desarrollo - Covide-Amve

vocación-misión
testimonios
Y de regreso al presente, surgen en mi corazón muchísimos motivos de alabanza a
Dios y de acción de gracias. Tomar todos estos tesoros en las manos, en forma de recuerdos,
me permite captar la sutil mano de Dios a través de todos ellos. Y comprendo porqué
el pueblo de Israel sintió la necesidad de escribir su historia, pero ahora identificando
el paso de Dios en ella. Porque de la misma forma, me sería imposible entender mi
historia si no es desde la mirada de fe.
Seguro que hubo muchas cosas que pude hacer mejor, seguro que otras que no
supe valorar suficientemente, otras se habrán quedado a medio exprimir…
Pero en definitiva me han servido para entender un poquito el misterio de la vida.
Y saber que la felicidad pasa por el número de corazones en los que uno aparezca por el
amor dado. Y que la persona tiene por mayor tarea aceptar sus limitaciones para captar
que tras ellas se abre la posibilidad del encuentro con Dios. Y que con esa fuerza del
Espíritu, merece la pena soñar la utopía y desgastarse en ella, como el sol, que luce porque
se desintegra. Y que tras estas experiencias hay otras muchas cosas importantes,
pero también relativas.
Y me siento afortunado, porque este aprendizaje me ha dado una enorme serenidad
a la hora de plantearme las cosas, y me permite disfrutar intensamente lo cotidiano,
y que en medio de dificultades, grandezas y miserias, cada mañana sea una acción de
gracias por la vida.
Y comprendo ahora muchas de las situaciones pasadas, muchas de las experiencias
que entonces me desconcertaron e incluso me enfadaron con la vida y quien fuera
que la hubiera creado. Y los momentos de sufrimiento quedan iluminados de otro modo…
Y eso genera una profunda e intensa confianza en Dios. Porque el futuro traerá nuevas
tormentas, nuevas alegrías, nuevos desánimos, nuevas esperanzas… pero la historia
vivida, me hace tener profunda fe en que Dios es fiel y acompaña en el camino; y que en
ese itinerario tiene una mirada de amor para cada persona en particular, y un proyecto en
el que ser serena e inmensamente feliz.
Y cuando lleguen esas alegrías, y esas miserias… en ambas… podré echar la vista
atrás. Y recordar que en ocasiones semejantes… Dios ya estuvo conmigo.
Por todo ello, siento la profunda convicción de que mereció la pena seguir las intuiciones
que marcaba mi fe, y arriesgar por vivirla con radicalidad, y fiarme de Dios, y confiar
en algo más que mis propias fuerzas, y abrirme a la posibilidad de que Dios es el primer
interesado en que seamos profundamente felices, y por ello tiene una palabra sabia
para quién quiera abrir sus oídos.
Entretanto, la mano de Dios me ha conducido hasta esta parroquia de Cristo
Salvador. Un lugar donde hacer vida que verdaderamente los sacerdotes sean regalos de
Dios para la comunidad y en especial para los marginados. Un nuevo lugar que posiblemente
vaya a convertirse en espacio al que regresaré en el futuro para dar gracias a Dios
por lo vivido, y por haberme dado la capacidad de captar sus caminos.
Josema Aparicio, C.M.
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