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REFLEXIONES

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ITAKA - ESCOLAPIOS www.marianistas.org REFLEXIÓN<br />

En el mismo diario, ávido de escándalos<br />

y tan hueco, he leído:<br />

“Hay 15 millones<br />

de mutilados de guerra en el mundo”.<br />

Y en la misma cara:<br />

“Dos mil personas<br />

siguen el féretro de un perro”.<br />

Y precisamente al lado:<br />

“En el mundo 400 millones<br />

de niños padecen hambre”.<br />

Y en seguida:<br />

“Un americano deja tres millones de dólares<br />

para el cuidado de la tumba<br />

de su caballo de carreras”.<br />

Esta es la faz<br />

innoble y repugnante<br />

de la barbarie.<br />

Raoul Follereau. “Si Cristo mañana...”, p. 37<br />

17. BATIDO Y MACEDONIA<br />

Se sueña en una comunidad donde cada uno,<br />

por supuesto, fuera todo para el otro.<br />

No como las manzanas en su árbol, donde cada<br />

una existe finalmente para sí y el sol es para<br />

todas.<br />

Ni como las frutas en una canastilla; hay diversidad<br />

pero con yuxtaposición.<br />

Entonces se inventa la comunidad pasada por la<br />

batidora o el almirez. Todo se muele: la piel, las<br />

pepitas. Esto da un batido uniforme lleno de<br />

vitaminas. Pero en donde cada uno ha perdido<br />

su personalidad.<br />

Esto era, se dice, el resultado de algunas órdenes<br />

religiosas en otros tiempos. Eso es hoy, el<br />

ideal de una comunidad de base donde no se<br />

pueden reconocer muy bien a los laicos, los<br />

religiosos, los casados y los solteros.<br />

¿Una solución mejor? La macedonia de frutas.<br />

Que cada uno permanezca como es: pera,<br />

manzana, plátano o piña. Y que cada uno se<br />

beneficie del sabor característico del otro.<br />

Pero con una condición: aceptar evangélicamente<br />

ser cortado en cuatro, diez o doce trozos<br />

si se es una fruta grande y hermosa. Sólo las<br />

muy humildes continúan enteras: una cereza, un<br />

grano de uva, una fresa.<br />

Jacques Loew. “Fábulas y parábolas”, p. 70.<br />

18. EL BIEN Y EL MAL<br />

No hay concepto más aleatorio y desconocido<br />

que el de Bien y Mal, ya se sabe. Desde el día<br />

en que los hombres comprendieron que eran<br />

hombres (descubrimiento aterrador al que me<br />

alegro mucho de no haber asistido), no cesamos<br />

de utilizarlos sin dar una definición objetiva de<br />

ellos.<br />

Casi todas las que hemos coleccionado en una<br />

cincuentena de siglos son definiciones caducas,<br />

dictadas por la moda de una época o por los<br />

prejuicios de una sociedad, impuestas por el<br />

fanatismo o los intereses de un momento, y en<br />

cualquier caso cretinismos desalentadores:<br />

supongo que lo reconocerás.<br />

No, no olvido lo que decía en la época en que lo<br />

comentábamos con los sagrados textos delante,<br />

de modo que las sentencias de Platón y Plotino,<br />

san Agustín y Descartes, Spinoza y Kant, volaban<br />

a nuestro alrededor como confetis. Pretender<br />

dar una definición objetiva del Bien y el Mal<br />

tenía sentido cuando el Bien y el Mal eran dos<br />

categorías éticas, es decir, un problema moral,<br />

decía yo. Tenía sentido cuando Dios y el Diablo<br />

estaban vivos y uno se presentaba como garante<br />

del Bien con el Paraíso, el otro del Mal con el<br />

Infierno, es decir cuando las grandes religiones<br />

salvadoras determinaban nuestro comportamiento<br />

y se tomaba en serio el pecado, decía<br />

yo. Pero ahora que Dios y el Diablo han muerto<br />

asesinados por nuestros Nietzsche y por nuestros<br />

Freud y por nuestros Marx, ahora que las<br />

grandes religiones de la salvación han quedado<br />

desacreditadas por nuestra ciencia y nuestro<br />

raciocinio, ahora que el Paraíso y el Infierno se<br />

han convertido en dos fábulas, no se toma en<br />

serio el pecado. El Bien y el Mal ya no constituyen<br />

dos categorías éticas, es decir, un problema<br />

moral. Como máximo constituyen un problema<br />

médico, un estado de salud o de no-salud psíquica,<br />

un equilibrio o un desequilibrio debidos a<br />

fenómenos bioquímicos que influyen en el cerebro.<br />

Y la definición objetiva ya no tiene sentido,<br />

decía yo.<br />

Esta noche no lo digo. Aun cuando sigo rechazando<br />

la idea de Dios y del Diablo, las metafísicas<br />

del Más Allá, esta noche considero que<br />

había algo de verdad en los argumentos de<br />

quien tomaba en serio el pecado. Los argumentos<br />

de los Mesías que para inducir a los hombres<br />

a ser un poco menos malos les prometían<br />

el Paraíso o les amenazaban con el Infierno, los<br />

argumentos de los apóstoles que mediante la<br />

divinización del Mesías se dirigían a su voluntad<br />

y los colocaban ante sus responsabilidades.<br />

Cariño, no es posible que el Bien y el Mal estén<br />

compuestos de hemoglobina y clorofila, de vitaminas<br />

y hormonas. No es posible que dependan<br />

del metabolismo y de la biosíntesis de los carbohidratos<br />

y de los lípidos y de los prótidos, del<br />

porcentaje de ácido nucleico y de fósforo que se<br />

encuentra en la materia gris. No es posible que<br />

la voluntad no cuente, que la responsabilidad no<br />

valga, que incluso la ciencia farfulle Inshallah (lo<br />

que Dios quiera). Y si me equivoco, si las cosas<br />

son como afirman los herederos de Nietzsche y<br />

Freud y Marx, ¡que produzcan el Bien en los<br />

laboratorios farmacéuticos! Que obtengan con él<br />

una pomada, un ungüento, un jarabe, una píldora,<br />

un supositorio que meter en el trasero, una<br />

vacuna que inyectar por vía intramuscular o<br />

endovenosa. Una vacuna que impida violar,<br />

sodomizar, matar, en la caverna propia y en las<br />

cavernas ajenas, una medicina que se pueda<br />

comprar en la farmacia.<br />

De lo contrario, y a costa de resucitar a Dios y al<br />

Diablo, el Paraíso y el Infierno, las religiones con<br />

sus anexidades y convexidades, a costa de<br />

Textos para orar y reflexionar 5

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