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desarrollo - Covide-Amve

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22<br />

vocación-misión<br />

servicio pastoral<br />

de menos. Pero el frío aire de la noche<br />

apagó el ímpetu de su ardiente ofrenda, así<br />

que Iktomi subió corriendo por la colina.<br />

Los dientes le castañeaban sin parar, hasta<br />

que por fin llegó donde estaba Inyan, el<br />

Símbolo Sagrado. Agarró una esquina de la<br />

vieja manta y la arrancó de un tirón.<br />

¡Devuélveme mi manta, Gran Abuelo! Tú<br />

no la necesitas. ¡Yo si!<br />

Esto hizo Iktomi, aunque estaba muy mal<br />

hecho. Pero Iktomi no se distinguía precisamente<br />

por su sabiduría. Se envolvió con la<br />

manta los hombros y descendió la colina a<br />

toda prisa.<br />

Pronto llegó al borde del barranco. Una luna<br />

joven como un arco brillante asomaba apenas<br />

por el cielo del suroeste. Bajo una pálida<br />

luz, Iktomi se quedó quieto, paralizado<br />

como un fantasma entre los matorrales: la<br />

pila de leña seguía sin encender, y las estacas<br />

afiladas seguían desnudas como cuando<br />

las dejó. Pero, ¿dónde estaba el ciervo,<br />

la carne deliciosa que había tenido en sus<br />

manos hacía sólo un momento? Había desaparecido.<br />

Sólo quedaban en el suelo las<br />

costillas secas, como dedos gigantescos<br />

saliendo de una tumba abierta. Iktomi<br />

estaba anonadado. Por fin se inclinó sobre<br />

los blancos huesos secos, agarró uno y lo<br />

sacudió, y todo el esqueleto se agitó ruidosamente.<br />

Iktomi soltó el hueso y saltó hacia atrás<br />

asustado. Y, aunque llevaba la manta sobre<br />

los hombros, los dientes le castañeaban<br />

más que nunca.<br />

Y ahora, amigo, te sorprenderás ante<br />

su poca cabeza, pues Iktomi, en lugar<br />

de lamentarse por haber cogido la<br />

manta, se puso a gritar:<br />

¡Hin-hin-hin! ,Si me hubiera comido el<br />

venado antes de ir a por mi manta…!<br />

Pero en esta ocasión sus lágrimas no con-<br />

movieron ya al generoso Dador. Eran lágrimas<br />

egoístas, y el Gran Espíritu jamás hace<br />

caso de ellas.<br />

I. DESCUBRIMOS NUESTRA VIDA<br />

* Destacamos lo que más nos ha llamado la<br />

atención.<br />

* ¿Cómo es la actitud de Iktomi: para pedir,<br />

para compartir?<br />

* ¿Cuál es la actitud del Abuelo?<br />

* Expón sentimientos que percibas en<br />

Iktomi y en el Abuelo en cada una de las<br />

situaciones.<br />

II. PROFUNDIZAMOS<br />

A LA LUZ DEL EVANGELIO<br />

“ Después de esto, se fue Jesús a la otra<br />

ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades,<br />

y mucha gente le seguía porque veían las<br />

señales que realizaba en los enfermos.<br />

Subió Jesús al monte y se sentó allí en<br />

compañía de sus discípulos. Estaba próxima<br />

la Pascua, la fiesta de los judíos. Al<br />

levantar Jesús los ojos y ver que venía<br />

hacia él mucha gente, dice a Felipe:<br />

«¿Donde vamos a comprar panes para que<br />

coman éstos?»Se lo decía para probarle,<br />

porque él sabía lo que iba a hacer.<br />

Felipe le contestó: «Doscientos denarios de<br />

pan no bastan para que cada uno tome un<br />

poco.»<br />

Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el<br />

hermano de Simón Pedro:<br />

«Aquí hay un muchacho que tiene cinco<br />

panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es<br />

eso para tantos?»<br />

Dijo Jesús: «Haced que se recueste la<br />

gente.» Había en el lugar mucha hierba. Se<br />

recostaron, pues, los hombres en número<br />

de unos 5.000.

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