Relatos campesinos del Plan Chontalpa - Colegio de Postgraduados

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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa tarjeta ¡Era una numeración grande! Hasta que logramos meternos en una caseta, porque era la única caseta. Eso fue como a las dos cuando marqué aquí, mi mujer no se lo creía. Le digo a Bartola, - ¡Ya estoy aquí! - ¡Es verdad! Y nosotros no hallábamos que hacer, ya nosotros llorábamos y decía Mole, - ¡Que manden a buscar a mi esposa también! - ¡Ya llegamos! ¡Cómo no pues, estamos bien! Y bueno, gracias a Dios llegamos. Luego nos fuimos a la casa Juan Diego y ahí pues si te visten. Dice el muchacho: - Vayan allá, que les van a dar ropa. Ropa ya usada, pero en buena condición, es de la iglesia católica. Allí nos dijeron, - Escojan - dice. Zapatos, de todo hay ahí. Lo único que te dan nuevecito son la pasta dental, tu jabón y no recuerdo que otra cosita. Escogimos la ropa y ya al rato nos dicen, - Pasen a comer. ¡Eso está bonito! En esa casa tardamos diez días. Ahí los miércoles se hace misa, se reúnen y hay también casa de mujeres, la de Juan Diego es solo para hombres porque no está permitido mujeres, aunque sea su pareja, su esposa, tienen que estar separados y si se van hablar, tiene que ser en 65
De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa un parque, fuera del ambiente, porque así es el reglamento que hay ahí. El dueño de esa casa es un gringo, Marcos, todavía recuerdo su nombre, es muy católico ese señor y ahí en esa casa no puede entrar migración, no sé a qué se debe, saben que existe esa casa y que ahí encuentra uno brasileños, de argentina ¡Bueno, de todo hay! . Ya de ahí fue que nos dieron trabajo, ahí fue que completamos pa’ irnos con el muchacho que era el contacto, el que según nos iba a pagar la pasada. Nos movimos hasta Georgia, hasta allá fui a parar. Entré a trabajar en una que se llama “Ki and Pi”, una camaronera. Ahí los trabajadores, casi la mayoría, eran puros indocumentados. Saca uno una credencial chueca y el seguro, ya con eso entra uno a trabajar, pero creo que esa compañía fue multada. Ahí desde que llegué en esa me quedé. Tardé un año y siete meses, con eso compré este solar, aquí armé una casita de madera. Cuando yo me fui, mi niña apenas iba a tener el año. Cuando me fui compré este lugar. Aquí ganaba yo poco, ganaba yo doscientos sesenta, doscientos setenta, variaba. Le decía yo a Bartola, - Ya tengo la casa pues, mi casita de madera - era de madera- ya con esa, pues hay que ser conformista, ya me voy. - Pues vente - dice. El segundo viaje Regresé aquí y me quedé como dos años o más, pero ya no me empezó a gustar la casa que tenía yo. A tiempo otro amigo me dice un día, él era soldado, - ¿Qué onda huesos? Vámonos pa’ el otro lado. Yo tengo unos amigos allá en California ¡Vámonos para allá! - dice. 66
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