huellas - Universidad del Norte
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Editorial<br />
En el fondo de los fenómenos coyunturales subyacen factores estructurales. Esto es particularmente cierto<br />
en los períodos de crisis, los cuales convidan a pensar detenidamente sobre la realidad. Este es el caso de<br />
la situación actual por la que atraviesa nuestro país. La recesión ha aparecido, acompañada de una<br />
reducción en la inversión que ha disminuido la producción, resentido el empleo y desalentando la demanda<br />
cayendo así en un fatídico círculo vicioso. Por otra parte, los altos niveles de endeudamiento a los cuales se<br />
habían habituado nuestras empresas provocaron, al son de la crisis, una ola violenta de concordatos y<br />
quiebras. Muchas son las causas que se enuncian al respecto: la crisis mundial, la caída de la demanda<br />
efectiva, las altas tasas de interés, el contrabando y, más recientemente, la pérdida de los mercados<br />
fronterizos. Para salirle al paso a la postración económica y romper el círculo, el gobierno ha lanzado una<br />
campaña de reactivación que se ha dirigido a enfrentar las causas citadas. Las principales medidas que la<br />
componen son: la acentuación de la protección <strong>del</strong> mercado interior, el uso <strong>del</strong> gasto y la inversión públicos<br />
como palanca reactivadora, la elección de la construcción como polo de desarrollo y la ayuda financiera<br />
directa <strong>del</strong> Estado a las empresas en situación difícil.<br />
Pero es menester también contemplar el fenómeno en una perspectiva estructural. Lo cierto es que lo que<br />
está sucediendo constituye una campaña de alerta para aumentar nuestra capacidad competitiva en el<br />
concierto internacional, pues la crisis ha dejado al descubierto nuestros puntos flacos frente al avance<br />
vertiginoso de los denominados nuevos países industriales: bajo desarrollo tecnológico, un sistema<br />
administrativo tradicional y una mentalidad dominada por la intiuición y el “cortoplacismo”.<br />
Y, precisamente en la corrección de estas debilidades, la <strong>Universidad</strong> juega un papel activo con el impulso<br />
que se necesita para el desarrollo científico-técnico, sin sacrificar el arte y la capacitación humana para<br />
afrontar los nuevos retos. Tal objetivo se logra a través de la generación de tecnologías duras y blandas<br />
apropiadas al medio y la transferencia de las mismas a nuestras organizaciones públicas y privadas a través<br />
de la docencia, la investigación, la educación continuada y la asesoría directa. Tal tarea, sin embargo, tiene<br />
como prerrequisito una relación más estrecha entre la <strong>Universidad</strong>, el sector privado y el Estado, lo cual a su<br />
vez exige un cambio de actitud de los últimos: ellos deben brindar apoyo financiero a la investigación, utilizar<br />
los servicios de los centros docentes, facilitar la obtención de la información de la que disponen, realimentar<br />
los proceso educativos y discutir acerca <strong>del</strong> uso de los servicios que la <strong>Universidad</strong> presta.<br />
Bajo estos parámetros la <strong>Universidad</strong> puede convertirse en un gran acelerador de la transformación<br />
estructural que el país requiere para marchar a tono con los nuevos tiempos y aumentar su capacidad<br />
competitiva en los mercados mundiales.<br />
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