OM-50-I El Maestro OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV Nos enseña de ...
OM-50-I El Maestro OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV Nos enseña de ...
OM-50-I El Maestro OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV Nos enseña de ...
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
X<br />
dicen: «Les amamos.» Soy el único que no se lo cree. Cuando dicen: «Les<br />
amamos», yo entiendo: «¡Qué idiotas somos!» Sí, eso es lo que entiendo.<br />
Abraham amaba a Isaac, pero aceptó sacrificarle para <strong>de</strong>mostrar a Dios que<br />
Le amaba más que a su hijo. En realidad, siempre se ha presentado la cuestión<br />
<strong>de</strong> si amamos a Dios más que a nuestro hijo, pero los padres y las madres no<br />
sospechan que tal vez esa pregunta revista una gran importancia. Así pues,<br />
Dios quiso probar a Abraham y le pidió que sacrificara a su hijo. Vosotros<br />
diréis: «¿Cómo? ¿<strong>El</strong> Señor no era lo bastante clarivi<strong>de</strong>nte para conocer el<br />
amor <strong>de</strong> Abraham? ¿Necesitaba verificarlo?» No, el Señor sabía <strong>de</strong> antemano<br />
lo que haría Abraham_ veía su corazón, sus pensamientos, pero Abraham no<br />
sabía lo que era más fuerte en él, y era necesario que lo supiera. Por eso, Dios<br />
le sometió a esa prueba. Esa prueba no estaba <strong>de</strong>stinada a informar al Señor,<br />
sino al propio Abraham!.<br />
Por otra parte todas las pruebas que Dios nos envía nos sirven para<br />
conocernos. Porque somos nosotros los que no sabemos hasta qué punto<br />
somos resistentes, inteligentes, fuertes, buenos, generosos o débiles,<br />
estúpidos... <strong>Nos</strong> ilusionamos, diciendo: «He vencido esto, he vencido<br />
aquello... no amo más que al Señor.» Pero ante la más pequeña prueba<br />
capitulamos. No aceptamos que Abraham amase al Señor por encima <strong>de</strong> todo,<br />
y que admitiese que el Señor podía quitarle a su hijo, puesto que se lo había<br />
dado.<br />
Entonces, ¿por qué las madres no razonan así? Quieren salvar a sus hijos<br />
abandonando al Señor; piensan que es suficiente su protección para que estén<br />
protegidos. Pero, ¿que protección pue<strong>de</strong>n dar cuando ellas mismas, dando la<br />
espalda al gran Protector, no están protegidas? ¡Que orgullo, qué vanidad!<br />
Abraham era un Iniciado. No se rebeló contra la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l Señor y se<br />
preparó para sacrificar a su hijo. Y como Dios no es un monstruo sanguinario,<br />
en el último momento hizo sustituir a Isaac por un carnero. De esta manera<br />
Abraham supo hasta dón<strong>de</strong> llegaba su amor por el Señor, <strong>de</strong> qué sacrificio era<br />
capaz. Una madre que no está dispuesta a aceptar el mismo sacrificio que<br />
Abraham, primeramente no es una madre inteligente y en segundo lugar es<br />
<strong>de</strong>masiado orgullosa. ¿Cómo se atreve a imaginar que sabe mejor que el Señor<br />
si es necesario que su hijo viva o muera? Con una concepción tan vulgar <strong>de</strong>l<br />
amor no pue<strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ramente ayudar a su hijo, porque en lugar <strong>de</strong> llevar al<br />
niño hacia la luz, le aparta <strong>de</strong> ella. En su pensamiento, es su amor lo que está<br />
en primer lugar, su amor lo es todo. Un día pagará este error <strong>de</strong> una manera o<br />
<strong>de</strong> otra, porque no ha cumplido con su <strong>de</strong>ber. Su <strong>de</strong>ber era estar en el Cielo y<br />
llevar a su hijo con ella.<br />
No se <strong>de</strong>be jamás abandonar el Cielo por nadie: ni por un hijo, ni por una<br />
mujer, ni por un marido, porque solamente estando en el Cielo,<br />
simbólicamente hablando, po<strong>de</strong>mos hacerles el bien. Si <strong>de</strong>jáis la luz para<br />
complacer a alguien, no tendréis ni el Cielo ni la tierra, es <strong>de</strong>cir, no tendréis ni<br />
al Señor ni a esas gentes por las cuales habréis hecho tan gran<strong>de</strong>s sacrificios, y<br />
19