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Prólogo ¿Una novela catalana de vampiros?. Éso puede resultar ...

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Blandiendo el látigo con peculiar <strong>de</strong>streza comenzó a flagelar las blancas carnes <strong>de</strong> los<br />

presos. Las sacerdotisas no podían soportar aquel castigo. Cuando el largo cuero <strong>de</strong>sgarraba<br />

su hermosa piel comenzaron a dar fuertes alaridos y, por ello, el Gran Maestro las infundía<br />

valor mientras se contenía por el dolor que también recibía.<br />

- Soportad con paciencia esta prueba que el gran Shub-Niggurath nos ha enviado,<br />

queridas amigas. No olvidéis que cuando llegue nuestra hora seremos recompensados por<br />

haber sufrido en su nombre.<br />

A los soldados pareció gracioso el comentario <strong>de</strong>l Gran Maestro y volvieron a estallar<br />

en gran<strong>de</strong>s risotadas.<br />

- No reiréis tanto cuando el con<strong>de</strong> Estruch se alce <strong>de</strong> la tumba y <strong>de</strong>struya vuestras<br />

familias -amenazaba el viejo druida.<br />

- ¡Estás completamente loco, viejo! ¡El señor con<strong>de</strong> está muerto y bien muerto! ¡A estas<br />

horas se estará jugando una buena juerga con las diablesas <strong>de</strong>l Averno! -respondía entre<br />

carcajadas un soldado.<br />

El látigo <strong>de</strong>l verdugo no paraba <strong>de</strong> penetrar en las carnes <strong>de</strong> los presos, <strong>de</strong>jándolas<br />

enrojecidas por los surcos <strong>de</strong> sangre. Ahí quedaron inconscientes tras haber perdido el<br />

sentido por el dolor sufrido. El torturador, al terminar, se enorgullecía <strong>de</strong> su trabajo.<br />

- La faena bien hecha no tiene fronteras -comentaba ufano.<br />

- Hoy te has puesto las botas, verdugo. Apostaría cualquier cosa que te corres<br />

flagelando a la gente.<br />

- Sólo cuando flagelo a una chica bonita, soldado.... Y hoy he tenido cuatro. Para mí no<br />

pue<strong>de</strong> haber mejor dicha -aquel siniestro personaje estaba en lo cierto, su perversa mente sólo<br />

podía gozar <strong>de</strong> aquella forma y tras guardar escrupulosamente su látigo tuvo que ir a<br />

limpiarse en el barril <strong>de</strong> agua que tenía para enfriar los hierros can<strong>de</strong>ntes. Los soldados no<br />

paraban <strong>de</strong> reírse cuando le vieron en aquel estado. Pero al verdugo nada le importaba y no<br />

les hizo el menor caso.<br />

Al día siguiente los restos mortales <strong>de</strong> Don Guifred fueron llevados a la capilla <strong>de</strong>l<br />

castillo para celebrar la misa <strong>de</strong> cuerpo presente. La ceremonia nos emocionó mucho a Doña<br />

Núria y a mí ya que fue oficiada por el Obispo <strong>de</strong> Figueras, los frailes amanuenses <strong>de</strong> Puig<br />

<strong>de</strong>n Clos cantaron durante toda la ceremonia en homenaje al caballero <strong>de</strong>saparecido.<br />

Aún me parece recordar la primera vez que le vi al llegar a Llers: alto, distinguido y<br />

elegante. Comenté que no me hubiera importado casarme con él pese a la gran diferencia <strong>de</strong><br />

edad, porque el con<strong>de</strong> Estruch aún conservaba su encanto pese al paso <strong>de</strong> los años. Ahora<br />

todo había concluido y nunca más volveríamos a verle.<br />

En el panteón <strong>de</strong>l castillo fue enterrado junto a los nobles que anteriormente lo<br />

habitaron y cuya estirpe se extinguió en la lucha contra los musulmanes. Ahora pertenecía a<br />

los Estruch como pago <strong>de</strong> sus servicios a la patria <strong>catalana</strong>.<br />

- Aquí quisiera ser enterrada- comentó la con<strong>de</strong>sa al llegar al panteón. La gentil dama<br />

estaba tan conmovida que solicitó al Señor <strong>de</strong> Figueras la liberación <strong>de</strong>l Gran Maestro y las<br />

sacerdotisas.<br />

- Me dan pena -añadió dulcemente.<br />

- Son vuestras tierras y vuestra gente -contestó el noble. La guardia sacó <strong>de</strong> la<br />

mazmorra a los presos paganos y les expulsó <strong>de</strong>l castillo or<strong>de</strong>nándoles no volver nunca más.<br />

Parecía que este asunto había concluido si no fuera porque alguien temía aquellas palabras<br />

pronunciadas por el anciano druida pagano. Alguien tenía algo que ocultar y yo tuve miedo<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>senmascararle para no terminar asesinada como el noble Estruch, el cocinero árabe, la

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