Literatura_Guatemalteca.pdf
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Siglo Siglo XIX XIX y y siglo siglo XX XX<br />
XX<br />
Desde aquella noche es tuerto don Julián, y puede decir a boca llena que si<br />
a la gran mayoría de los guatemaltecos no nos costó nada la Independencia,<br />
no así a él, pues le cuesta ya un ojo de la cara.<br />
¿A qué atribuir esa desgracia de don Julián torcido? A su mala fortuna y<br />
nada más; a no ser que haya quien diga que él tuvo la culpa, por haber ido<br />
a fuegos; porque los fuegos no ha de ir a verlos nadie, y el que vaya no<br />
debe llevar ojos para verlo.<br />
Don Julián se casó. Tampoco hay en eso nada de particular. La novia vio<br />
perfectamente que le faltaba un ojo y sin embargo, lo admitió por marido y<br />
señor, quedando enterada de sus obligaciones por la lectura de la epístola<br />
de San Pablo, que hizo el cura.<br />
Pero, he ahí que quiere la casualidad que a los pocos años aparece cierto<br />
extranjero que no había ido a ver fuegos a ninguna plaza y cuyos ojos<br />
nunca estuvieron en contacto con los cohetes. La mujer de don Julián, que<br />
debía ser gran partidaria de las reglas de la estética, estableció al momento<br />
una comparación entre los ojos del forastero y los de su marido, y<br />
encontrando aquellos preferibles a éstos, hizo un lío de las alhajas de más<br />
valor con que contaba y se marchó detrás de los ojos enteros, dejando a<br />
don Julián que llorara su ausencia con el único que le quedaba.<br />
¿Y eso qué fue? ¿Don Julián hizo mal en casarse?<br />
No hay ley que prohíba el matrimonio de los tuertos. Mala fortuna y nada<br />
más.<br />
- IV -<br />
A poco tiempo vino la noticia de que la viajera había ido a parar a la tierra<br />
de donde nunca se vuelve. Don Julián se consoló y viudo que se consuela<br />
está muy expuesto a dejar de serlo.<br />
Pero aquel ojo, aquel ojo origen de la catástrofe, estaba siempre allí vacío<br />
y hueco, exponiendo a su dueño a algún nuevo percance. Determinó, pues<br />
don Julián suplir la falta y se proveyó de un ojo de porcelana tan perfecto,<br />
que resultó mejor que el verdadero. Hasta decían las gentes que era una<br />
compasión que no hubiera perdido también el otro y fabricándoselo nuevo<br />
el mismo artista que hizo tan magnífico suplente.<br />
Don Julián volvió a las ollas de Egipto, es decir, pasó a segundas nupcias, y<br />
tuvo especial cuidado de evitar que la visual de los ojos de su nueva media<br />
naranja se encontrara con la de los ojos de otro extranjero; y gracias a esta<br />
precaución, no hubo intruso alguno que alterara la paz del domicilio conyugal.<br />
Pero ésta no había de durar tampoco mucho tiempo. La segunda esposa,<br />
si bien no tenía el defectillo de irse tras los buenos ojos, dio en la extraña<br />
manía de constituirse en opositora sistemática del gobierno; esto es, decir<br />
blanco, si el extuerto decía negro, y en sostener que era medianoche si su<br />
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