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<strong>Cuentos</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>que</strong> <strong>nos</strong> Contaron<br />
58<br />
Era un<br />
ataúd <strong>de</strong><br />
bahare<strong>que</strong><br />
con tres<br />
tablitas<br />
pintadas<br />
Car<strong>los</strong> Andrés Hincapié Velás<strong>que</strong>z: “Me acuerdo <strong>que</strong> era el primer<br />
día <strong>de</strong>l censo en Cartago, sábado 8 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 2005. Los<br />
encuestadores entramos en una casa ubicada frente a la iglesia El<br />
Perpetuo Socorro. De frente, parecía una casa cualquiera: una puerta<br />
y dos ventanas, más bien pe<strong>que</strong>ña, <strong>de</strong> dos o tres habitaciones, con<br />
dos arbolitos afuera, encerrados en un murito. Pero al entrar eso<br />
parecía un laberinto <strong>de</strong> dos pisos, lleno <strong>de</strong> callejones, con un patio<br />
interior, montones <strong>de</strong> piezas y hasta una capillita. Y en cada pieza,<br />
<strong>de</strong> cualquier 3 x 3 ó 3 x 4 metros, había cinco o seis camarotes<br />
dobles. ¡Tremendo hacinamiento! Eso parecía una pensión. No sé<br />
si se une con otras casas o qué, pero es una construcción hecha<br />
como <strong>de</strong> a pedazos.<br />
“Al entrar, todos vimos <strong>que</strong> había un ataúd casi en la puerta. Pero<br />
nadie le paró bolas por<strong>que</strong> a nadie se le ocurrió pensar <strong>que</strong> pudiera<br />
estar ocupado. Más bien pensamos <strong>que</strong> como ese era un hogar <strong>de</strong><br />
viejitos y gente enferma, lo mantenían listo, <strong>de</strong> reserva, para cuando<br />
se necesitara.<br />
“Después cuando terminamos <strong>de</strong> encuestar a la gente, a un<br />
compañero y a mí <strong>nos</strong> dio por levantar la tapa <strong>de</strong>l ataúd. ¡El horror!<br />
Había un señor a<strong>de</strong>ntro… era un viejito… morenito. “Después <strong>nos</strong><br />
dijeron <strong>que</strong> llevaba como dos días ahí, muerto. Es más, ese sábado<br />
lo pensaban enterrar, pero habían interrumpido el entierro por el<br />
censo por<strong>que</strong> cómo se iban a enterrarlo si nadie podía salir.<br />
“En esa casa viven puros viejitos, loquitos, <strong>de</strong>sechables y gente<br />
muy enferma, gente <strong>que</strong> nadie quiere, <strong>que</strong> van y la tiran allá... Incluso<br />
hay u<strong>nos</strong> <strong>que</strong> no van sino a dormir como si eso fuera un hotel. Pero la<br />
verdad, me pareció <strong>que</strong>, a pesar <strong>de</strong>l hacinamiento y la pobreza, como<br />
<strong>que</strong> se llevaban bien, por<strong>que</strong> uno veía <strong>que</strong> armaban corril<strong>los</strong>.