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L E Y E N D A G A N A D O R A<br />

La eternidad del lago sagrado<br />

E<br />

se día el cielo se cayó varias veces, es decir, muchos mares se derrumbaron sobre el altiplano<br />

del sur peruano. No se sabe con certeza la fecha de estos sucesos, tampoco de las<br />

noches y los días que estuvo roto el cielo, lo que sí se sabe con toda seguridad es que una vez<br />

que el cielo se tranquilizó, las pocas gentes que sobrevivieron veían con temor la inmensidad<br />

de las aguas que cubrían el altiplano; en realidad, era poca la tierra que se podía divisar y sobre<br />

esa especie de islas las personas apenas vivían.<br />

Tuvieron que pasar muchas lluvias y lunas hasta que el gran lago empezara a tomar forma<br />

de felino-pez y la gente comenzara a tenerle respeto, especialmente porque entre esa gente vivía<br />

la awicha Antuca, una anciana que se pasaba los días anunciando los misterios y sitios ocultos<br />

que tenía el lago. Entre los misterios que mencionaba la awicha estaban, por ejemplo, los<br />

poderes curativos del lago.<br />

Decía que si las personas querían permanecer jóvenes de una manera prolongada, tenían<br />

que ir a orillas del lago antes de que amaneciera y lavarse en el agua que se confundía con la<br />

rara brisa que a esa hora había. La awicha decía esas cosas y nadie podía dudar, por eso muchos<br />

iban antes del alba hasta las orillas del lago y se lavaban tal como ella había mencionado.<br />

Pasaba un buen tiempo y las personas se contemplaban en las azules aguas del lago y podían<br />

ver que en verdad se mantenían jóvenes a pesar aún de que ya contaban con más de sesenta<br />

años; no veían en su rostro ninguna arruga y ninguna mancha ni nada por el estilo.<br />

Pero un día la awicha se puso muy triste después de haber estado leyendo por horas en su<br />

coca. Llamó a los hombres del lugar y les dijo que se venía algo realmente increíble, algo que<br />

no podía creérselo ella misma, pero que la coca no mentía. Cuando estuvieron los hombres<br />

y mujeres y niños alrededor de la anciana, ella empezó a decirles, casi entre lágrimas y con la<br />

coca entre sus manos, lo siguiente: “Este lago azul en toda su inmensidad, transparente como

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