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Cuentos de los que nos contaron - Dane

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casas y ocasionó un <strong>de</strong>rrumbe <strong>de</strong> tierra y lodo sobre la carretera.<br />

Quedaron aislados. Nadie <strong>que</strong>ría pasar al otro lado por temor a<br />

resultar sepultado por un nuevo <strong>de</strong>slizamiento. En ese <strong>de</strong>sespero<br />

general no perdieron el control y aprovecharon el mínimo segundo<br />

para hablarles sobre la necesidad <strong>de</strong>l censo. A<strong>de</strong>más se involucraron<br />

en la ayuda a <strong>los</strong> damnificados. Y también en lo tragicómico <strong>de</strong> la<br />

situación:<br />

Tuvieron <strong>que</strong> alquilar botas para pasar sobre el lodazal “a dos<br />

mil pesos sencillas y tres mil quinientos con bolsas plásticas como<br />

medias”, pagar minutos <strong>de</strong> celular como si fueran horas y ser espectadores<br />

<strong>de</strong> un velorio en una improvisada capilla por<strong>que</strong> ninguno <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> habitantes <strong>de</strong>l barrio se atrevía a llevarlo al otro lado. Al fin u<strong>nos</strong><br />

hombres se <strong>de</strong>cidieron a realizar la luctuosa labor, pero cobrando<br />

cuatro mil pesos. En esos momentos se enojaron, pero hoy se ríen<br />

por<strong>que</strong> haciendo el censo “se ve <strong>de</strong> todo”. Hasta ser “hueso” para<br />

perros.<br />

Eso le hizo recordar a Chacón Tascán <strong>que</strong> días antes, en un mismo<br />

recorrido, fue tres veces atacado por feroces canes. En realidad ese<br />

no era su día. Pasto, don<strong>de</strong> era también coordinador urbano, había<br />

amanecido cubierto <strong>de</strong> ceniza por el volcán Galeras, y eso, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

luego, le infundió algo <strong>de</strong> temor. Pero “como no podíamos <strong>de</strong>jar a<br />

la comunidad esperando” se arriesgó a salir a la calle. La primera<br />

vez, un pe<strong>que</strong>ño pincher, a punta <strong>de</strong> ladridos, lo mantuvo a raya<br />

durante mucho tiempo en la puerta <strong>de</strong> la casa <strong>que</strong> iba a encuestar.<br />

A lo mejor era por la vestimenta <strong>que</strong> llevaba: tapabocas y uniforme<br />

blanco. En la segunda ocasión, se topó con un bóxer al <strong>que</strong> vio<br />

“como <strong>de</strong> dos metros <strong>de</strong> alto por dos <strong>de</strong> ancho”. Dormía al lado <strong>de</strong><br />

la entrada <strong>de</strong> la vivienda <strong>que</strong> <strong>de</strong>bía visitar. Cuando timbró, el animal<br />

se le botó encima. Chacón casi se <strong>de</strong>smaya <strong>de</strong>l susto y solo se recuperó<br />

cuando entendió <strong>que</strong> <strong>los</strong> lametazos <strong>que</strong> el boxer le daba en<br />

<strong>Cuentos</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>que</strong> <strong>nos</strong> Contaron<br />

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