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Mitos y leyendas del agua en el Perú<br />
que esta lluvia sería muy fuerte y que había que protegerse de la mejor manera ya que uno<br />
nunca sabía cuánto tiempo iba a durar la caída de aguas celestes. Pero una vez que todos se<br />
escondieron y esperaban pacientemente la caída de la lluvia, ésta no empezaba, no comenzaba<br />
lo que todos creían algo ya anunciado igual que cientos de veces. Entonces, un raro viento apareció<br />
y las nubes empezaron a alejarse y el cielo se volvió azul y aquella tarde se fue la lluvia del<br />
lugar y nadie se explicó qué estaba pasando, fue entonces que la awicha apareció nuevamente<br />
debido a que muchos fueron a buscarla hasta su choza y allí la encontraron, estaba muy seria y<br />
con la mirada puesta en la inmensidad del lago, las aguas se movían en un lento vaivén.<br />
El mismo hombre que hizo la pregunta que no había contestado la awicha en una reunión<br />
anterior –al parecer era el más curioso de todos– volvió a preguntar: ¿Dinos Antuca, qué es lo<br />
que está pasando ahora? Entonces la awicha sacó su istalla y la extendió nuevamente para enseguida<br />
poner la coca y empezar a decir: “Estos son los primeros anuncios de las cosas que se<br />
vienen, el lago se está volviendo cada vez más pequeño, como ustedes se habrán podido dar<br />
cuenta, las plantas no crecen igual que antes y la pesca no tiene los mismos peces que hace un<br />
buen tiempo atrás tenían, la abundancia y el tamaño han desaparecido por <strong>completo</strong>, y esto<br />
seguirá así hasta que ya no haya nada, ni siquiera la misma agua, como les había dicho la anterior<br />
vez, fíjense ustedes, de todos estos sucesos sólo hay un culpable: ¿quién es? Dijo otra vez,<br />
apresurado, el hombre de las preguntas. Bueno, eso es lo más trágico, el culpable no sólo eres<br />
tú, somos todos, toditos los que estamos aquí, nuestros hijos serán más culpables todavía. Fue<br />
entonces que todos se miraron entre sí y, con preocupación, empezaron a preguntarse y a murmurar<br />
una gran cantidad de cosas, como por ejemplo “la Antuca debe estar loca”, “la Antuca<br />
ya se está equivocando”, “la Antuca ya no puede leer bien la coca”, “nosotros qué podríamos<br />
hacerle a este inmenso lago”; o, finalmente, “son cuentos las cosas que dice la Antuca”, y luego<br />
de un largo bullicio el hombre de las preguntas se volvió hacia la awicha y dijo: ¿estás segura<br />
de lo que dices Antuca? La anciana movió las hojas de coca y concluyó, diciendo: las cosas que<br />
digo ya están dichas, pero si no me creen, solo esperen un poco más, de aquí a unos cuantos<br />
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