Documento completo - InfoAndina
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La generosa motela<br />
E<br />
n la segunda quincena de agosto de 2000, el verano ardía en toda la región, tal como viene<br />
sucediendo desde hace algunos años. Y se mostraba, cada vez más ardiente y fiero. Los<br />
días transcurrían tórridos y sofocantes, secando la vida. Las noches, además de su calentura y<br />
de su espesa y misteriosa negrura, eran oscurecidas, aún más, por nubarrones de fastidiosos y<br />
sanguinarios zancudos.<br />
El Atuncaño, antes torrentoso y bravío, padecía de sequedad y se había convertido en<br />
un innavegable e imbebible cañito. La cocha brava de Izana, despensa acuífera y de peces que<br />
alimentaba a la gente de El Boyador, sufría progresivo calentamiento, los peces empezaban a<br />
morir, olían mal; en los árboles y ramajes de la orilla de la cocha se peleaban los gallinazos<br />
disputándose los putrefactos peces; otras aves migraban en un adiós, al parecer, sin retorno,<br />
del quemante verano. La superficie gris y brillosa de las playas crecía y crecía, cual boa mama,<br />
alejando al caserío del soberano Amazonas.<br />
En las madrugadas las panguanas emitían suplicantes y tristes ayes. Las coloridas pinshas,<br />
desde las copas de corpulentos árboles de lupunas y capinurís, con el picazo encorvado y abierto<br />
hacia los cielos, imploraban agua. Las chicharras, muy puntuales, a las seis del amanecer y de<br />
la tarde, chirreaban desesperadas. Los sembríos de las chacras amarilleaban por falta de agua y<br />
ponían en peligro las esperadas cosechas.<br />
Las Fiestas Patrias, que en el caserío se celebraban con bonitas programaciones, no tuvieron<br />
la alegría de años anteriores, porque no había agua buena para hacer ni el sabroso masato<br />
ni la espumante chicha. La escuela, conforme pasaban los días, tenía menos alumnos porque<br />
iban a los bosques a buscar el agua de las sogas buenas. La profesora Selvita no podía desarrollar<br />
sus clases por el calor y la inasistencia de alumnos.