “Mi<br />

noble señor he cumplido con vuestro deseo y espero que usted cumpla conmigo”.<br />

Todos esperaban con ansiedad la aceptación del noble, para irrumpir en hurras y llenar ese<br />

orgullo Inca. Con las pocas fuerzas que les quedaban sucedió lo inesperado. El noble, tomando<br />

aire profundamente, respondió con un rotundo ¡No!, ¡No! y ¡No!: “No te daré a mi hija por<br />

esposa y el agua ya está aquí, ya no puedes hacer nada”. El mozo se quedó petrificado, su gente<br />

se miraba entre sí con lágrimas en los ojos ante tremenda tragedia.<br />

Entonces aconteció un hecho increíble: el mozo, el mancebo, el príncipe hijo del cacique<br />

de Hanan Soras, invocando al dios Wiracocha y al dios del Agua Wari, al tiempo que daba latigazos<br />

al agua, lanzó gritos tan fuertes que retumbaron en los cuatro lados de la plaza: ¡Cutiy!<br />

¡Cutiy! ¡Cutiy! (¡regresa! ¡regresa!, ¡regresa!), y sucedió lo increíble... El agua regresó por el<br />

mismo cauce, cual gigante anaconda pero humillada ¡Oiga!; castigada hasta la bocatoma del<br />

río Huancané.<br />

Cuenta la tradición de boca en boca, que durante el recorrido el mozo y su numerosa<br />

gente iban junto al agua a Hatun Soras bailando y cantando los alegres Harawis; pero, después<br />

del triste desenlace, todo era soledad. Por las noches se oía el aullido de perros y melancólicos<br />

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