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LIAHONA 1989-01.pdf - Cumorah.org

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64 I<br />

menudo requiere gran esfuerzo.<br />

Permitidme terminar con un tercer<br />

ejemplo, haciendo notar ese tipo de<br />

esfuerzo que compartieron un joven y<br />

un hombre mayor.<br />

Elíseo, un Profeta, Vidente y<br />

Revelador, había aconsejado al rey de<br />

Israel sobre la forma, el lugar y el<br />

momento propicio para defenderse<br />

contra las huestes guerreras sirias. El<br />

rey de Siria, naturalmente, deseaba<br />

librar a su ejército de la interferencia<br />

profética de Elíseo. En la Biblia<br />

leemos:<br />

"Entonces envió el rey allá gente<br />

de a caballo, y carros, y un gran<br />

ejército, los cuales vinieron de noche<br />

y sitiaron la ciudad.<br />

"... y el ejército tenía sitiada la<br />

ciudad, con gente de a caballo y<br />

carros. .." (2 Reyes 6:14-15.)<br />

La diferencia de fuerzas era<br />

asombrosa. Eran un anciano y un<br />

jovencito contra lo que parecía el<br />

mundo entero. El joven compañero de<br />

Elíseo estaba temeroso y clamó:<br />

"¡Ah, señor mío! ¿qué haremos?" Y<br />

Elíseo contestó: "No tengas miedo,<br />

porque más son los que están con<br />

nosotros que los que están con ellos"<br />

(2 Reyes 6:15-16). Sin embargo, no<br />

se veía a otras personas para ayudar al<br />

anciano y a su joven criado. ¿De<br />

dónde podrían venir?<br />

Luego, Eliseo tornó sus ojos al<br />

cielo y dijo: "Te ruego, oh Jehová,<br />

que abras sus ojos para que vea". Y a<br />

continuación leemos: " . . .Jehová<br />

abrió los ojos del criado, y miró; y he<br />

aquí que el monte estaba lleno de<br />

gente de a caballo, y de carros de<br />

fuego alrededor de Eliseo" (2 Reyes<br />

6:17).<br />

En el Evangelio de Jesucristo<br />

tenemos ayuda desde lo alto. "Tened<br />

buen ánimo", dice el Señor, "porque<br />

yo os guiaré" (D. y C. 78:18). "Te<br />

daré de mi Espíritu, el cual iluminará<br />

tu mente y llenará tu alma de gozo"<br />

(D. yC. 11:13).<br />

Doy testimonio de la divinidad de<br />

Jesucristo. Dios vive y nos concede<br />

su Espíritu. Al enfrentar los<br />

problemas y llevar a cabo las tareas<br />

de la vida, ruego que todos podamos<br />

pedir ese don de Dios, nuestro Padre,<br />

y encontrar gozo espiritual, en el<br />

nombre de Jesucristo. Amén. D<br />

LA LEY REAL DEL<br />

AMOR<br />

por el élder Marión D. Hanks<br />

de la Presidencia del Primer Quórum de los Setenta<br />

"Es triste pensar que haya personas que, por creer en un<br />

evangelio sin regocijo, se pierdan las bendiciones especiales<br />

que aguardan a los que siguen por el sendero que estableció<br />

nuestro Salvador y que conduce al más intenso regocijo<br />

mediante el servicio cristiano y el sacrificio."<br />

En una conferencia de estaca,<br />

hace poco, oí el relato de un<br />

hombre mayor que llevó su<br />

automóvil modelo 1974 a un taller<br />

para que lo arreglaran. El trabajo<br />

costó más caro de lo que él y el<br />

consciente mecánico habían previsto,<br />

y el dueño del taller se preguntó si el<br />

anciano querría gastar tanto dinero en<br />

un coche tan viejo. El dueño del auto<br />

le dijo: "¿Podría aceptar una tarjeta<br />

de crédito que no es mía?" "¿De<br />

quién es?", le preguntó el mecánico.<br />

"Es de mi hija", le contestó aquél y<br />

añadió: "Ella quiere que yo tenga mi<br />

coche en buenas condiciones. Es lo<br />

único que poseo".<br />

Como hijo de un padre al que no<br />

recuerdo y como padre de hijos<br />

cariñosos, eso me hace llorar. No hay<br />

prójimo, después de todo, más<br />

cercano a nosotros que nuestras<br />

propias familias. En este caso, sin<br />

saber más detalles, entendemos que la<br />

cuenta no se pagaba de una cuenta<br />

bancaria suculenta, sino que la pagaba<br />

una hija cariñosa que seguramente se<br />

sacrificaba para conservar la<br />

autoestima y precaria independencia<br />

de su amado padre.<br />

En ese mismo fin de semana, oí el<br />

relato de un presidente de estaca que<br />

acompañó a su obispo a un hospital a<br />

ver a un hombre que estaba muy<br />

enfermo. Al tomarle la mano, el<br />

paciente, pese a su dolor y a la<br />

confusión que éste le causaba,<br />

reconoció a sus amigos y les dijo:<br />

"Han venido. . . han venido".<br />

En esta ocasión, me gustaría hablar<br />

de mi profunda convicción respecto<br />

de uno de los principios más sagrados<br />

e importantes del plan de nuestro<br />

Padre Celestial y expresar<br />

agradecimiento y admiración por las<br />

muchas personas que con tanta<br />

abnegación [y buena voluntad] ponen<br />

en práctica este principio.<br />

Me refiero a ese segundo<br />

mandamiento que el Señor Jesucristo<br />

unió inseparablemente al "primero y<br />

grande mandamiento" y que en<br />

verdad "es semejante" a éste. "De<br />

estos dos mandamientos depende toda<br />

la ley y los profetas" (Mateo<br />

22:36-40).<br />

El apóstol Santiago llamó al<br />

segundo mandamiento "la ley real"<br />

(Santiago 2:8). Pablo escribió a los

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