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OM-50-I El Maestro OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV Nos enseña de ...

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Los Iniciados saben que el ser humano es comparable a un reino cuyos<br />

habitantes son sus propias células, y <strong>de</strong>l cual, él es el rey. Desgraciadamente,<br />

en la mayoría <strong>de</strong> los casos, no es más que un rey <strong>de</strong>stronado que ha sido<br />

<strong>de</strong>rrotado por su pueblo, porque no ha sabido gobernar sabiamente: no ha<br />

comprendido que <strong>de</strong>bía educar a sus células para que todas ellas cumplieran<br />

correctamente su trabajo. En lugar <strong>de</strong> ejercer <strong>de</strong> monarca, se ocupaba en<br />

procurarse placeres <strong>de</strong> todas clases, y lo hacía tan bien, que no le quedaba<br />

tiempo para ocuparse <strong>de</strong> las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su pueblo. Mientras se encontraba<br />

sumido en sus activida<strong>de</strong>s inútiles o incluso a veces criminales, los que le<br />

ro<strong>de</strong>aban, sin darse cuenta <strong>de</strong> lo que ocurría, le admiraban, pero sus propias<br />

células le estaban espiando, sin que él pudiese escon<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> ellas, y un día las<br />

células <strong>de</strong>cidieron <strong>de</strong>stronar a ese soberano indigno.<br />

Nuestras células están vivas, son inteligentes, y nos vigilan. Como están<br />

siempre en comunicación con nosotros, no po<strong>de</strong>mos escapar a su vigilancia:<br />

los frau<strong>de</strong>s más nimios, las artimañas más insignificantes, quedan registrados<br />

en ellas, y algún tiempo <strong>de</strong>spués, siguen nuestro ejemplo. Las células se dicen:<br />

«¡Vamos! Bebamos, comamos y robemos: nuestro amo es como nosotras, y<br />

nosotras somos como él». Esto es lo que no se sabe: que nuestras células<br />

siguen nuestro ejemplo.<br />

Antes <strong>de</strong> lanzarse a la educación <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, cada uno <strong>de</strong>be ser el<br />

pedagogo <strong>de</strong> sus propias células, y <strong>de</strong>be saber que un pueblo al que su rey da<br />

un mal ejemplo, le imita, y ese pueblo es quien <strong>de</strong>spués le <strong>de</strong>strona. Mientras<br />

que si el rey da un ejemplo <strong>de</strong> bondad, <strong>de</strong> nobleza, <strong>de</strong> honestidad, sus células<br />

que le imitan hacen todo por sostenerle, se vuelven tan obedientes, tan<br />

radiantes, que su fulgor llega incluso a manifestarse en él exteriormente. Son<br />

esas radiaciones, esas emanaciones las que actúan sobre los seres humanos,<br />

sobre los animales e incluso sobre la vegetación.<br />

Lo que el hombre ha creado interiormente por su trabajo, sus meditaciones<br />

y su pureza, se refleja primero <strong>de</strong>ntro, en sus propias células, y <strong>de</strong>spués esas<br />

creaciones se manifiestan influyendo en los <strong>de</strong>más. Si no conocéis esta ley, no<br />

llegaréis nunca a la verda<strong>de</strong>ra realización, porque las cosas <strong>de</strong>ben crearse y<br />

organizarse interiormente antes <strong>de</strong> concretarse en el plano físico.<br />

No creáis que los buenos y malos ejemplos los dais sólo a los <strong>de</strong>más; los<br />

dais primero a vuestras células, y cuando ven que vivís en la anarquía, se<br />

manifiestan <strong>de</strong> la misma manera. y entonces, resulta imposible hacerlas<br />

obe<strong>de</strong>cer. En el momento que queréis impone ros, no os escuchan, y. por lo<br />

tanto os resulta imposible dominar vuestra sensualidad, vuestra cólera, vuestra<br />

glotonería, etc., mientras que si lográis ganar la confianza <strong>de</strong> vuestras células,<br />

podéis ejercer un gran po<strong>de</strong>r sobre ellas: si llegáis a encontraros en mal estado,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> algunos minutos <strong>de</strong> concentración os obe<strong>de</strong>cen, y volvéis a la paz<br />

y a la luz.<br />

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