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Panorama Político
Derechos y Humanos
El Cronista Comercial, 12 de setiembre de 1979, Guicciardini 2
“Así lo proclamaban miles de volantes azules y blancos: los argentinos somos
derechos y humanos. El viernes 7, la alegría en las calles y Videla en el balcón
después de la victoria de Argentina en Japón se constituían en un hecho político al
responder, como en 1978, al desafío contra nuestra imagen.
“[...] Digamos mientras tanto que la acción de la CIDH viene precedida por
antecedentes que no permiten un gran optimismo en cuanto a la objetividad de sus
conclusiones.
“Habría que distinguir entre aquellos problemas de derechos humanos que, con
mayor o menor gravedad, se dan en todos los países del globo sin configurar empero
una situación totalitaria, opresiva, y aquellos otros casos en que un derecho humano no
es violado por un abuso o un error sino como consecuencia del sistema político en
vigencia.
“Los problemas de derechos humanos de la primera categoría deberían continuar
en manos de los Estados, puesto que estamos suponiendo por hipótesis que los Estados
en donde ocurren no son sistemas totalitarios y tiene, por lo tanto, mecanismos
adecuados de corrección. Los otros problemas, en cambio, son los que deberían servir
para denunciar y presionar al totalitarismo, que es el verdadero enemigo de los
derechos humanos. [...]
Se les podría proponer que:
Señalen los dos tipos de problemas con respecto a la violación de los derechos
humanos de los que habla el autor.
¿En cuál de los dos grupos de países colocarías a la Argentina de esa
época?¿Por qué? ¿Y la actual?
Fundamenten su respuesta con ejemplos de actualidad que le permitan hacer un
juicio sobre la situación de los derechos humanos en nuestro país
Si le ofrecemos a continuación la segunda parte del artículo podrá reconocer
dónde la ubica el autor y cuáles son los argumentos con los que sostiene su opinión,
al mismo tiempo que podrá confrontarla con su propia opinión.
“De ahí viene la pregunta: ¿Por qué a nosotros? ¿Por qué no en Cuba, por
ejemplo? El solo hecho de que la CIDH esté aquí y no en la Habana es, ya, toda una
definición. Una definición negativa, por supuesto.
“[...] Hace pocos días pudimos leer un editorial de The New York Times en el cual
a propósito del asesinato de Lord Montbatten, se decía redondamente que hay que
evitar la escalada represiva porque las democracias occidentales deben saber que no
podrían extirpar el terrorismo sin negarse a sí mismas; que, por lo tanto, tienen que
prepararse para tolerarlo y convivir con él. Esta es la conclusión práctica a la cual
conducen los errores doctrinarios inventariados en este artículo. Por evitarlos, por
obrar de otra manera, por creer que el derecho a la seguridad es un derecho humanos
que el Estado debe proteger, los argentinos recibimos hoy la visita de la CIDH. Esto es
lo malo. Que están aquí precisamente porque somos derechos y humanos.”
2 Éste era el pseudónimo con que Mariano Grondona firmaba estas columnas. ‘Guicciardini’ había sido un
historiador y político italiano contemporáneo de Maquiavelo y que como él, consideraba que si era necesario había
que usar la crueldad para mantener el dominio sobre el Estado, porque lo que importaba era el poder, no los medios
usados.