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Prólogo ¿Una novela catalana de vampiros?. Éso puede resultar ...

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- Y tu buscas un hombre que te llene la bolsa <strong>de</strong> monedas <strong>de</strong> oro y <strong>de</strong> plata. Cómo ves,<br />

en esta vida todos buscamos algo...<br />

Marieta pareció compren<strong>de</strong>r.<br />

- Me estáis hablando <strong>de</strong> una transacción comercial ¿no?<br />

- Tú lo has dicho, Marieta.<br />

La joven aceptó encantada. Algo había en aquella relación que la fascinaba porque<br />

aquel caballero sin nombre era lo más lejano a los humil<strong>de</strong>s mozos <strong>de</strong>l pueblo. Era <strong>de</strong>cidido,<br />

sincero e iba siempre al grano, sin falsos ro<strong>de</strong>os.<br />

Estaba claro que ese misterioso noble buscaba una solución práctica para colmar las<br />

necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> ambos...<br />

- Entonces ¿a qué esperáis, caballero sin nombre? Yo soy vuestra y vuestra bolsa es<br />

mía....<br />

- ¡Sube a mi caballo! Te llevaré a tu casa....<br />

- A mi madre eso no le gustará....<br />

- No se enterará, soy muy buen trepador y no me costará llegar a tu alcoba...<br />

- ¿Treparéis las pare<strong>de</strong>s por mí? No sabéis cuanto me excita...<br />

De un salto la ruda moza subió a la grupa <strong>de</strong>l caballo. Galopando a toda velocidad<br />

llegaron a la masía dón<strong>de</strong> Assumpta la estaba esperando impacientemente.<br />

La quesera regañó a su hija, cómo <strong>de</strong> costumbre, mientras que la veleidosa Marieta<br />

soportaba con paciencia las broncas <strong>de</strong> la mujer que le dio el ser. Terminadas las<br />

reprimendas, la juvenil campesina subió a su alcoba. rápidamente para abrirle la ventana al<br />

<strong>de</strong>sconocido caballero.... Afuera no había nadie.<br />

La muchacha se quedó maravillada por la ausencia <strong>de</strong> su inesperado amante.<br />

Una espesa bruma envolvía la solitaria casa, sorprendiendo aún más a la coqueta<br />

moza porque durante el mes <strong>de</strong> agosto, con aquel sofocante calor, no era corriente la<br />

aparición <strong>de</strong> niebla por aquellas montañas.<br />

Decepcionada, regresó a la habitación.<br />

El misterioso caballero la estaba esperando. Marieta se asustó al verle allí sentado:<br />

- ¿Qué hacéis aquí? ¿Por dón<strong>de</strong> habéis entrado? -preguntó extrañada.<br />

- Me he filtrado por las pare<strong>de</strong>s... -respondió el caballero con sorna.<br />

- ¿No seréis un fantasma? -volvió a preguntar Marieta, muy sorprendida por<br />

encontrarle allí sin verle entrar por la ventana. Pero aquel noble tenía respuesta para todo:<br />

- Los fantasmas no ar<strong>de</strong>n <strong>de</strong> amores....<br />

El canto <strong>de</strong>l gallo anunciaba los primeros rayos <strong>de</strong> sol en la masía <strong>de</strong> Los Estanys y,<br />

como cada mañana, Assumpta la quesera comenzó sus quehaceres or<strong>de</strong>ñando las cabras.<br />

La buena mujer se extrañó <strong>de</strong> que su hija no se había levantado para ayudarla, ya que<br />

si era moza veleidosa y ligera con los hombres en cambio era cumplidora con sus<br />

obligaciones.<br />

Marieta también tenía su lado bueno. Era hacendosa y trabajadora como la que más.<br />

Por eso, Assumpta se extrañó al no verla aquella mañana cumpliendo con sus obligaciones.<br />

¿La habrá pasado algo? ¿Se habrá puesto enferma?<br />

La bondadosa quesera se encontró huellas <strong>de</strong> herraduras <strong>de</strong> caballo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la<br />

masía, muy cerca <strong>de</strong> la ventana <strong>de</strong> su hija.. ¿Tendrá un amante Marieta? Pero lo más extraño<br />

fue encontrar en el suelo la ca<strong>de</strong>na con la efigie <strong>de</strong> la Virgen <strong>de</strong> Montserrat. Su niña jamás se<br />

separaba <strong>de</strong> ella y era muy <strong>de</strong>vota <strong>de</strong> la patrona <strong>de</strong> Cataluña.<br />

Subiendo las escaleras apresuradamente, la buena quesera se encontró a su hija

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