REFLEXIONES
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ITAKA - ESCOLAPIOS www.marianistas.org REFLEXIÓN<br />
El musulmán desenvainó la espada y amenazó:<br />
"El barquero es un infiel. Yo me encargo de él, y<br />
será nuestra la barca".<br />
El monista filosofó: "Hermanos, este mundo es<br />
pura ilusión. No hay ni esta orilla ni la otra orilla,<br />
ya que todo lo que existe o parece existir es una<br />
unidad indestructible y con estar en esta orilla ya<br />
estamos metafísicamente en la otra".<br />
El taoísta terció: "Sí, es verdad lo que dice mi<br />
amigo, aunque en un sentido más sencillo; y es<br />
que, si no somos felices en esta orilla, tampoco<br />
lo seremos en la otra, y no hay por qué molestarse<br />
en pasar".<br />
El animista sugirió: "Me apetece nadar en el río".<br />
El cristiano impaciente arengó: "¡Hermanos!<br />
¡Crucemos el río como sea y conquistemos la<br />
otra orilla para cristo!<br />
Carlos G. Vallés<br />
Vida Nueva 2173 de febrero de 1999<br />
219. SIGO CAMINANDO<br />
Yo buscaba a Dios toda la vida. Creí verlo en las<br />
cumbres de las montañas, pero para cuando yo<br />
llegaba, él ya no estaba allí. Creí sentirlo en la<br />
lejanía de las estrellas, pero para cuando me<br />
acercaba, él ya había partido.<br />
Un día, de repente, me encontré ante un palacio<br />
resplandeciente con un portal sobre el que había<br />
escrito en letras de oro: "La casa de Dios".<br />
Me llené de alegría y subí sin aliento los escalones<br />
que llevaban a la entrada.<br />
Pero cuando había levantado ya la mano para<br />
llamar a la puerta, me asaltó la duda, y mi mano<br />
quedó suspendida en el aire. Pensé: "Si ésta es<br />
en verdad la casa de Dios y me encuentro con<br />
Él, se acabó todo para mí. Se acabó la alegría<br />
de la búsqueda, el motivo de caminar. Una vez<br />
que encuentre a Dios, ¿qué voy a hacer?". Y<br />
quedé paralizado sin llamar.<br />
Alguien, desde dentro, había sentido mis pasos<br />
y se oyó una voz que preguntaba: "¿Quién está<br />
ahí?" Yo eché a correr escalones abajo y me<br />
alejé de aquel lugar con mayor rapidez con la<br />
que había venido. Y anoté el lugar en mi mente<br />
para no volver a acercarme a él.<br />
Sigo caminando, sigo soñando, sigo buscando.<br />
No quiero detenerme en ningún palacio por<br />
magnífico que sea, en ningún concepto por<br />
perfecto que sea. Aquel a quien anhela mi alma<br />
está por encima de todo y más allá de todo. Él<br />
es la fuerza de mi caminar, el aliento de mis<br />
pulmones, el motivo de mi existencia. Seguiré<br />
viviendo la aventura de mi caminar, en espera<br />
de la sorpresa eterna.<br />
Carlos G. Vallés<br />
Vida Nueva 2177 de marzo de 1999<br />
220. EL ESPLENDOR DE SU HER-<br />
MOSURA<br />
Es hermoso en el cielo<br />
y es hermoso en la tierra;<br />
hermoso en los milagros,<br />
hermoso en los azotes;<br />
hermoso invitado a la vida,<br />
hermoso no preocupándose de la muerte;<br />
hermoso dando la vida, hermoso tomándola;<br />
hermoso en la cruz, hermoso en el sepulcro<br />
y hermoso en el cielo.<br />
Oíd entendiendo el cántico<br />
y que la flaqueza de su carne<br />
no aparte de vuestros ojos<br />
el esplendor de su hermosura.<br />
San Agustín<br />
221. PARA LA CÁTEDRA DE HIS-<br />
TORIA<br />
Hace unos quince mil millones de años, según<br />
dicen los entendidos, un huevo incandescente<br />
estalló en medio de la nada y dio nacimiento a<br />
los cielos y a las estrellas y a los mundos.<br />
Hace unos cuatro mil o cuatro mil quinientos<br />
millones de años, año más, año menos, la primera<br />
célula bebió el caldo del mar, y le gustó, y<br />
se duplicó para tener a quién convidar el trago.<br />
Hace unos dos millones de años, la mujer y el<br />
hombre, casi monos, se irguieron sobre sus<br />
patas y alzaron los brazos y se abrazaron y se<br />
entraron, y por primera vez tuvieron la alegría y<br />
el pánico de verse, cara a cara, mientras estaban<br />
en eso.<br />
Hace unos cuatrocientos cincuenta mil años, la<br />
mujer y el hombre frotaron los piedras y encendieron<br />
el primer fuego, que los ayudó a defenderse<br />
del invierno.<br />
Hace unos trescientos mil años, la mujer y el<br />
hombre se dijeron las primeras palabras y creyeron<br />
que podían entenderse.<br />
Y en eso estamos, todavía: queriendo ser dos,<br />
muertos de miedo, muertos de frío, buscando<br />
palabra.<br />
Eduardo Galeano<br />
222. EL APRENDIZ<br />
"Quiero tocar el piano a la perfección", dijo el<br />
joven rico al mejor profesor del mundo.<br />
"¿Cómo no?, replicó el profesor con la colección<br />
de métodos que precisaría aprender.<br />
"Habrá un camino más corto", insinuó el alumno.<br />
"Sí, con la mitad de libros, pero es dos veces<br />
más difícil!,<br />
"No, no, busco una fórmula sencilla, rápida y<br />
eficaz".<br />
"Como no sea la ´regla de oro´, apuntó el profesor<br />
mirando distraídamente al techo, son sólo<br />
dieciséis palabras".<br />
"Exactamente: lo que buscaba es la regla de<br />
oro".<br />
"Se trata de... tocar la nota precisa, con el dedo<br />
preciso, en el momento preciso y del modo<br />
preciso".<br />
Textos para orar y reflexionar 62