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Prólogo ¿Una novela catalana de vampiros?. Éso puede resultar ...

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encontraban hombres y mujeres <strong>de</strong> toda extracción social. Pero lo que más me llamó la<br />

atención fue que también habían personas <strong>de</strong> tiempos pasados, como si todos los tiempos se<br />

hubieran fundido en uno sólo.<br />

Aquello naturalmente me extrañó. Pero allí todo era paz, armonía y felicidad. La gente<br />

tan variopinta era muy amable y simpática. Yo no sabía que hacía en medio <strong>de</strong> tan plácido<br />

lugar, aunque sentía una sensación relajante, no podía también mostrar una cierta inquietud<br />

por las preguntas que me estaba haciendo a mi misma en aquellos instantes.<br />

Patricios romanos, filósofos griegos, comerciantes fenicios, cartagineses, egipcios,<br />

mesopotamios, hititas y bizantinos convivían en una perfecta armonía. Un amable fraile,<br />

campechano y sonriente, se me acercó no más verme. Era extraño, pero jamás le había visto<br />

aunque en cierto modo me resultaba muy familiar.<br />

- Isabel, mi niña... ¿qué te ha pasado? ¿también te asesinó el pérfido Benach? -me<br />

preguntó aquel religioso que no llegaba siquiera a los veinte años y tenía unas facciones muy<br />

atractivas..<br />

Le miré extrañada. No sé cómo, pero <strong>de</strong> mi garganta salió una dulce voz que le<br />

preguntó:<br />

- ¿Quién eres?<br />

- Soy tu viejo amigo el abad ¡claro! ¿cómo no había caido? No me reconoces tan<br />

joven... ¿No es maravilloso? ¡Aquí todos somos jóvenes!<br />

- ¡Abad! ¿qué hacéis en este lugar? ¿no habíais muerto? ¿y cómo es que aquí puedo<br />

hablar y escuchar vuestra voz?<br />

- Porque aquí nadie es sordomudo, todas las enfermeda<strong>de</strong>s terrenales <strong>de</strong>saparecen no<br />

más llegar a este maravilloso lugar.<br />

- No lo entiendo, abad. ¿Qué es este lugar tan extraño?<br />

- Estamos en el Más Allá, querida Isabel... Ya te habrán contado que tras nuestra<br />

muerte terrenal tenemos una nueva vida, sin problemas, ni angustias, ni enfermeda<strong>de</strong>s... ¿No<br />

es maravilloso?<br />

- ¿Decís que cuando morimos venimos a este lugar? Eso querrá <strong>de</strong>cir que yo he<br />

muerto también.<br />

- No me trates <strong>de</strong> vos, querida Isabel... Aquí no hay clases sociales, todos somos<br />

iguales y nadie es superior a los <strong>de</strong>más.<br />

- Efectivamente, Isabel -respondió una extraña voz a mis espaldas. Me volví intrigada<br />

y vi el rostro amable <strong>de</strong>l Gran Maestro, acompañado por sus cuatro sacerdotisas. También<br />

estaban el buen “lenyataire”, su mujer, sus hijos, los moros masacrados en Las Escaulas y,<br />

cómo no, Almodis y Rosetta. La pareja se veía ahora muy feliz.<br />

- ¡Oh, Isabel! ¡No pue<strong>de</strong>s imaginar cual es nuestra dicha! Estamos en la Alchenna.<br />

Otros le damos otro nombre,pero el lugar es el mismo para todos -me dijo la buena Rosetta,<br />

entrelazando la cintura <strong>de</strong> su compañero árabe.<br />

- Aquí no importan las razas, el credo, ni la clase social porque en éste lugar todos<br />

somos hermanos, querida amiga. Algún día conocerás este paraíso, buena Isabel, pero no<br />

ahora -me dijo el Gran Maestro.<br />

- ¿Por qué? -pregunté intrigada.<br />

- Porque aún no ha llegado tu hora, mi niña. Nuestro Señor en su infinita sabiduría te<br />

ha hecho venir aquí en premio a tu bondad. Necesitas saber que harás cosas gran<strong>de</strong>s en la<br />

tierra. La maldad se esparcirá por la Catalunya Vella y sólo un corazón puro cómo el tuyo<br />

podrá pararlo algún día.<br />

- ¿Yo? No entiendo...¿cómo una humil<strong>de</strong> campesina sordomuda pue<strong>de</strong> hacer algo tan

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