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Camilo José Cela - La familia de Pascual Duarte - Letra Hispanica

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VIII<br />

Al cabo <strong>de</strong> poco más <strong>de</strong> un mes, el 12 <strong>de</strong> diciembre, día <strong>de</strong> la Virgen <strong>de</strong> Guadalupe,<br />

que aquel año cuadró en miércoles, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber cumplido con todos los<br />

requisitos <strong>de</strong> la ley <strong>de</strong> la Iglesia, Lola y yo nos casamos.<br />

Yo andaba preocupado y como pensativo, como temeroso <strong>de</strong>l paso que iba a dar<br />

-¡casarse es una cosa muy seria, qué caramba!- y momentos <strong>de</strong> flaqueza y<br />

<strong>de</strong>sfallecimiento tuve, en los que le aseguro que no me faltó nada para volverme atrás<br />

y mandarlo todo a tomar vientos, cosa que si no llegué a hacer fue por pensar que<br />

como la campanada iba a ser muy gorda y, en realidad, no me había <strong>de</strong> quitar más<br />

miedo, lo mejor sería estarme quieto y <strong>de</strong>jar que los acontecimientos salieran por<br />

don<strong>de</strong> quisieran: los cor<strong>de</strong>ros quizás piensen lo mismo al verse llevados al<br />

<strong>de</strong>golla<strong>de</strong>ro... De mí puedo <strong>de</strong>cir que lo que se avecinaba momento hubo en que pensé<br />

que me había <strong>de</strong> hacer loquear. No sé si sería el olfato que me avisaba <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sgracia<br />

que me esperaba. Lo peor es que ese mismo olfato no me aseguraba mayor dicha si es<br />

que quedaba soltero.<br />

Como en la boda me gasté los ahorrillos que tenía -que una cosa fuera casarse a<br />

contrapelo <strong>de</strong> la voluntad y otra el tratar <strong>de</strong> quedar como me correspondía-, nos<br />

resultó, si no lucida, sí al menos tan rumbosa, en lo que cabe, como la <strong>de</strong> cualquiera.<br />

En la iglesia mandé colocar unas amapolas y unas matas <strong>de</strong> romero florecido, y el<br />

aspecto <strong>de</strong> ella era agradable y acogedor quizás por eso <strong>de</strong> no sentir tan frío al pino <strong>de</strong><br />

los bancos y a las losas <strong>de</strong>l suelo. Ella iba <strong>de</strong> negro, con un bien ajustado traje <strong>de</strong> lino<br />

<strong>de</strong>l mejor, con un velo todo <strong>de</strong> encaje que le regaló la madrina, con unas varas <strong>de</strong><br />

azahar en la mano y tan gallarda y tan poseída <strong>de</strong> su papel, que mismamente parecía<br />

una reina; yo iba con un vistoso traje azul con raya roja que me llegué hasta Badajoz<br />

para comprar, con una visera <strong>de</strong> raso negro que aquel día estrené, con pañuelo <strong>de</strong><br />

seda y con leontina. ¡Hacíamos una hermosa pareja, se lo aseguro, con nuestra<br />

juventud y nuestro empaque! ¡Ay, tiempos aquellos en que aún quedaban instantes en<br />

que uno parecía como sospechar la felicidad, y qué lejanos me parecéis ahora!<br />

Nos apadrinaron el señorito Sebastián, el <strong>de</strong> don Raimundo el boticario, y la señora<br />

Aurora, la hermana <strong>de</strong> don Manuel, el cura que nos echó la bendición y un sermoncete<br />

al acabar, que duró así como tres veces la ceremonia, y que si aguanté no por otra<br />

cosa fuera -¡bien lo sabe Dios!- que por creerlo <strong>de</strong> obligación; tan aburrido me llegó a<br />

tener. Nos habló otra vez <strong>de</strong> la perpetuación <strong>de</strong> la especie, nos habló también <strong>de</strong>l Papa<br />

León XIII, nos dijo no sé qué <strong>de</strong> san Pablo y los esclavos... ¡A fe que el hombre se<br />

traía bien preparado el discurso!<br />

Cuando acabó la función <strong>de</strong> iglesia -cosa que nunca creí que llegara a suce<strong>de</strong>r- nos<br />

llegamos todos, y como en comisión, hasta mi casa, don<strong>de</strong>, sin gran<strong>de</strong>s comodida<strong>de</strong>s,<br />

pero con la mejor voluntad <strong>de</strong>l mundo, habíamos preparado <strong>de</strong> comer y <strong>de</strong> beber hasta<br />

hartarse para todos los que fueron y para el doble que hubieran ido. Para las mujeres<br />

había chocolate con tejeringos, y tortas <strong>de</strong> almendra, y bizcochada, y pan <strong>de</strong> higo, y<br />

para los hombres había manzanilla y tapitas <strong>de</strong> chorizo, <strong>de</strong> morcón, <strong>de</strong> aceitunas, <strong>de</strong><br />

sardinas en lata... Sé que hubo en el pueblo quien me criticó por no haber dado <strong>de</strong><br />

comer; allá ellos. Lo que sí le puedo asegurar es que no más duros me hubiera costado

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