Literatura_Guatemalteca.pdf
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- II -<br />
Siglo Siglo XIX XIX y y siglo siglo XX XX<br />
XX<br />
Preguntad ¿qué es la fortuna?, aquellos mismos a quienes esta palabra no<br />
se les cae de la boca y veréis como no aciertan a daros una definición<br />
satisfactoria. Oigo que le aplican alternativamente los calificativos más<br />
discordes. La hay buena y mala, adversa y favorable. Unos la acusan de<br />
ingrata y la maldicen; otros la llaman loca por vía de elogio. Hay quien le<br />
da el epíteto de negra, pero no por amor o por cariño como a las muchachas.<br />
No falta quien diga que es el patrimonio de las mujeres que no son buenas<br />
mozas, pues aseguran que la fortuna de la fea la bonita la desea. Para<br />
muchos es la síntesis de la riqueza. Hombre que tiene fortuna, quiere decir<br />
hombre de caudal: sujeto de mediana fortuna es el que nada entre dos<br />
agua, que ni es rico ni es pobre. En París llaman media fortuna a un<br />
carruaje decente, tirado por un caballo regular. Lo más raro que observo<br />
en la fortuna es que cuando llega al colmo, cuando es más fuerte y más<br />
pujante, la califican de deshecha.<br />
Si va usted, respetable lector, caminando distraído por una acera y de repente<br />
se desprende del alero una teja con su correspondiente acompañamiento<br />
de mezcla medio petrificada, y cae rozándole el sombrero ¿quién lo salvó<br />
de que le hubiese aplastado los sesos? La fortuna, que dispuso pasara<br />
usted por aquel sitio un instante después de la caída de la teja. Pero si del<br />
balcón de un segundo piso arrojan a la calle el contenido de algún vaso de<br />
ésos que no hay para qué nombrar y lo bañan a usted con un líquido que<br />
no es agua de rosas, ¿quién tuvo la culpa? La fortuna, que hizo pasara<br />
usted en el preciso instante en que vaciaban el condenado trasto.<br />
Supongamos lector, que está usted enamorado, cosa que puede sucederle<br />
por más respetable que sea, y encontrando una ocasión propicia, declara<br />
su atrevido pensamiento, y la ingrata (por llamarla de algún modo) le contesta<br />
que no, y usted insiste, y ella vuelve a la negativa, y usted torna a rogar y<br />
ella a excusarse, y cansado usted al fin la deja y se va con la música a otra<br />
parte. ¿Qué diría usted si supiera que con una sola palabra más que hubiese<br />
dicho, se habría rendido aquella plaza que parecía inexpugnable? Que su<br />
mala fortuna había hecho que no pronunciara usted esa palabra.<br />
Supongamos ahora que usted ha comprado a un vendedor de billetes de la<br />
lotería el número 999, y en el sorteo cae los cuatro mil a 666, ¿quién fue el<br />
que puso esas tres cifras cabeza abajo en vez de haberlas puesto cabeza<br />
arriba? Ella misma, la fortuna. Tanto le constaba a la muy ingrata haber<br />
sacado el número 9999 como el 666, y sin embargo, no lo hizo ¿Por qué?<br />
Solo ella sabe.<br />
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