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Camilo José Cela - La familia de Pascual Duarte - Letra Hispanica

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azotarme con ella por las mejillas, tal era su suavidad y su aroma: como a sol, y a<br />

tomillo, y a las frías gotitas <strong>de</strong> sudor que por el bozo le aparecían al sofocarse...<br />

El entierro, volviendo a lo que íbamos, salió con facilidad; como la fosa ya estaba<br />

hecha, no hubo sino que meter a mi hermano <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ella y acabar <strong>de</strong> taparlo con<br />

tierra. Don Manuel rezó unos latines y las mujeres se arrodillaron; a Lola, al<br />

arrodillarse, se le vetan las piernas, blancas y apretadas como morcillas, sobre la<br />

media negra. Me avergüenzo <strong>de</strong> lo que voy a <strong>de</strong>cir, pero que Dios lo aplique a la<br />

salvación <strong>de</strong> mi alma por el mucho trabajo que me cuesta: en aquel momento me<br />

alegré <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> mi hermano... <strong>La</strong>s piernas <strong>de</strong> Lola brillaban como la plata, la<br />

sangre me golpeaba por la frente y el corazón parecía como querer salírseme <strong>de</strong>l<br />

pecho.<br />

No vi marcharse ni a don Manuel ni a las mujeres. Estaba como atontado, cuando<br />

empecé a volver a percatarme <strong>de</strong> la vida, sentado en la tierra recién removida sobre el<br />

cadáver <strong>de</strong> Mario; por qué me quedé allí y el tiempo que pasó, son dos cosas que no<br />

averigüé jamás. Me acuerdo que la sangre seguía golpeándome las sienes, que el<br />

corazón seguía queriéndose echar a volar. El sol estaba cayendo; sus últimos rayos se<br />

iban a clavar sobre el triste ciprés, mi única compañía. Hacia calor; unos tiemblos me<br />

recorrieron todo el cuerpo; no podía moverme, estaba clavado como por el mirar <strong>de</strong>l<br />

lobo.<br />

De pie, a mi lado, estaba Lola, sus pechos subían y bajaban al respirar...<br />

-¿Y tú?<br />

-¡Ya ves!<br />

-¿Qué haces aquí?<br />

-¡Pues..., nada! Por aquí...<br />

Me levanté y la sujeté por un brazo.<br />

-¿Qué haces aquí?<br />

-¡Pues nada! ¿No lo ves? ¡Nada!<br />

Lola me miraba con un mirar que espantaba. Su voz era como, una voz <strong>de</strong>l más allá,<br />

grave y subterránea como la <strong>de</strong> un aparecido.<br />

-¡Eres como tu hermano!<br />

-¿Yo?<br />

-¡Tú! ¡Sí!<br />

Fue una lucha feroz. Derribada en tierra, sujeta, estaba más hermosa que nunca...<br />

Sus pechos subían y bajaban al respirar cada vez más <strong>de</strong> prisa. Yo la agarré <strong>de</strong>l pelo y<br />

la tenía bien sujeta a la tierra. Ella forcejeaba, se escurría...<br />

<strong>La</strong> mordí hasta la sangre, hasta que estuvo rendida y dócil como una yegua joven.<br />

-¿Es eso lo que quieres?<br />

-¡Sí!<br />

Lola me sonreía con su <strong>de</strong>ntadura toda igual... Después me alisaba el cabello.<br />

-¡No eres como tu hermano... ! ¡Eres un hombre...!

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