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páramos ya se habían formado;<br />
las mismas corrientes marinas<br />
regulaban el clima; los mismos<br />
vientos alojaban la lluvia o desalojaban<br />
la humedad. La lenta<br />
erosión del viento y de la lluvia<br />
no ha cambiado de forma perceptible<br />
la altura de las montañas<br />
en el curso de dos cortos siglos<br />
humanos.<br />
En realidad lo que aquí entenderemos<br />
por el “espacio” está también<br />
compuesto por estructuras<br />
que cambian a ritmos dispares.<br />
La formación de las cadenas<br />
montañosas o de los sedimentos<br />
minerales se forman a un ritmo<br />
diferente que el del recorrido de<br />
los pequeños y grandes ríos que<br />
acaban por formar la cuenca del<br />
Guayas. Las grandes formaciones<br />
vegetales se forman y desaparecen<br />
a ritmos más lentos que los<br />
elementos que las conforman;<br />
pero áreas enteras pueden modificarse<br />
establemente por catástrofes<br />
geológicas o climáticas en<br />
cuestión de días. El suelo no es<br />
solo una formación mineral: es<br />
un proceso infinitamente variable<br />
al ritmo de las muertes de<br />
las formas de vida que pululan<br />
en sus escondrijos y del intercambio<br />
con la superficie.<br />
La Unidad Uno se ocupará brevemente<br />
de esas características,<br />
de esos ritmos, de esas diferencias.<br />
Tienen su importancia para<br />
lo que vendrá después. Lo llamaremos,<br />
siguiendo una feliz expresión<br />
de Olivier Dollfus, la<br />
“memoria de la naturaleza”:<br />
aquello que las sociedades humanas<br />
reciben como herencia y<br />
que no crearon, ni fueron creadas<br />
por sus antepasados. La relación<br />
entre seres humanos y<br />
entorno natural es muy compleja,<br />
hay una transformación mutua,<br />
se imponen mutuamente en<br />
12<br />
UNA BREVE HISTORIA DEL ESPACIO ECUATORIANO<br />
situaciones cambiantes; pero<br />
conviene no reservarle a la humanidad<br />
un rol “creador” que<br />
resulta excesivo. El ser humano<br />
participa modestamente, como<br />
una fuerza crecientemente decisiva,<br />
pero nunca exclusiva, en<br />
los procesos que crean el mundo.<br />
Pero hay otras dimensiones del<br />
“espacio” que nos interesan más<br />
aquí. Sobre la memoria de la naturaleza,<br />
entrelazándose históricamente,<br />
los seres humanos<br />
crean estructuras espaciales.<br />
Nuevamente, debemos esta idea<br />
a la geografía social francesa, a<br />
Roger Brunet y Olivier Dollfus,<br />
con sus ilustres predecesores,<br />
Vidal de la Blache desde la geografía<br />
y Fernand Braudel, desde<br />
la historia. Para el Ecuador, la<br />
más completa aplicación de estas<br />
propuestas metodológicas a<br />
la historia es, sin duda, el impresionante<br />
y todavía vigente libro<br />
de Jean Paul Deler (1987<br />
[1981]), Génesis del espacio<br />
ecuatoriano, que utilizamos ampliamente<br />
en este texto.<br />
Estamos hablando, pues, del espacio<br />
humano, de esas construcciones<br />
sociales que permiten organizar<br />
el territorio, el espacio<br />
físico, el medio natural, para fines<br />
humanos. Sumariamente podemos<br />
entender las estructuras<br />
del espacio geográfico como las<br />
redes de relaciones que sirven<br />
para unir sitios. Estas redes de<br />
relaciones son a menudo recorridos<br />
de personas, de cosas, de<br />
ideas. Medios de comunicación o<br />
vías de transporte. En cierto modo<br />
podríamos decir que son itinerarios.<br />
Itinerarios repetidos<br />
que confluyen en sitios comunes<br />
y que, con perdón de la metáfora,<br />
se solidifican, se vuelven relativamente<br />
estables.