huellas - Universidad del Norte
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Constató que las ventanas estaban tapiadas pero<br />
detectó una rendija por donde sin duda se podría<br />
introducir un papel doblado con un mensaje.<br />
“Auxilio, nos tienen prisioneros en el último piso <strong>del</strong><br />
edificio Bululú. Por favor avisen a las autoridades...”<br />
Se inquietó, ¿y si las autoridades son cómplices de<br />
lo que sucede ... ? Además, si no estuviera allí<br />
aquella señora y si tuviera lápiz y papel.<br />
Cuando regresó <strong>del</strong> baño se sentó en el mismo sitio<br />
pero la señora <strong>del</strong> cabello entrecano había<br />
desaparecido. Detrás, un hombre de gafas y rostro<br />
oscuro leía un libro voluminoso. Raúl se volvió para<br />
preguntar. “¿Usted cree que saldremos de aquí<br />
pronto?” El hombre de aspecto árabe levantó los<br />
ojos de la página y respondió con marcado aire de<br />
escepticismo. “La verdad, imagino que vamos a<br />
estar aquí largo tiempo,” y volvió a la lectura. Un<br />
hombre gordo sentado a su lado y quien leía el<br />
mismo libro por encima <strong>del</strong> hombro, aprobó con un<br />
gruñido, su barba era de algunos días y lucía<br />
abotagado por el calor, no obstante vestía camisa<br />
blanca impecable y la corbata floja de alguien que<br />
toma un descanso <strong>del</strong> oficio burocrático.<br />
En la tarde, después de dormir una ligera siesta,<br />
Raúl se pasó la mano por el rostro y advirtió que su<br />
barba había crecido desmesuradamente. Se acercó<br />
a un espejo y al mirarse no creyó reconocer sus<br />
facciones. Su cara estaba desencajada y el pelo<br />
canoso y largo. Quiso fingir una sonrisa de angustia<br />
y entonces notó que le faltaban los dientes pero las<br />
encías habían cicatrizado. Insistió, pero no pudo<br />
reconocerse. Volvió a sentarse en el piso y cuando<br />
miró a su alrededor se dio cuenta que todos los<br />
prisioneros habían igualmente envejecido. Quedó<br />
entonces con la duda de si en verdad estaba allí<br />
desde esa mañana y había soñado el incidente <strong>del</strong><br />
ascensor o si simplemente había olvidado su<br />
identidad. “Quizás,” pensó resignado, “ha regresado<br />
la amnesia ...”<br />
Del libro Los perros de Benares y<br />
otros retablos peregrinos,<br />
1973 - 1980<br />
31<br />
Después de viajar extensamente por América<br />
Latina, Asia y Europa, regresó a Colombia en 1975<br />
y fijó su residencia en Bogotá. Además de escritor,<br />
se dedica a la cátedra universitaria. Es frecuente<br />
colaborador de ensayos, artículos, cuentos y<br />
reseñas críticas sobre teatro y artes plásticas en<br />
numerosas revistas y diarios <strong>del</strong> país y el<br />
extranjero. Es asimismo Jefe de Redacción de EL<br />
CAFE LITERARIO y Codirector de GATO<br />
ENCERRADO, revistas dedicadas al arte, el teatro<br />
y la literatura de América Latina fundamentalmente,<br />
ambas con sede en Bogotá. En la actualidad se<br />
desempeña como miembro activo en la Junta<br />
Directiva de la Unión Nacional de Escritores (UNE).<br />
LOS PERROS DE BENARES y otros retablos<br />
peregrinos, su primer libro de cuentos, fue finalista<br />
en el Concurso Nacional auspiciado por la<br />
Fundación Guberek-Valencia Editores en abril de<br />
1981.<br />
EL AUTOR<br />
Narrador, ensayista y crítico de arte, Eduardo<br />
Márceles Daconte nació en Aracataca (Colombia)<br />
en 1942 pero vivió la primera etapa de su vida en<br />
Barranquilla donde terminó sus estudios<br />
elementales y secundarios. Es Licenciado en<br />
Humanidades de la <strong>Universidad</strong> de Nueva York<br />
(1970) y cursó estudios de postrado en Artes en la<br />
<strong>Universidad</strong> de California (Berkeley).