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Prólogo ¿Una novela catalana de vampiros?. Éso puede resultar ...

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<strong>de</strong>mostraros mi lealtad a vuestra corona.<br />

- ¡Bien dicho, capitán Benach!. Una vez terminado el enojoso asunto que os ocupa<br />

contaré con vos para la conquista <strong>de</strong> Murcia. El rey moro tendrá a quién temer <strong>de</strong> ahora en<br />

a<strong>de</strong>lante.<br />

Tras la conferencia se llegó a estos acuerdos y pasamos el resto <strong>de</strong>l día enseñando el<br />

castillo a Sus Majesta<strong>de</strong>s. Les ofrecimos una suculenta cena a la que asistió los con<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

Castelló-Empúries, el Señor <strong>de</strong> Figueras y <strong>de</strong>más personalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l condado. Juglares<br />

venidos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Barcelona amenizaron con sus baladas aquel banquete real y nos contaron<br />

bellas historias <strong>de</strong> amoríos y gestas caballerescas.<br />

Aquel fue para mí el día más feliz <strong>de</strong> mi vida. Los reyes eran gentiles y me trataron<br />

con mucha <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za y distinción.<br />

Avanzada la noche acudieron a sus aposentos para reposar por las fatigas <strong>de</strong>l día y a<br />

la mañana siguiente partieron <strong>de</strong> nuevo hacia Zaragoza, dón<strong>de</strong> les aguardaban nuevos<br />

asuntos <strong>de</strong> gobierno.<br />

Pasados algunos días más realicé un inesperado <strong>de</strong>scubrimiento. Yo no comprendía<br />

los motivos por los cuales el Gran Maestro y sus cuatro sacerdotisas había matado a los<br />

frailes <strong>de</strong> Puig <strong>de</strong>n Clos, ni cómo pudieron realizar una acción tan abominable siendo sólo un<br />

anciano con cuatro jovencitas <strong>de</strong> escasa fortaleza física.<br />

Porque efectivamente no fueron ellos quienes cometieron aquel sacrílego genocidio.<br />

Como he dicho antes, lo <strong>de</strong>scubrí cuando acudí en busca <strong>de</strong> un remedio para calmar unas<br />

fiebres <strong>de</strong> mi Señora y amiga Doña Núria.<br />

El capitán Benach y su siniestro verdugo discutían sobre aquella carta que el padre<br />

prior había enviado a Monseñor Bernat para informarle <strong>de</strong> la matanza en Las Escaules. La<br />

misiva jamás llegó a su <strong>de</strong>stino.<br />

- Todos nuestros enemigos han <strong>de</strong>saparecido, verdugo... pero sólo nos queda uno cuya<br />

i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong>sconocemos.<br />

- Aquellos frailes se resistieron valientemente a mis torturas, capitán. Debía ser<br />

alguien muy querido por ellos cuando pusieron tanto empeño en callar.<br />

- Habéis dado en el clavo, verdugo. Una persona muy querida por ellos vio cómo<br />

llevábamos los cadáveres <strong>de</strong> los moros a la cabaña <strong>de</strong> la montaña. Tenemos que estar<br />

vigilantes, verdugo, ningún enemigo es pequeño por insignificante sea su condición.<br />

- ¿Y qué haremos con él cuando lo <strong>de</strong>scubramos?<br />

- Lo mismo que con los <strong>de</strong>más... Le mataremos cómo matamos aquellos frailes intrusos<br />

y si conviene echaremos las culpas a otros, cómo hicimos con aquellos paganos. Así nos<br />

libramos <strong>de</strong> nuestros enemigos <strong>de</strong>jando a salvo nuestra honorabilidad...<br />

Cuando leí los labios <strong>de</strong>l aquel traidor y <strong>de</strong>scubrí toda su infamia un escalofrío<br />

recorrió todo mi cuerpo. Estaba aterrorizada por el horror y la crueldad <strong>de</strong> aquel vil<br />

personaje. Pero ¿qué pue<strong>de</strong> hacer una pobre sordomuda contra un soldado tan po<strong>de</strong>roso<br />

como el capitán Benach?<br />

Pálida y <strong>de</strong>macrada volví con mi señora. Doña Núria se alarmó al verme <strong>de</strong> aquella<br />

manera.<br />

- Criatura ¿qué te pasa? -me preguntó cariñosamente.<br />

No recuerdo nada más, todo me daba vueltas alre<strong>de</strong>dor y caí <strong>de</strong>smayada al suelo.<br />

No sé cómo explicarlo, pero cuando abrí <strong>de</strong> nuevo los ojos me encontré en un lugar<br />

extraño que jamás había visto. Era un gran salón tan largo que parecía no tener fin. Allí se

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