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Prólogo ¿Una novela catalana de vampiros?. Éso puede resultar ...

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Capítulo 2<br />

Cuando el con<strong>de</strong> Estruch llegó al solitario castillo <strong>de</strong>l río Muga, en la falda <strong>de</strong> la Sierra<br />

<strong>de</strong> Mas Carreras, yo era entonces una joven doncella que sólo pensaba en contraer<br />

matrimonio. Ya he explicado antes que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi nacimiento me vi impedida <strong>de</strong>l don <strong>de</strong> la<br />

palabra y que mis oídos jamás escucharon sonido alguno. Pero esto no era impedimento para<br />

compartir los mismos sentimientos <strong>de</strong> las <strong>de</strong>más mozas <strong>de</strong>l pueblo.<br />

Mis padres eran humil<strong>de</strong>s leñadores que vivían <strong>de</strong> talar los bosques al servicio <strong>de</strong>l<br />

propietario <strong>de</strong> aquellas tierras. Las gentes <strong>de</strong> aquellas comarcas eran sencillas y carecían <strong>de</strong><br />

malicia. Comunicarme con ellas dada mi situación era tarea imposible pero con el tiempo<br />

conseguí ser consciente <strong>de</strong>l mundo que me ro<strong>de</strong>aba. Gracias a su caridad pu<strong>de</strong> soportar con<br />

paciencia las limitaciones que me había otorgado la naturaleza.<br />

En las afueras <strong>de</strong> Llers, en Puig <strong>de</strong>n Clos, había una comunidad <strong>de</strong> frailes amanuenses<br />

que se <strong>de</strong>dicaba a preservar las obras literarias que nos habían legado nuestros antepasados.<br />

Pu<strong>de</strong> hacerme amiga <strong>de</strong> aquellos frailes quienes me iniciaron en la lectura y en la escritura.<br />

Mi primer maestro, hombre <strong>de</strong> proverbial paciencia y caridad cristiana, se llamaba fray<br />

Bernat <strong>de</strong> Berga quién posteriormente se marchó a vivir a Barcelona ya que dada su gran<br />

sabiduría e inteligencia estaba llamado a empresas <strong>de</strong> mayor ambición e importancia.<br />

Yo era una <strong>de</strong> las pocos mujeres en toda la Cristiandad que supiera leer y escribir lo<br />

cual, en mi situación <strong>de</strong> sordomuda, podía consi<strong>de</strong>rarse como prodigioso. Aquellos libros me<br />

hablaban <strong>de</strong> mundos pasados, <strong>de</strong> pensadores <strong>de</strong> otros tiempos y otros lugares cuya obra<br />

había sobrevivido al paso <strong>de</strong> los siglos. Ahí encontré muchas veces aquella compañía que<br />

añoraba en mi vida real y una forma <strong>de</strong> enriquecer mi existencia, apartada <strong>de</strong> mi cruel<br />

<strong>de</strong>stino.<br />

Un día, cuando me dirigía a visitar a mis amigos los frailes, me crucé con el con<strong>de</strong><br />

Estruch cuando se dirigía por vez primera hacia su castillo. No más verme me dirigió una<br />

mirada <strong>de</strong> extrañeza que causó en mi honda impresión. A pesar <strong>de</strong> sus años conservaba aún<br />

un cierto atractivo viril. Su serena madurez le daba distinción y sus cabellos blancos le<br />

convertían en un caballero respetable. A juzgar por su presencia se adivinaba que en su<br />

juventud <strong>de</strong>bía haber sido un galán muy apuesto y atrayente. Doña Núria tenía unas<br />

facciones muy similares a las <strong>de</strong> su progenitor. Su cabello largo y ondulado caía como una<br />

catarata sobre su erguida espalda. Alta y distinguida, no obstante, atraía por su dulce mirada<br />

y su bondad. Pero sobretodo era una hija que se entregaba completamente en su amor hacia<br />

su venerable padre.<br />

Aquel maduro caballero me recordaba a un legendario héroe salido <strong>de</strong> las milenarias<br />

epopeyas que nos contaba Homero en su eterna prosa. Por eso su presencia <strong>de</strong>spertó en mi<br />

una enorme pasión a pesar <strong>de</strong> la gran diferencia <strong>de</strong> edad que había entre el con<strong>de</strong> Estruch y<br />

mi humil<strong>de</strong> persona. Des<strong>de</strong> luego, a pesar <strong>de</strong> esta contrariedad, no me hubiera importado<br />

<strong>de</strong>sposarme con él porque hubiera sido un compañero más enriquecedor que los jovenzuelos<br />

<strong>de</strong>l pueblo no más obsesionados en halagar su insignificante vanidad.<br />

Este fue mi primer encuentro con el nuevo Señor <strong>de</strong>l castillo y la impresión que me<br />

causó fue para mi dificil <strong>de</strong> olvidar con el largo paso <strong>de</strong> los años.<br />

Una vez instalado en su castillo, el con<strong>de</strong> Estruch <strong>de</strong>cidió informarse plenamente <strong>de</strong> la<br />

situación en que se encontraba el territorio que el monarca le había encomendado vigilar.<br />

El capitán <strong>de</strong> la guardia era un ser siniestro y traicionero llamado Jordi Benach. Largo

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