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El Vizconde de Bragelonne. Tomo II. Parte Primera.pdf - Ataun

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eptan a lo largo <strong>de</strong> los altos enrejados para<br />

<strong>de</strong>jar caer sobre el suelo su odorífera nieve;<br />

como se ven en el parque los vetustos sicómoros<br />

<strong>de</strong> troncos ver<strong>de</strong>gueantes que bañan sus<br />

pies en un poético y lujuriante moho.<br />

No, lo que Carlos <strong>II</strong> amaba en Hampton-Court<br />

eran las sombras sorpren<strong>de</strong>ntes que<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l mediodía se corrían sobre sus terrazas,<br />

cuando, como Luis XIV, había hecho<br />

pintar a las belda<strong>de</strong>s en su gabinete por uno <strong>de</strong><br />

los pincelas más hábiles <strong>de</strong> su tiempo, pinceles<br />

que sabían fijar en el lienzo un rayo escapado<br />

<strong>de</strong> tantos hermosos ojos que <strong>de</strong>spedían amor.<br />

<strong>El</strong> día en que llegamos a Hampton-Court, el<br />

cielo estaba apacible y sereno, como en un día<br />

<strong>de</strong> Francia; la temperatura era <strong>de</strong> una tibieza<br />

húmeda, y los geranios, los crecidos guisantes<br />

<strong>de</strong> olor, las jeringuillas y los heliotropos, sembrados<br />

a centenares en los jardines, exhalaban<br />

sus aromas embriagadores.<br />

Era la una. <strong>El</strong> rey, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> volver <strong>de</strong><br />

caza, había comido y visitado a la duquesa <strong>de</strong>

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