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Prólogo ¿Una novela catalana de vampiros?. Éso puede resultar ...

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- ¡Tenéis razón! Los animales muertos no tienen indicios <strong>de</strong> haber sufrido violencia<br />

alguna... No ha sido ningún lobo quién los ha matado. Entonces ¿qué hace esa gigantesca<br />

fiera en nuestros bosques?<br />

- Eso es lo más extraño, todo el mundo ha visto al lobo gigante pero nadie ha sido<br />

atacado... No es lógico, señora con<strong>de</strong>sa.<br />

El enigma parecía complicarse aún más y nadie tenía la clave para resolverlo.<br />

Los alargados cipreses <strong>de</strong> Los Estanys se erguían majestuosos en aquel plenilunio <strong>de</strong><br />

agosto.<br />

La infeliz Marieta había dormido todo el día mientras su madre realizaba los<br />

quehaceres <strong>de</strong> la casa. La buena Assumpta confiaba en po<strong>de</strong>r curar a su hija para que<br />

compartiera las duras labores <strong>de</strong>l campo. Des<strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> su marido, años atrás, toda la<br />

responsabilidad <strong>de</strong> educar a Marieta había caido sobre sus fatigadas espaldas. Assumpta<br />

creía estar fracasando en su misión <strong>de</strong> madre y añoraba la presencia <strong>de</strong> un hombre que<br />

supiera en<strong>de</strong>rezar a su extraviada niña.<br />

Al ponerse el sol la rústica montañesa cayó víctima <strong>de</strong> una fuerte <strong>de</strong>sesperación que<br />

alarmó a la quesera.. Un irrefrenable <strong>de</strong>sasosiego se había apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> su espíritu,<br />

aumentándole la fiebre y pali<strong>de</strong>ciendo aún más sus mejillas.<br />

Afuera se oía el profundo aullar <strong>de</strong>l lobo gigantesco que, según <strong>de</strong>cían en el pueblo,<br />

era hijo <strong>de</strong>l mismísimo Satanás.<br />

Assumpta en aquella situación no podía hacer otra cosa que rezar, pedirle al Gran<br />

Creador que le <strong>de</strong>volviera la salud a su única hija y que no se la llevara al reino <strong>de</strong> los<br />

muertos.<br />

- Si mi hija me falta ¿qué será <strong>de</strong> mí? -se <strong>de</strong>cía en su <strong>de</strong>sesperación.<br />

Marieta esperaba impacientemente la llegada <strong>de</strong> su galán, quién la había hecho per<strong>de</strong>r<br />

el entendimiento tras una ardiente noche <strong>de</strong> amor.<br />

Galopando en su corcel negro, el caballero llegó por segunda vez a Los Estanys para<br />

encontrarse con la bella campesina y reanudar su <strong>de</strong>sbordante pasión.<br />

El gigantesco lobo aulló aún más profundamente al percibir la presencia <strong>de</strong>l jinete,<br />

quién lanzando un potente grito espantó a la fiera que salió huyendo <strong>de</strong> aquel lugar a toda<br />

velocidad.<br />

Impetuosa, Marieta, <strong>de</strong> un salto, se levantó <strong>de</strong> la cama, abriendo la ventana para<br />

recibir ansiosamente al caballero que le había robado su corazón.<br />

Como por arte <strong>de</strong> magia, el <strong>de</strong>seado amante se transformó en una espesa niebla que<br />

levantándose por los aires llegó hasta la ventana <strong>de</strong> la ansiosa Marieta, quién la estaba<br />

esperando sumisamente recibiéndole cómo si fuera su único dios:<br />

- He aquí la esclava <strong>de</strong>l señor, hágase en mí según tu voluntad.<br />

La niebla se materializó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus ojos, convirtiéndose en su amado caballero,<br />

quién alzó los brazos para recibir el cuerpo <strong>de</strong> su adorada campesina.<br />

Con voz profunda que le llegaba al alma, el apuesto galán <strong>de</strong> las tinieblas, susurraba<br />

dulces palabras que calaban hondo en su corazón enamorado.<br />

- Esta noche seremos el uno <strong>de</strong>l otro, Marieta. Vamos a vivir nuestro amor eterno,<br />

apagando nuestra sed en el dulce cáliz <strong>de</strong> nuestros labios.<br />

Los amantes se fundieron en un caluroso abrazo. Marieta <strong>de</strong>scubrió entonces que<br />

aquel galán en el que <strong>de</strong>positó su amor no se reflejaba en el espejo <strong>de</strong> su alcoba y que su<br />

corazón no latía como el suyo.<br />

Pero ya era tar<strong>de</strong>.

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