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desarrollo - Covide-Amve

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ción de su experiencia de Dios. La propongo<br />

desde la confidencia que le hizo a<br />

una hermana: “El horizonte espiritual<br />

está un poco menos sombrío: algunos<br />

relámpagos que se apagan, algunos truenos<br />

que se oyen sordos en la lejanía, es<br />

lo único que queda del tornado. Y aquí me<br />

tiene en un equilibrio no del todo estable,<br />

empezando a levantar cabeza. ¡Qué purificación!”<br />

. “Desde el mes de septiembre<br />

he recibido una gracia que es para mí<br />

fuente de gran paz, de serenidad y de<br />

confianza. He comprendido tan claro<br />

como la luz del día que el trabajo con la<br />

Comunidad y para la Comunidad no es ni<br />

podrá ser nunca obra de nadie. Es obra<br />

de Dios y solo de Dios. Y si yo estoy metida<br />

en este trabajo es porque él lo ha querido;<br />

pero siempre será obra suya y no<br />

mía lo que haga yo..... Este pensamiento<br />

de estar actuando según el plan de Dios,<br />

de verme guiada, conducida aún en el<br />

caso de las decisiones que podría creer<br />

más personales y voluntarias, por una<br />

Voluntad superior a la mía me da una<br />

confianza infinita. Y comprendo que mi<br />

trabajo más urgente es el de hacerme<br />

cada vez más apta para recibir el impulso<br />

divino”.<br />

Sor Susana se mostró siempre realista,<br />

con una gran apertura de inteligencia<br />

y de corazón. Era evidente su “aprecio<br />

por el trabajo interior, su sentido de lo<br />

presente y de la realidad, su fidelidad a lo<br />

cotidiano y a la amistad”. Su centro más<br />

íntimo era Dios, un Dios vivo que hacía<br />

surgir la vida en su interior y que se<br />

expresaba en sus gestos.<br />

El 29 de febrero de 1968, una consulta<br />

médica reveló la necesidad de una<br />

vocación-misión<br />

testigos<br />

intervención quirúrgica. Pero estaba<br />

inmersa en el proceso de convocatoria de<br />

una importante Asamblea General de<br />

toda la Compañía y se entregó serenamente<br />

a ese proceso. La operación estaba<br />

prevista para el día 23 de marzo. El día<br />

28, después de pronunciar con fervor las<br />

palabras “Dios mío, os amo con todo mi<br />

corazón” se entregó confiada en los brazos<br />

del Padre. La Compañía, la Vida<br />

Religiosa y la Iglesia entera lamentaron<br />

su perdida.<br />

Y el final de esta semblanza puede<br />

quedar marcado por esta breve oración<br />

que ella misma compuso: “Concédenos,<br />

Señor, llegar a ser lo que pretendemos<br />

ser. Y ¿qué pretendemos ser?<br />

Pretendemos ser Hijas de la Caridad, es<br />

decir, una emanación constante de Dios y<br />

de su amor. “Hija es la que ha nacido<br />

de...”¡Que lo más profundo de nuestro<br />

ser, que cada uno de nuestros gestos,<br />

cada una de nuestras palabras, que todo<br />

en nuestra vida surja, crezca y nazca de<br />

la Caridad! Eso es lo que debemos ser en<br />

el mundo. De tal manera entregadas a<br />

Dios que todo lo que salga de nosotras<br />

proceda de Dios. Esto es lo que pretendemos<br />

ser. Amén”.<br />

Sor Carmen Urritburu, H.C.<br />

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