El Vizconde de Bragelonne. Tomo II. Parte Primera.pdf - Ataun

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Las súplicas de da reina madre eran órdenes. María Teresa se levantó para irse a su cuarto, y Madame para llamar a La Valliére por medio de un paje. XXX PRIMERA DISCORDIA La Valliére entró en la cámara de la reina madre, sin sospechar siquiera que se hubiese tramado en contra suya una conspiración peligrosa. Suponía qué se trataba de cosas del servicio, y nunca se había conducido mal con ella la reina madre en este punto. Por otra parte, no dependiendo inmediatamente de la autoridad de Ana de Austria, sólo podía tener con ésta relaciones oficiosas, a las que le hacían prestarse de buen grado su natural complacencia y la posición de la augusta princesa.
Adelantóse, pues, hacia la reina madre, con aquella sonrisa placentera y dulce que constituía su principal belleza. Como no se acercara lo bastante, Ana de Austria le hizo seña de que se adelantara hasta su asiento. Entonces entró Madame, y con aire tranquilo sentóse junto a su madre política, tomando la labor principiada por María Teresa. La Valliére advirtió aquellos preámbulos en vez de la orden que esperaba le diesen, y examinó con curiosidad, si no con inquietud, el rostro de las dos princesas. Ana reflexionaba. Madame conservaba una indiferencia afectada, que habría alarmado a personas menos tímidas. -Señorita -dijo de súbito la reina madre sin tratar de moderar su acento español, cosa que nunca dejaba de hacer, a menos que estuviese encolerizada-, acercaos y hablemos de vos, puesto que todo el mundo habla.
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Obra reproducida sin responsabilida
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I EL NUEVO GENERAL DE LOS JESUITAS
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-Es que si se divierten por cuenta
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-Bien. -De lo cual se deduce que, s
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nan, Athos y yo. Porthos nunca se v
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-Porque ocupa otra mi corazón, y n
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el partido que un hombre inteligent
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"Si os dignáis corresponder a mi c
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-Porque mi fuerza con el rey consis
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-No os comprendo. -Ahora me compren
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-¿Y no creéis aún vos, a quien t
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-Ya os lo he dicho y os lo repito -
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Aquella melancolía del cielo hiri
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entristecerse de ello. Sin aquella
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secretarios, le entregó una carter
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-¿Yo, Majestad? -Porque os llamo,
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-Creo que hago más que aceptar -di
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Oíanse fuera las pisadas de los ca
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eina, esperaba que habría vuelto a
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huían como flechas, entrando nueva
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el momento en que abrían la portez
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de ellos había visto a Guiche ni a
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-No; he pasado la noche escribiendo
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-¡Qué dichoso sois en tener tan b
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-Cedámosle entonces el puesto -dij
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donde estáis expuesta a la lluvia.
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-En efecto, señorita; más de una
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-Todos mis deseos están cumplidos,
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sentimiento que alejase a Vuestra M
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-Soy entonces un príncipe bien des
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cia; mas si así no sucede, permiti
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Este nombre produjo algún efecto e
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-¡Por favor, Majestad! Van a extra
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Madame subió detrás de ella. El r
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Dos horas después de haber partido
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-¿Yo? -preguntó La Valliére. -S
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"¡Oh! dijo para sí-. No hubiera c
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E, inclinándose, se retiró para i
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lugar? -No ha habido otro remedio.
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Aramis se sentó en efecto a una me
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-Anda -dijo-; está bien; mas tráe
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-Pero, en último resultado -dijo F
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-Pronto, que venga Tobías -ordenó
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- Yo estaba cierto de ello. Ahora p
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-Mas en alguna parte estará -dijo
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a hacer una vida retirada, se desco
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experiencia y sagacidad, le respond
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en la Corte, no sólo poseer, sino
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-Hija mía -dijo entonces Ana de Au
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-Indudablemente. Pero, ¿quién ser
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-Mucho extrañaría -replicó Ana d
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-¡Gracias, gracias! -exclamó Mada
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siempre, estaban sentadas a sus lad
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esto de la traílla no sigue más q
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an en murmurar, si Madame no viera
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esuelto a instalarse al lado de La
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La Valliére, apacible y resignada,
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-No -repuso Atenaida-; si ganáis,
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Seguidamente, todos, entendidos o n
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en torno suyo más que la palabra i
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-Os equivocáis, señorita -dijo-;
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donó precipitadamente la asamblea
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-Señor Artagnan, ¿cómo os vestí
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venia de nuestros lectores, lo hall
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azos bajo la barba, mirando a Artag
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-Planchet, ya sabes que no me aburr
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-Lo creo; más, ¿qué me dices de
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-Si a lo menos -repuso el abacero-
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-¡Cómo! -dijo Artagnan dando un b
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-Pero creo que nada tenga de partic
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-Quiero decir, en aburrirme, señor
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-Afirmo que tu filosofía no tiene
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de los comercios más variados y m
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-No hay necesidad de tantos: con do
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-Pues bien, mañana; así como así
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hemos puesto en conocimiento de nue
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partió de la Bastilla sin que Bais
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Aquel soldado no podía dejar el se
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sirvo... Atacar a ese desgraciado,
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"Querido señor Du-Vallón: Dignaos
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Porthos, ¡qué alegría volverlo a
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Nada había que contestar a un homb
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-Sí, señor -contestó el lacayo.
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-¡Cuerno de buey! -dijo Porthos-.
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-En efecto -dijo Porthos-; he oído
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-Pues es raro -dijo Artagnan-, no h
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conviniese o no, y en consecuencia
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-Rompí -dijo Porthos con voz entre
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-Es posible -dijo Porthos con fatui
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interior de la cabeza, ésta se apr
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-¡Ca! Todo cabe en un salero. Arta
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-Mirad; en primer lugar os tiene se
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-De albañil, eso es. -¿De amasado
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-¿Qué? -Se incomodará Aramis. -
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-¿Sabéis lo que debéis hacer? -p
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-Iré. -¿No veréis allí al seño
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-Podrá resultar que el señor Fouq
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nal Richelieu y a Su Eminencia el c
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X EL RATÓN Y EL QUESO Artagnan y P
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Los hermosos higos de Provenza, las
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Y, cogiendo al mismo tiempo al manc
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-¡Ay, señor, qué placer!... ¡Ay
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Terminado el refrigerio pusiéronse
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-Vamos a ver, ¿cuánto es lo que a
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-¡Oh, oh! -exclamó Porthos con ad
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-No he dicho casa de campo, señor
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XI LA CASA DE CAMPO DE PLANCHET Lev
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ada respiraba aquella saludable atm
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Donde quiera que caía la lentejuel
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-El señor barón Du-Vallon de Brac
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calle de los Lombardos, y colocó e
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Era maravilloso el verlos. Cuando T
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-¡Diantre! Y eso que había jurado
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Mientras tanto se vestía Planchet,
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Pasaron a un corredor que conducía
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tento con él, y pienso en la gente
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-Pues yo -dijo Porthos- no me divie
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Volvióse al momento, y, quitándos
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Por el camino se iba preguntando c
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Trüchen, que se había familiariza
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econocido rivales en este encantado
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-¡El rey me espera! -murmuró Port
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-La señora Trüchen conservará mu
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El mismo Planchet sintióse penetra
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-Vos, como he tenido el honor de de
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te a Vuestra Majestad al señor bar
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-¡Cómo! -dijo el rey-. ¿El seño
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Estas palabras fueron escuchadas po
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Aramis había efectuado una hábil
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tán, ¿queréis tener la amabilida
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Aramis estremecióse y se volvió p
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-¡Oh! Yo me había encargado de ha
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posta; cuando un prelado gotoso (di
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quién venís. ¿Sois amigo del se
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-Ya os habrá dicho Porthos cómo s
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-Es natural que tengáis una ambici
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más hermosa joya de la corona real
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Madame no había pasado; pero por f
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Montalais, más alarmada aún, salu
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-El rey sabe que Bragelonne está c
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hablar de esa manera, si viesen vue
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Arrancóle el acero de las manos, y
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-¿Creéis, según eso -repuso la p
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una mujer, dando a ésta la certeza
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-¡Oh! -murmuró el conde, cayendo
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Y era que Guiche podía decir, como
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-Gracias -contestó Malicorne-. ¿Y
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-Y vos me haréis perder la cabeza
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-Y yo, antes bien, creo que lo más
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-Esas cartas era yo quien las recib
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La ventana que acababa de abrirse e
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“Ya sabéis a lo que eso hace rel
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El señor de Wardes llegará dentro
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Hecha esta promesa, pasó Guiche re
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El caballero de Lorena, que temía
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Madame fue la única que no cambió
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des quiere decir que el duque de Bu
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Mostróle así el deseo que tenía
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-La Valliére... ¿Qué es ello? ¿
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-Será como gustéis, Wardes; pero,
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-Sí, una vez terminada su misión.
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contrásteis con aquella princesa,
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dad, de los rumores de que os habé
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-¡Ca! -dijo Saint-Aignan-. ¡No! .
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-Sí, los brazos se mantienen bien,
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-¿Qué? -Montaremos los dos a caba
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que Guiche le había visto matar go
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Guiche reflexionó por un instante,
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-Echaremos pie a tierra en una buen
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-Me parece bien, si os place. Pero
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Guiche bajó la cabeza. -Ahora, dec
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jada que daba frente a aquel donde
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Afortunadamente, el animal hizo en
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correr para acercarse a él antes d
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había ocupado de averiguar si Guic
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-¡Señor Manicamp! -¡Señor de Wa
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hecho muy mal en traerme aquí; tod
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-Así es -dijo con angustia el heri
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que IV, y que el carácter receloso
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-No vayáis a estaros sin comer -re
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-¡Exquisito! -dijo Porthos tranqui
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-¿Y residís ... ? -preguntó el r
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lugar que considero demasiado preci
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tado seguirles por emulación, pero
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ido pagar al rey en la misma moneda
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-No ha dicho eso la señorita de La
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-¿Quiere Vuestra Majestad que me e
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-Bien. Llama al señor de Artagnan.
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El médico obedeció sin replicar,
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-¡Hola, señor! -le dijo-. ¿Me tr
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a colocarse primero enfrente de su
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de debajo del caballo. La espuela,
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-No es más que efecto de la observ
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-De mucha, puesto que cayó casi en
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Luego, después de un momento de re
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-Señor de Artagnan -dijo-, sois en
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mo soldado, a un rincón del despac
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-Sí, en las cacerías; quiero deci
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-Y pistolas de lujo, excelentes par
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-Majestad, lo que está escrito, es
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-Pero un caballo se defiende con la
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XXIV EL MÉDICO Y miró a Artagnan,
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-¡Una bala!... ¿Estáis seguro de
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-¡Mentido, Majestad! La palabra es
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-¡Oh, oh! -murmuró Artagnan-. ¿E
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añadió dirigiéndose al rey-, cua
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-No le falta presencia de ánimo a
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-Pero que el señor de Saint-Aignan
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-Se diría tal vez que amaba a algu
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-Y luego -añadió el rey-, sabéis
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gracias en nombre de todas las dama
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-¿De suerte que ahora veis clarame
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-Ahora que permanecemos solos -dijo
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tante; y si fuese necesario... ¡Oh
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herido el señor de Guiche por un j
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-Entonces, permitid que os diga, se
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-¡Decidla! -Que no comprendo una p
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dernos. Vos me hacéis el honor de
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llevará a bien que el señor de Gu
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Page 441 and 442: vuestros intereses. No cabe mayor h
Page 443 and 444: Las últimas palabras de Manicamp b
Page 445 and 446: -Según eso, ¿puede morir? -¡Oh!
Page 447 and 448: -Entonces desearía que me hiciéra
Page 449 and 450: Manicamp se volvió, saludó y sali
Page 451 and 452: En el suelo veíanse dos o tres man
Page 453 and 454: Un suspiro profundo brotó de la bo
Page 455 and 456: morir, puesto que ha tenido la bond
Page 457 and 458: -Vámonos -dijo la dama a su compa
Page 459 and 460: Cogió el antifaz por la mejilla de
Page 461 and 462: Al día siguiente, el señalado par
Page 463 and 464: ¿Pues no comprendéis, señora, qu
Page 465 and 466: olvidando la etiqueta real, le prod
Page 467 and 468: y caminó largo trecho con ella, mi
Page 469 and 470: Malicorne hizo un movimiento, para
Page 471 and 472: concluir el rey su última frase se
Page 473 and 474: -¡Ay, señorita! -dijo al fin el r
Page 475 and 476: -¡Oh señor! Os equivocáis -dijo
Page 477 and 478: proximidad de la rueda, arrancóla
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Page 481 and 482: plan, cuya ejecución se trae entre
Page 483 and 484: -En nuestra casa -murmuró en espa
Page 485 and 486: La reina joven cogió un cañamazo
Page 487 and 488: Madame contestó con un gesto que n
Page 489: -Perdón -prosiguió Ana de Austria
Page 493 and 494: desgracia de incurrir en el desagra
Page 495 and 496: humillaréis de tal suerte, que nos
Page 497 and 498: -Señora, soy inocente de todo cuan
Page 499 and 500: Saint-Aignan, y le mandó que le co
Page 501 and 502: princesas, con tres mujeres de vali
Page 503 and 504: -Nada, señor, y estoy pronta a dem
Page 505 and 506: Recordaba la intimidad de ambos jó
Page 507 and 508: cabeza, sin pronunciar más palabra
Page 509 and 510: -Sobre todo. Subió, en efecto, la
Page 511 and 512: XXXI DESESPERACIÓN Luego que se ma
Page 513 and 514: -No quiero -continuó Madame- que m
Page 515 and 516: portezuela de su carroza, diciéndo
Page 517 and 518: todo lo habría comprendido y adivi
Page 519 and 520: ¡Las doce, las doce! La última, l
Page 521 and 522: que apareciesen en los vidrios los
Page 523 and 524: Siguió la calle del Gallo, y, no p
Page 525 and 526: Cuando llegó a la plaza de la Gré
Page 527 and 528: que acababa de pasar, y sorprendida
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Page 531 and 532: Artagnan hizo un movimiento. -El re
Page 533 and 534: -Sea como gustéis -dijo-. Estad tr
Page 535 and 536: de mosqueteros, y, en vez de un cab
Page 537 and 538: No era su solución fácil para un
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-¿A las once? -Demasiado tarde...
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ey de Francia puede dar fuertes gol
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-¡A fe mía, Majestad, no lo sé b
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-¿Los ministros? -dijo Colbert. -E
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Supo, pues, la entrevista con Colbe
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aquellos dos corredores de aventura
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Saint-Aignan le seguía, abanicánd
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Los embajadores eran tres por Holan
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-¡Majestad! Holanda -prosiguió el
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-¡En mi presencia detúvose el sol
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-¿Sabéis la noticia del día, con
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-Todavía añadísteis otra cosa, s
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El rey contestó a su servidor con
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sa, no arrodillada, sino acostada a
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Al volver en sí, lo primero que vi
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-Majestad, no es posible que améis
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-Ignominiosamente, Majestad; y ya l
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ge mi dolor; decid que el rey de Fr
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-¡Luisa, Luisa! ¡Te lo suplico en
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-¡Oh, no! ¡Di que tu vida comienz
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-No lograréis aplacar a ninguna de
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pa mía que el rey lo oyese. ¿No e
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Los mismos embajadores, poco entera
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pronto, y menos sobre todo, una ges
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que todo el valor de Madame pudo ap
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de mi casa a cualquiera de mi servi
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a nadie. Os aseguro que no tenéis
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-Vamos, vamos, Enriqueta; dejad hab
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-No tengo ya hermano, cuando me veo
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"¡Pardiez! ¡Ay de aquellos que ha
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Entonces el rey declaró que era mu
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De suerte que La Valliére deslizó
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Malicorne pasó junto al rey, le tr
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aquel que coge por sí mismo y saca
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-Me agaché, y vi que era un pañue
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la lluvia o de la encina real, ten
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Así, por ejemplo, una tarde en que
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-Mirad la brillante claridad que sa
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-Sí, de una escalera de diecinueve
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-Es verdad. -Pues bien, poniendo la
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Mientras esto sucedía, Malicorne h
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Mas, el pobre amante, no teniendo y
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-Pero, ¿qué sucederá entonces? -
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Señalóse a esta última un cuarto
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ella en estado de devolverle lo que
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Y, al decir esto, dirigió a Malico
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En el momento en que hacemos menci
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Esto es, creyó que estaba loco. -S
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-Escucho. -Ya sabéis que Madame vi
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-Y qué, ¿iría el rey al cuarto d
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-Pero se verá esa escalera. -No, p
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-Y yo a buscar al obrero que necesi
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Entusiasmado Saint-Aignan con lo qu
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-¿Conque tú también me abandonas
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-A fin de serviros mejor. -¿Y en q
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-Majestad, es necesario. -¡No, no!
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-Esa es la hora que más conviene.
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-Así, señora, ¿esta noche estoy
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señorita de La Valliére que me re
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yectos. Me parece que quiere realiz
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Muy viva fue, sin embargo, su alegr
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Luego que estuvo allí, aserró el
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habían provenido de tener la escal
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Pero, viendo que lo que principalme
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camaristas, pobres criaturas, a qui
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-Pero, Majestad -prosiguió La Vall
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-Vamos, acabad de traspasarme el co
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el rey tuvo lugar para levantar la
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-¡Ay! ¡Ay de mí! -murmuró La Va
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-¿Te pareció leer? -Quizá me hay
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-¿Sabes que me pones en situación
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quién y contra quién te he de ayu
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EL RETRATO En esa enfermedad que ll
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everencia del mejor gusto, dio las
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de ojos negros y largos cabellos ca
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O bien La Valliére mostraba hallar
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amente la escalera, y desapareció
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advirtió al primer golpe de vista
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-¿Y había citado Su Majestad tamb
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-Tengo el honor de ser vuestro resp
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de esmeralda y oro, corta como bala
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Carlos II en su hermoso palacio de
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Castelmaine, su querida de nombre,
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-Al contrario, sigamos adelante, y
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ñor de Bragelonne, y dirigida a Su
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-Os equivocáis, miss Lucy -replic
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que me mandó que os hiciese sentar
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Raúl miró a la joven, sorprendido
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-No puedo. -Entonces, me toca a mí
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Entonces, el rey Carlos me hizo duq
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"Amigo mío, estoy herido y enfermo
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Y sonrió. -Si queréis decir -repu
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-¿Pero a quién ama? -exclamó la
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en consecuencia, le prometió un am
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-Sí lo será, si yo quiero, ya que
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diciendo no es nada galante para la
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habéis elogiado a miss Graffton, c
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-Se os recompensará ese celo -dijo
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-¡Pero ese francés no es más que
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-Señor, figuraos que ese joven es
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El duque deshizo el doblez donde es
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-Pues bien, he reflexionado, señor
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-Decidle que se quede, señorita -
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cada. -¿Pensáis, entonces, que no
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preñados de expresión, que confun
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No tardó en revelarse ese deseo, p
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Saint-Aignan no estaba en su cuarto
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Luis se dejó caer vacilante de rod
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-Sí, sí -repitió la joven asoman
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Pero en el instante en que el rey s
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misma puerta, que una sirvienta anc
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-Ahora, señora, no tenemos el mism
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-Algún trabajo os habrá costado h
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-Entonces ... Ya sabéis que no pue
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-Más allá todavía -dijo la dama-
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-Pues bien, ésa es la regla -añad
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-Lo conocí de una manera muy natur
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-Amigo Aramis; pero hay otra cosa,
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-Pedid, duquesa, pedid. -¡Pedir! .
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ecuerdo la poca estima en que tení
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-No hablemos más, pues, del asunto
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-Indudablemente. -Y, como está en
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Y, no obstante la obscuridad profun
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ío. ¡Sea vuestra la victoria! ¡P
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"¡Bueno! -pensó Aramis-. ¡Canta,
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Aramis no se había engañado; así
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No hay que decir que el ministro de
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-¿Y aspiráis a ser superintendent
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gran talento, y le hubiese dicho so
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-Perdonadme, señora duquesa; es ca
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apareció luego ante el señor Colb
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-Es que yo no he hablado de suplant
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-Por tanto, ¿consentís en reempla
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-Preciso es que la ocasión sea bue
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-Hay una cosa en que ni uno ni otro
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La duquesa se rió y repuso al inst
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-Verdad es. -Pues las flamencas no
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-¿Cómo es eso, señora duquesa? -
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-¿A la reina? -¿Lo habíais ya ol
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Palacio que he sido vuestro introdu
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Colbert se aproximó a las lámpara
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nel hojeaba impasiblemente su volum
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-Es que yo creo que dentro de poco
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-El señor de Gourville... Él señ
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-Tened presente el proverbio, monse
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-Conozco bastante al señor de La F
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-Sed fácil en concesiones. -Sí. -
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siguientes palabras, propias de su
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-El trabajo, Motteville, el trabajo
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¿Era aquello recuerdo, meditación
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sus lágrimas, a la señora de Mott
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ojos brillantes a través de los ag
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que el Cielo les envía. Hablad, se
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si os sentís inspirada de Dios, co
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-El alumbramiento de Vuestra Majest
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vió a Laporte para avisar al rey q
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-Se sabe -continuó con viveza la b
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Y la reina, apoyando la cabeza en e
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-¿Sabéis -dijo que ha sido mal he
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la eternidad, se cuenta el de poner
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-Muerto de consunción, muerto olvi
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-Al siguiente día, ayo y niño hab
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-Señora, me abrumáis con esas dul
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-Lo tendré en cuenta, señora. - L
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-¿Y nadie quiere prestároslos? -N
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De algún tiempo a esta parte, el d
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-Mi tía me ha prestado veinticinco
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-¿Descansado? ¡Ah, sí! Buen desc
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componer un poemita extremadamente
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Todavía resonaban los escudos cuan
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-¡Ea -exclamaron de todos lados-,
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-Al contrario -dijo Loret-, de la t
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uno: "Mucho calor debéis tener en
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-Pero el señor superintendente no
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fiscala general, y que se perece to
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-No lo creo -dijo La Fontaine. -¡Q
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Un cuarto de hora después fue intr
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-Si no fuese por la molestia de ten
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Y mostraba con el dedo la puerta se
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otro modo; pero queda el interés d
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las fiestas ministeriales hacia el
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e, con toda esa masa de joyas agrup
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Fouquet aplicó el oído, y despué
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to, donde la dejó confiada a los m
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-¿No habéis oído hablar jamás d
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-No; el cardenal los hizo colocar a
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-¿Y qué deducís de eso? -pregunt
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-Porque el proceso contra esos mini
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como había creído corresponder a
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más riesgos que beneficios puede r
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na. -Que se llama Vanel. Aramis se
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-El señor Vanel -dijo Gourville ap
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Fouquet hizo cierta inclinación de
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-¡Oh, monseñor! -Tranquilizaos, s
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Fouquet se detuvo. La frase os rueg
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sus intereses están en abierta opo
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¡Oh! El dinero es lo de menos; sí
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-No puedo -respondió Vanel sordame
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Vanel, aterrado, parecía buscar un
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un arma de que se sirven con frecue
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mo; hoy voy a ser ya el hombre de l
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ien, sea! ... Pero la razón es cla
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El lector ha visto desarrollarse pa
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corazón noble, orgulloso de hacer
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-Sí. Por vuestra salud, primero. -
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-¡Pronunciadla! ¡Tengo corazón,
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juro que no se trata de cosa alguna
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-Pues avistaos con él. Sabrá daro
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BRAGELONNE CONTINUA SUS INTER- ROGA
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No tengo entendimiento ni brazo; no
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-Imposible, repito... Tú eres como
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pués de haberme esforzado en ense
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-Parece que el rey ha mandado hacer
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-¡Tanto peor! Mira, Raúl, si se m
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-¡O muerto! -repuso Montalais con
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Raúl fue introducido inmediatament
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Madame se había visto en extremo l
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Pero, recobrándose al punto: -¿Cr
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-¡He ahí lo que los amigos llaman
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-En tal concepto, debo daros un avi
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escalera que había subido Raúl en
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-Pero, me permitiréis observar que
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-Pues bien, obtuvo del rey permiso
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conductora más que como el reo sig
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No sólo el retrato de La Valliére
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Una mirada clara y penetrante de Ra
Page 993 and 994:
pegar mis labios, la vergüenza que
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En seguida se separaron los dos: Ra
Page 997 and 998:
cias que acompaña a la fortuna y a
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-¡Eh! ¿Cómo es eso? ¡Qué horri
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-No lo creáis. Figuraos que en lo
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Porthos es blando: nadie quiere arr
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to ciento y un amigos, al frente de
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-Y luego: "Señor, el caballo está
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-Comprendo -dijo Porthos-; una tram
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tal como lo soléis vos preparar. P
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Contestáronle que el conde de Sain
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Este madrigal, por ingenioso que fu
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prenderán los demás. Lo más tris
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-Eso es precisamente lo que voy a t
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eso no es posible; porque el señor
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Porthos que se hallaba de espaldas
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-Me parece comprenderlo ya por este
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-Señor -dijo gravemente-, ese es e
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-¡Conciencia culpable, señor. ¡O
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-Y me lo habéis hecho entender - c
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infeliz niña... ¡y sobre quien…
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Saint-Aignan se aproximó a Porthos
Page 1037 and 1038:
-Eso es otra cosa -dijo Porthos-; e
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Por otra parte, Colbert, que no só
Page 1041 and 1042:
-Vuestra Majestad se dignó hacerme
Page 1043 and 1044:
fulminada por Fouquet, detuvo la pa
Page 1045 and 1046:
timo golpe, un golpe terrible a su
Page 1047 and 1048:
-¿Vanel? -Un amigo del señor inte
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cuando Luis no veía a La Valliére
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-¿Conoce Vuestra Majestad al baró
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-¿Qué? -Tendrá razón. -¿Y es a
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-Cuando Vuestra Majestad haya leíd
Page 1057 and 1058:
-¿Quién te ha dicho que el señor
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Madame, que dispone de las llaves d
Page 1061 and 1062:
sagacidad, indicando que Madame hab
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-¡Basta! Sabré separar lo justo d
Page 1065 and 1066:
que, esta vez, en lugar de defender
Page 1067 and 1068:
Semejante respuesta, dada en aquel
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-¿Y qué? -replicó el rey. -El re
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-Vuestra Majestad dijo que difería
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-Habéis olvidado los usos de la Co
Page 1075 and 1076:
-Bien veis, señor, que me estáis
Page 1077 and 1078:
-¿Quién habla del honor del rey,
Page 1079 and 1080:
-No tenéis ese derecho como rey m
Page 1081 and 1082:
Y, diciendo esto, rompió Athos su
Page 1083 and 1084:
formalmente, instalándose, por el
Page 1085 and 1086:
ey hizo lo que ya saben nuestros le
Page 1087 and 1088:
-¡Oh señor! El amor… tal vez al
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una expresión de rostro que no esc
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-Señor -dijo Raúl-, perdonad; per
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-¡Qué sé yo! -dijo Athos. -Sí;
show all

El Vizconde de Bragelonne. Tomo II. Parte Primera.pdf - Ataun

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