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El altiplano

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386<br />

INFORME SOBRE DESARROLLO<br />

HUMANO EN BOLIVIA<br />

NTRODUCCIÓN<br />

<strong>El</strong> <strong>altiplano</strong> ocupa el 28% de la superfi -<br />

cie total del país. Allí vive el 46% de la<br />

población rural nacional, lo que representa<br />

el 30% de la población total. La incidencia<br />

de la pobreza es mayor en esta región<br />

(72.6%) en comparación al promedio nacional<br />

(55.6%). La población tiene menos<br />

acceso a tierra y una menor calidad de<br />

vida. Los principales pueblos originarios<br />

que viven en el <strong>altiplano</strong> son los aymaras y<br />

los quechuas. Los aymaras representan el<br />

25.2% de la población total del país; los<br />

que no emigraron, viven en esta región, en<br />

el campo o en las ciudades. La población<br />

quechua, por su parte, vive en zonas de altura<br />

y representa un porcentaje menor.<br />

La importancia de la producción agrícola y<br />

pecuaria a nivel nacional se está reduciendo<br />

por el descenso de la productividad.<br />

Esto se atribuye, en gran medida, al deterioro<br />

de los suelos y al fraccionamiento de<br />

la propiedad en el <strong>altiplano</strong>1 . Ambos factores<br />

inciden en un ciclo empobrecedor y<br />

expulsor de población pobre hacia las ciudades<br />

de La Paz y <strong>El</strong> Alto o hacia la zona de<br />

expansión de frontera agrícola en el oriente,<br />

los yungas y el norte amazónico.<br />

La actividad agrícola altiplánica es muy distinta<br />

en las regiones norte, sur y central. No<br />

obstante, la principal problemática del sistema<br />

productivo de los campesinos aymaras<br />

de las tres subregiones es la misma: la<br />

baja productividad agrícola y pecuaria que<br />

genera bajos ingresos e inseguridad alimentaria.<br />

<strong>El</strong> minifundio es la tensión irresuelta<br />

desde la Reforma Agraria de 1953.<br />

La sucesión hereditaria, la alta densidad<br />

poblacional (en comparación con el resto<br />

de las regiones) y la escasez de tierra provocan<br />

el acortamiento de los ciclos de rotación<br />

y descanso, lo que a su vez incide en<br />

plagas y enfermedades en los cultivos.<br />

Por otro lado, sólo el 9% de las tierras del <strong>altiplano</strong><br />

se encuentran bajo riego; el 91% restante<br />

lo constituyen cultivos a secano2 I<br />

. Los<br />

recursos hídricos son mal aprovechados por<br />

falta de infraestructura adecuada para riego.<br />

La amenaza del cambio climático presiona<br />

aún más este ciclo empobrecedor: el <strong>altiplano</strong><br />

es la región más vulnerable a sus efectos,<br />

situación que pone a su población en un estado<br />

de mayor inseguridad alimentaria.<br />

<strong>El</strong> <strong>altiplano</strong> norte tiene las mejores condiciones<br />

de suelo y clima para la producción agropecuaria;<br />

por esta razón, su población se dedica<br />

en gran medida a la agricultura en los terrenos<br />

cercanos al lago Titicaca. A pesar de la<br />

excesiva parcelación de la tenencia de la tierra,<br />

se mantiene un manejo mediante nichos<br />

ecológicos verticales y pisos altitudinales<br />

como estrategias para garantizar la seguridad<br />

alimentaria, lo cual responde mejor a las<br />

limitantes climáticas de la región.<br />

Las prácticas tradicionales de la agricultura<br />

en los Andes son recuperadas en una región<br />

que sufre por el uso intensivo de sus<br />

suelos. La incorporación de criterios ambientalmente<br />

amigable, que revalorizan el<br />

conocimiento ancestral, es la pauta que<br />

nos dirige hacia la otra frontera en el <strong>altiplano</strong><br />

boliviano. Los estudios de caso del presente<br />

capítulo –quinua orgánica, maca y<br />

fi bra de vicuña– muestran cómo cientos de<br />

productores se benefi cian de su aprovechamiento<br />

sostenible, bajo certifi cación acreditada<br />

internacionalmente y a mercados<br />

emergentes y en expansión que demandan<br />

productos de la diversidad nativa.<br />

<strong>El</strong> caso de la vicuña involucra a 64 comunidades<br />

distribuidas en 12 municipios y cerca de<br />

3,050 familias; en el caso de la quinua, se generan<br />

70,000 empleos directos e indirectos;<br />

el mercado de la maca, por su parte, involucra<br />

a 215 comunarios. <strong>El</strong> tamaño del mercado<br />

de exportación de quinua es de US$<br />

13,107,291; el de la maca de US$ 220,121; y<br />

el de la fi bra de vicuña, de US$ 333,491. Estos<br />

datos muestran el potencial de crecimiento<br />

de productos con sello orgánico y de comercio<br />

justo. Esta situación da la oportunidad de<br />

generar un círculo virtuoso con estándares<br />

laborales y ambientales más altos.<br />

1 Aguilar, S. y Solíz, L., 2005, “Producción y economía campesino-indígena: experiencias en seis ecorregiones de Bolivia 2001-<br />

2003”, CIPCA, La Paz.<br />

2 Ibíd.

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