OM-50-I El Maestro OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV Nos enseña de ...
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sentencia terrible. La opinión <strong>de</strong> los niños es muy importante para mí porque<br />
ven, sienten, y olfatean la verdad.<br />
Cuando yo era alumno en el colegio <strong>de</strong> Varna, durante la guerra <strong>de</strong>l catorce<br />
al dieciocho, la mayoría <strong>de</strong> nuestros profesores habían tenido que irse al frente<br />
y teníamos sustitutos que venían por un cierto tiempo a damos clase. En un<br />
año, tuvimos sucesivamente dos profesores <strong>de</strong> matemáticas. Con relación al<br />
primero, apenas entraba en clase, se armaba un alboroto ensor<strong>de</strong>cedor: los<br />
alumnos comenzaban a reír, a gastar bromas... Todo lo que hacía para restablecer<br />
el silencio: gritar, gesticular, amenazar, era inútil... Iba incluso a buscar<br />
al director, pero cuando el director se marchaba, el alboroto y las risas volvían<br />
a empezar. Sin embargo, era amable y a mí me daba lástima y no comprendía<br />
por qué mis compañeros eran tan crueles. Un día, me sentí tan indignado por<br />
su actitud hacia el profesor, que en su ausencia tomé la palabra para <strong>de</strong>cirles<br />
que lo que hacían no era correcto. Estuvieron <strong>de</strong> acuerdo en enmendarse, y<br />
durante uno o dos días la cosa fue mejor. Pero <strong>de</strong>spués, el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n empezó <strong>de</strong><br />
nuevo. En realidad, se podría <strong>de</strong>cir que, por su manera <strong>de</strong> ser, era el propio<br />
profesor quien provocaba las reacciones <strong>de</strong> los alumnos, como si alguna cosa<br />
emanara <strong>de</strong> él que <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nara el alboroto y la hilaridad.<br />
Un día se fue y le sustituyó un buen hombre, bajito, que entraba en la clase<br />
muy <strong>de</strong>spacio, sin mirarnos; pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que aparecía, los alumnos se iban a su<br />
sitio en silencio y ya no se movían; ponía su cartera sobre la mesa, y<br />
comenzaba la lección con una voz tranquila. Nunca se encolerizaba, nunca nos<br />
amenazaba ni nos castigaba. Conocía perfectamente todo lo que nos <strong>enseña</strong>ba,<br />
no dudaba nunca y nos veíamos obligados a trabajar. En esta época, yo tenía<br />
quince o dieciséis años, y me sentí muy impresionado. Y este hombre<br />
insignificante, que exteriormente no tenía nada notable, quedó grabado en mi<br />
memoria. Lo que nos imponía, no era solamente su saber, sino también su<br />
presencia, lo que emanaba <strong>de</strong> él. En las escuelas, en las universida<strong>de</strong>s, se<br />
encuentran casos parecidos <strong>de</strong> profesores que inmediatamente, sin hacer nada,<br />
se imponen a los alumnos y a los estudiantes.<br />
También existen los yogis que viven en las selvas <strong>de</strong> la India, en medio <strong>de</strong><br />
tigres y <strong>de</strong> cobras sin que éstos osen nunca aproximarse a ellos para hacerles<br />
daño. Por su pureza, por sus virtu<strong>de</strong>s, esos yogis tienen vibraciones que los<br />
animales sienten, y por eso les respetan; mientras que a los otros, les saltan<br />
encima para picarles o <strong>de</strong>vorarles.<br />
Si la instrucción adquiere cada día más importancia se <strong>de</strong>be a que todos<br />
saben que gracias a ella podrán alcanzar el mejor empleo, la mejor<br />
remuneración. Y mientras tanto, se <strong>de</strong>scuida la educación porque no da<br />
ninguna <strong>de</strong> esas ventajas. Por el contrario, aquél que ha dado preferencia a las<br />
cualida<strong>de</strong>s morales casi siempre resulta suplantado por individuos astutos y<br />
sin escrúpulos. Por lo <strong>de</strong>más, es más difícil trabajar para mejorar el propio<br />
carácter que obtener diplomas universitarios.<br />
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